domingo, 22 de diciembre de 2013

Felicidades.


Try again. Insert coin, please.

Pues eso: Prueba de nuevo. Inserta una moneda.

A volver a intentarlo. Otro añito más. Puede que sea éste y acertemos. ¿Qué para qué? Para esto de sentir que nuestro país se mueve hacia delante por todas las partes del río, no sólo por el centrito limpio, cómodo, suave y lejano a las sucias orillas, donde la convivencia se embarranca. Y es que allí se acumulan los residuos.
La Economía no es una ciencia de esas de “si pasa ésto, sucede aquello”. A lo más que han llegado los economistas es a contarnos “como pasó aquello, sucedió esto”. A lo más que han llegado es a ser contables. Y no de los buenos.
El ansia de ganar dinero a cualquier precio se ha instalado. Por encima del deseo de fabricar cosas, está el hacerlas más baratas, menos duraderas y mucho más sustituibles desde el momento en que cambian de lado del mostrador. Mala cuestión, porque esas prisas han llevado a que la trampa se ponga de moda, como norma y como estilo. Hasta personas que creíamos imaginarias, de tanto sonreír, se han vuelto timadores reales.
Quiero una frase corta que explique –en castellano- por qué echar a un trabajador con menos indemnización es el contenido único de las reformas del mercado de trabajo. Por favor, que alguien se preocupe. Porque, que yo sepa, al empresario le tiene que ocupar más ser capaz de formar un gran equipo que de deshacerlo, ¿no es así?
Los ayuntamientos no controlan el dinero. Las obras públicas no se valoran por igual. Una calle de tal polígono no tiene la misma probabilidad de ser arreglada entre elecciones, a menos que se adelanten las mismas. Si no votan, no circulan con asfalto. Asfaltaría más.
La educación está en paradero desconocido. Viste camisa blanca sencilla, tiene un lápiz y un libro en las manos -sin batería- y camina con el rumbo perdido. Se le vio por última vez llorando, después de ver cómo unos padres agredían a un maestro porque su hijo recibió un balonazo en el patio, jugando.
Los viejos no dependen ya de nadie. Esta forma de decirles que sobran, sin mirarles a la cara, es mucho más cruel de lo que parece. Y algunos se libran porque tienen una buena paguita, que si no…
Es tanta la obligación de luchar por un futuro mejor como la de aprender de los errores del pasado. Propongo leyes contra la corrupción que TODO EL MUNDO pueda entender. Propongo la reposición íntegra e inmediata del dinero trincado al traicionar LA CONFIANZA DE TODOS en los cargos públicos. Después, que se juzguen los hechos y los presuntos, pero, mientras, que no se queden sin atender personas que no pueden moverse, a la espera de que los golfos hagan una simple transferencia con el concepto de “DEVOLUCIÓN POR APROPIACIÓN INDEBIDA”. Y, por supuesto, Santas Pascuas.
Pues eso: Que muchas felicidades. Deseo ver más sonrisas por las calles y menos rictus.
Un brindis por la juventud y sus ganas de hacer cosas, además de las obligatorias propias de su edad y su energía.
Ahí está el 2014. Que no se diga: A por él.

Tengan todos ustedes muy buenos días.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Grandes entrevistas de la Historia (8)


María Chatipova, tenista rusa.

-Aquís, asquí, por favó, por favó se lo pido. ¿Yo? Ole. Mirusté, ¿usté qué clase de champú usa, doña tenista? Porque dice mi mujer que con tantos reveses que le da la vida (y que usté devuelve) tendría que andar ya medio calva, al menos de la zona parietal.
-Muy tontorra pregunta, tsujiero tragantasión de microfonovsko.
-Oich, qué endiosada.
-Aquí, aquí, que soy del deportivo Carca. ¿Usted piensa volver al uso del camisón hasta el tobillo para jugar? Porque estamos una poquita hartos de portadas de sus muslos completos. NO en la nuestra, por supuesto.
-Trola descomunalovna: me sé que en sus últimas páginas muchas mujerievas hacen demostrazioniev de muslovich tiernesiten. Y no reciben protestavskas.
Aplausos para una y abucheos para el otro, que se las pira.
-Aquí, por favor, del diario Precario, para nuestra página central y única: ¿está usted de acuerdo con el nuevo reglamento, en el que ustedes mismas, las jugatrices, antes del partido, tienen que afeitar y peinar las bolas?
-¿?
-Las de tenis, perdone.
-Tontavstaba, no sé qué pensamienta. Pues no, totalmente contrarianian. Pelotas calvas o con pringomina jamás, habiendo tratamiente personalizado, perdón, pelotizado.
-Aquí, aquí, si los demás se han ido, del canal Abierto en Canal, ¿ha pensado dedicarse a pasar modelos?
-Jamás dedicar al contriabando. Yo pago impuestovos hasta durmiendo.
-¿Alguna pregunta más? ¿No? Pues al establo todo el mundo y buenas tardes. Rayos, no queda nadie. Anda, niña, a ver si este año te enteras y coges la raqueta por el mango. Ilusión, ilusión, que en octubre estuviste a puntito de darle un alegrón a tu representante, yo, y pasar la bola al otro lado de la red. Siiiiiiiii, ya te he dicho que siiiiiii, que de eso trata este juego. Anda palante, que nos espera un programa de esos de “Explique cómo lo hace”, a ver cómo te apañas.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

¡De nuevo expongo!

Desde el 12 de diciembre hasta el 14 de enero, expongo 4 cuadros con arteparavivir en la cafetería Palosanto en la c/ Rivero 7 de Sevilla (entre c/ Cuna y Sierpes). En cuanto pueda cuelgo el cartel. Espero veros por allí .

jueves, 12 de diciembre de 2013

Presentación del libro "Amor, Humor y Polisemia"




Aquí tenéis la portada del libro que presenté el 11/12/13 en el Palacio de los Marqueses de la Algaba, acompañado de un buen montón de amigos y con los beneficios destinados a Ayuda en Acción.

Se trata de un diccionario paródico ilustrado por Inma Delgado y su precio es de diez euros.
Estará disponible a la venta en la tienda librería de CASA TOMADA, en Sevilla, Muro de los Navarros, 66, en la Puerta Osario.

lunes, 2 de diciembre de 2013

Bolsillos


Doménico Pretzel, dueño de la lavandería Kitapring, conseguía que los primeros días del otoño, cuando la ciudad de Svientoelad avisaba para pasear sus calles con el abrigo puesto, se celebraran con gran alborozo por parte de sus clientes al meter sus manos en los bolsillos. La gran mayoría de ellos, al coger su abrigo del armario después de limpiado y guardado al llegar la primavera, encontraba en su bolsillo una moneda de cincuenta céntimos de pelke que, por tradición, se gastaba el último día del invierno en una taza de chocolate que, de forma inevitable, manchaba las solapas de muchos de los abrigos, lo que hacía que volvieran a pasar por la lavandería del señor Pretzel. 
El gobierno de Svientoelad agradeció durante muchos años la iniciativa del señor Pretzel para mantener fijo el precio de la taza de chocolate.

LOS CRISTALES DE LA SUERTE





La televisión está encendida. El reloj de cuco de la pared marca las nueve con su din-don habitual. Marcelo y Rosalía están sentados en el sofá; él recorre la pantalla del portátil con su mirada mientras ella lee el libro de pastas azules que acaba de coger de la mesa auxiliar.
-Marcelo, ¿era hoy el día del sorteo? -pregunta ella mientras le mira por encima de sus gafas.
-¿Qué sorteo? -responde él mientras mira atentamente la pantalla del ordenador.
-¿Recuerdas el sorteo especial de la primitiva? Es hoy, jueves cinco.
- ¡Ah sí, creo que era para hoy!
-¿Cómo que crees? -responde ella mientras bruscamente se quita las gafas.
-Bueno que sí, que es hoy.
-No, tú has dicho que crees, ¿es que no estás seguro?
-Sí, estoy seguro -responde moviendo la cabeza.
-¿Dónde está el boleto? -insiste Rosalía mientras apoya sus brazos sobre la mesa.
-El boleto, ¿qué boleto? Te lo di a ti
-¿A mí?, a mí no me has dado nada.
-¡Cómo que no!, te lo di junto al ticket de la compra y recuerdo que te dije que lo guardaras tú.
Marcelo deja el ordenador junto a él y Rosalía  el libro  bocabajo sobre el tapete de la mesa. Ambos se miran. En la televisión, una presentadora joven y bonita comienza a recitar una serie de números: “diecinueve, seis, diecinueve, cincuenta y siete…”. El cuco marca las nueve y media.
-¡Marcelo, son nuestros números! -grita levantándose bruscamente. Las gafas caen al suelo rompiéndose en mil pedazos.
-¡Rosalía, los cristales!
Ambos miran al suelo; cientos de trocitos brillantes esperan ser recogidos. La joven y bonita presentadora sonríe antes de hablar nuevamente.
-Recordamos a nuestros espectadores que el premio del sorteo para el día de hoy es de CIEN MIL EUROS.
Rosalía y Marcelo vuelven a mirarse.
-Rosalía, ¿dónde está el boleto?
La mujer va hacia la puerta. Se gira llevándose las manos a la cara. Mira los cristales en el suelo. De nuevo vuelve hacia la puerta. Se detiene y mira a su marido que para entonces ya está junto a ella. El mando de la televisión, el cuenco de frutos secos y el gintonic acompañan a los cristales. Rosalía se tapa la boca con las manos. La  voz de la joven presentadora los envuelve. 
-Hay un único acertante. El boleto ha sido sellado esta mañana en el centro comercial “La Alegría”.
El rostro de la mujer palidece. Su marido la coge por los hombros.
-¡Rosalía, el boleto… los cristales…!

domingo, 1 de diciembre de 2013

Ajustes.


-Buenos días, Julio. Vengo a cambiarme por usted.
-¿Cómo dice, oiga?¿no ve que estoy trabajando? Aquí tiene su cambio, señora. Sí, señora, es fresco el solomillo, pero puede congelar una parte si quiere…
Se va la mujer y queda la tienda vacía, sin nadie más que ellos dos.
-Deje lo que está haciendo, Julio. Yo puedo seguir atendiendo a sus clientes con la misma diligencia, la misma simpatía y eficacia. Déme el delantal, coja su abrigo y no vuelva por la carnicería. Voy, como ve, vestido igual que usted. No pase por su casa, no hace falta que avise a nadie.
Julio no mira al hombre.
-¡Váyase de aquí!, ¡basta de tonterías y disparates! ¿no se da cuenta de que no quiero ni verle? Fuera o llamo a la policía.
-Pero bueno, Julio ¿es que nadie te ha informado de que era hoy el día del cambio final?
El tuteo lleva a Julio a coger un cuchillo enorme y avanzar crispado con él en las manos. El hombre no se altera y logra que ambos, hombro con hombro, se acerquen a un gran espejo que forma parte de la pared de la tienda. Julio ve dos Julios iguales, juntos, idénticos, pegados, simétricos, siameses, repetidos; está duplicado, clonado: multiplicado por dos: ve una pareja de sotas con una sola espada.
-Nadie me dijo que sería de esta forma, -dijo Julio, dejando caer el cuchillo.
-Yo no sé cómo lo hacen, lo reconozco.
-Creí que se hacía mientras se dormía, quizá aprovechando una intervención quirúrgica con anestesia general… qué sé yo. Pero sin darme cuenta.
-No le des más vueltas.
-Adiós, -dice Julio y sale a la calle con el abrigo sin abotonar.
Su repuesto no le contesta. Ya está cortando en filetes un buen trozo de carne. Lo hace con maestría y limpieza, como Julio lo ha hecho durante muchos años.
Julio vaga por las aceras y al pararse ante el escaparate de unos grandes almacenes nota que sus piernas, depiladas, torneadas, largas, blancas, sedosas y muy proporcionadas, cubiertas seductoramente hasta la mitad de sus mordibles muslos, le llevan por un cuerpo flexible, de cintura sinuosa, con pecho firme pero bamboleante que se ríe de los sujetadores y conduce –avisa- a la presencia de un rostro joven, ovalado, donde unos ojos brillantes sonríen tanto o más que una boca de labios rojos incendiarios. Se mira ahora hacia abajo y ordena a sus pies que no sufran al dirigirse, sobre unos tacones de vértigo, hasta el interior de la gran superficie comercial. Allí, en la sección de alta joyería, se encuentra una mujer elegante, distinguida, llamativa, vestida para ser mirada –adorada- igual que se ha mirado –adorado- ella. Porque es exactamente como ella.
Julio se sorprende dirigiéndose a una mujer a la que sólo en sueños se había atrevido a decir algo. Ahora no resultaba tan sencillo. Pero a él no le han preguntado. Coge aire y mira a la mujer a los ojos.
-Buenos días, vengo a cambiarme por usted.
El día 1/1/2000 los ordenadores se volvieron locos al no saber en qué año vivían. Ni siquiera el siglo. Se produjeron muchos –y graves- errores al asignar almas. Aún hoy, lector, siendo el domingo 1 de diciembre de 2013, quedan muchísimos cambios que hacer.
Por cierto, lector ¿te han dicho ya algo al respecto?

miércoles, 27 de noviembre de 2013

INSTRUCCIONES PARA MORIRTE DE LA RISA


En ocasiones la vida nos ofrece el mayor de los regalos: la risa. Todos sabemos que reír es sano, muy sano, tan sano que si practicásemos a diario dicha disciplina nuestro cuerpo nos lo agradecería en forma de un brillo diferente en los ojos, una sonrisa cargada de perlada dentadura y un sinfín de bondades para utilizar en  nuestro día a día.
Pero no, nos obstinamos en no reír  y mantenernos con un rictus serio, lánguido, cabizbajo, agriado, malhumorado, bilioso, y un largo etc. de adjetivos molestos para nuestro estómago. La risa, la sal de la vida, la relegamos a un decimoquinto lugar en nuestras ocupaciones diarias y es por eso por lo que cuando alguien se acerca hasta nosotros y comienza a engarzar frases ingeniosas, cargadas de chascarrillos, refranes, dimes y diretes, correveidile, nuestro endeble armazón comienza a cimbrearse cual junco movido por la brisa. Las bisagras lumbares comienzas a entreabrirse, chirriando al principio, molestando un poco después en los ingenuos compases de sonrisas. Nuestros oídos se abren cual nenúfares vespertinos y las ondas sonoras que todo lo invaden poseen a esos bastoncillos diminutos que transmiten las palabras, los susurros, los siseos…
Y es entonces cuando espasmos de brazos y piernas aparecen acompasados levemente al principio para terminar en un  desconcertante ir y venir de miembros en movimiento. El torso cae sobre las rodillas convirtiéndonos en ese justo momento (no antes ni después) en un ovillo de huesos y músculos, de saliva y lágrimas.
En ocasiones la vida nos ofrece una GRAN OPORTUNIDAD: morirnos de la risa, y para eso solo hay que querer NACER DESDE LA TRISTEZA.

martes, 26 de noviembre de 2013

INSTRUCCIONES PARA ENAMORARSE



Llegada la hora en que nuestra mente fije su atención en  la otra persona, esa que de costumbre se nos sienta  al lado en el autobús, o bien aquella que nos sonríe a diario cuando nos entrega la lista de clientes citados, o tal vez aquel desconocido que de cuando en cuando nos encontramos en el parque cuando salimos a pasear a nuestro viejo y cansado perro y que nos pregunta qué tal va todo y si Terry (nuestro pequeño can) ya dejó de cojear; tal vez sea ese el momento en que debamos desplegar sobre la mesa del salón las instrucciones para enamorarse.
 

Despejaremos el mantel de cualquier objeto que pueda distraer nuestra atención. Colocaremos las gafas de vista cansada sobre nuestro apéndice nasal, la dejaremos caer hasta el extremo de la misma, apoyaremos los antebrazos sobre el tapete y dejaremos caer nuestra mandíbula sobre los puños cerrados. Acercaremos nuestra cara hacia el papel desplegado y leeremos detenidamente. No deberemos perder de vista ninguno de los renglones que se nos muestran, aunque a veces esa letra minúscula y semejante a una fila de hormigas se nos revele dejándonos sin saber qué pone allá abajo, sobre el azulado papel. 


Nuestros ojos mirarán atentos los pequeños y concisos párrafos. Comenzamos a leer pausada y detenidamente mientras nuestra mente divagará, recorrerá las horas de aquel día en que por primera vez la persona se hizo visible a nuestros ojos. Recordaremos entonces detalles insignificantes de su anatomía, ese pequeño lunar junto a la boca, ese tic nervioso de su meñique, ese girar la comisura labial antes de comenzar a hablar; y es entonces cuando, sin saber bien por qué, toda nuestra atención se centrará en aquella relación verbal:


Ø  Compruebe el estado de sus sentidos.

Ø  Ponga a cargar la batería cardiaca que se encuentra situada en el centro de su pecho.

Ø  Engrase el fuelle de sus pulmones que junto a su corazón expandirán su pecho llenando el aire de rítmicos suspiros al recordar la imagen de esa persona.

Ø  Aspire la alfombra gástrica retirando cualquier resto que impida sentir el aleteo de cientos de mariposas en vuelo cuando sus ojos se encuentren con los suyos.

Ø  Y por último, sucumba a ese desasosiego que, no se preocupe, no durará más de seis meses.


lunes, 25 de noviembre de 2013

De oídas.



De don Apolonio Bristolapio, hermano del insigne Abraham Bristolapio, jefe que fue de mi adorada primera subsecretaria del ministerio de Algas, allá en los 80, esa que fue capaz de tomarse medio yogur helado y el otro untado, por lo que recibió dos medallas en el mismo día, una merecida, no digo que no, pero ¿dos? ¡menudo despiporre! Lo que pasa es que esta pájara y el primer director general de Manchas en Edificios Famosos, don Luperino Betsaboco, el del pueblo aquel en que se escupieron todos un domingo, le hacía ojitos y ella, mujer de armas tomar, aunque enamorada como una Greta Garbo de su vecino, el que repartía periódicos atrasados en Ginebra, no le decía ni que sí ni que no, pero se dejaba ver los tobillos más de una tarde en su escaño, mientras doña Endebaria Castelpso, vecina suya, doctora en Huevos de Dos Yemas, pero venida a menos, limpiaba su despacho, una habitación desaprovechada a mi forma de ver, porque a ver: ¿cuándo se ha usado esa mesa de billar sino para tomar pavo en salsa de café?, pues Señor, con dos caballetes y una tabla, con un mantel limpio, te haces una mesa para merendar que no se la salta ni mi primo segundo, Jonás Julio, el que hizo dos puentes, uno para el Támesis y otro para los incisivos superiores de su tía Abdela Flora, la casada con uno de Sitges, aquél que resultó suagili por parte de madre. Sí, hombre, ¿cómo? ¿que qué decía de Apolonio?
No sé, hijo, no sería importante, digo yo, ¿no? Espera, espera, ahora que caigo…
¡Ah sí, síiiiiiiiiii!
Que lo han nombrado ministro de Exteriores, se ha cogido una avioneta, le ha soltado dos patadas a Obama, otras dos a la Merkel, ha cogido al presidente del FMI y lo ha pisoteado. Los ha presentado amarrados en la central de la ONU y ha conseguido parar 54 guerras que había abiertas en el planeta y cerrar Guantánamo. O algo parecido. Pregúntale a tu abuela. Yo es que con la tele puesta no la entiendo bien.

domingo, 24 de noviembre de 2013




Ahí os dejo mi último paseito por el campo.Besos de mil colores.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

A domicilio.


Ring, ring y ring.
-Sí, diga, ya que llama, despierta y molesta.
-¿Son ustedes los de la familia Reparatti, los que nos rompieron ayer la sala de apuestas de la calle Jera?
-Uaaah (bostezo), hi señor: somos.
-Pues que nos abra por favor, que venimos a por lo de la represalia lógica y contundente en estos casos.
-Le abro mientras llamo a mis abogados y despierto a mis matones pretorianos, esos que duermen cerca de mí, lo justo como para no incomodar mientras mi mujer y yo nos zarandeamos.
-Pero mirarán para otro lado, ¿no?
-Uno seguro que sí, porque tiene locura por el fútbol. El otro no sé yo… ¿ya se ha abierto?
-Ya está. Estamos dentro. Y qué previsión: mi mejor tirador se ha resbalado al primer paso dentro de zaguán y no ha parado hasta bajar rodando al sótano, en un deslizamiento continuo, para quedar allí con los canelones cogidos entre cepos que, supongo, forman también parte de su plan de defensa.
-Pues mire: sí, no le engaño.
-Pero este abrillantado… a mí no me queda nunca igual en la entrada de casa, y prácticamente es el mismo tipo de mármol.
-En confianza, después del pulido profesional, entre mi chiquillo el mayor, el que te va a partir la boca (perdona que te tutee) y yo, le damos una manita de tocino añejo. No me digas que el resultado no salta a la vista. Bueno, ¿subís ya?
-Vamos para allá.
Dos suben por las escaleras. Otros dos por el ascensor.
Al abrirse las puertas del ascensor, en la segunda planta, una mujer entra con seis perros de distintos tamaños atados con correas de doce metros.
-Antes de entrar dejen salir, señora, que algunos tenemos trabajo.
Mientras los perros han girado, olisqueado y meado algún zapato, la dueña de los perros, Margarite Ponteallá, insulta a los dos gángsters.
-Qué forma será ésta de allanar las vidas de las personas decentes. Son ustedes un par de cortapuerros y les odio. Ojalá les salgan trenzas en los pelos de la nariz.
Los hombres avistan a los que subían por las escaleras que, por error, se han llevado la artillería pesada. Entre los cuatro cortan las correas y consiguen que la mujer y los perros bajen por fin. Respiran hondo y llaman a la puerta del destinado a ser objeto de la vendetta.
-Ya voy, ya voy, ¿o esperará esta gente un intercambio de disparos sin la ropa adecuada?
Termina de ajustarse el nudo de la corbata y va a abrir.
-Buenas y levante las manos, que vengo a darle una buena somanta.
-Buenos días y levántelas usted también, por favor, pues detrás tienen ustedes a mi segunda, la que estudió para optometrista, con un cañón del calibre muchísimo en su cogote.
-Vaya por Dios, entonces le ha comprado usted un pisito en el mismo edificio, ¿no?
-Verás, (pasa para dentro) de aquí a nada, con su doctorado ya terminado, se me pone a parir (sin mal humor, quiero decir tener hijos) y uno no va a estar cruzando la ciudad para cuidar a los chiquillos. Total, que si se tiene que ir temprano a trabajar, ¿con quién mejor que los abuelos?
-Pero la guardería está muy bien.
-Ya, pero el primer año, con el frío… ya sabes.
Acuerdan dejar de apuntarse todos a distintos puntos corporales y se sientan.
-A mí no me parecen formas estas de decir “¡eh, tú, que te toca que te agujeree!”. Vas y le dices a tu jefe, el maricoñas, que yo en campo abierto, sin molestar en las casas, que además acabo de pintar. Y hoy porque he hecho la compra, que si no ni un café para ofrecerte.
-Mira, a mí las reclamaciones por escrito. Yo tengo aquí mi libreta de recorrido: al amanecer, pedradas en los cristales del ayuntamiento (tachado como hecho), a las ocho zurra al equipo de fútbol de la ciudad por bajo rendimiento (tachado como hecho) y después estás tú, que tenías que estar a estas horas hartito de plomo.
-Que te entiendo, que yo he pasado por eso de ser un mandado y de ahí que pusiera mi propio negocio. Pero no me muevo de mi planteamiento inicial: si yo le di para el pelo a tus muchachos por meterse con ruleta dentro de los jacuzzis de mi centro de estética corporal, tuve mis razones. Pero, lo principal, lo hice en campo abierto. Como daño colateral, dos bragas beiges tendidas a secar resultaron agujereadas.
-Lo he oído: el marido de la propietaria era uno que aplaudía desde la ventana, ¿no?
-Así es.
-Está bien. No se puede discutir con quien no se peina para el mismo lado que uno. Gracias por el café y quedamos, en principio, para pasado mañana. Ya veremos dónde. Por cierto, ¿podrías soltar los cepos que tienen cogido a uno de los míos?
-Ten: la segunda es la llave. Déjamela en el buzón antes de salir.
-No te preocupes.
-Venga, hombre, no te vayas mohíno. Las cosas son como son.
-Sí, sí, lo entiendo. Pero fíjate en esta criatura, cargando escaleras arriba y abajo con esos cañones. A ver si cualquier día no le sale una calambalgia aguda.
-Venga, que hay que seguir viviendo (carcajada general por la ocurrencia) y verás como el próximo día vemos todos las cosas con más claridad. Hala, hasta luego.
 -Verás al jefe cuando se lo cuente. Seguro que me dirá que soy un doblabrevas, que cualquiera me dice algo y cedo…
-Has hecho lo que has podíiiiiiiiiiiido hombre, no te hagas mala saaaaaaaangre… arriba ese ánimo.
Y le da con la puerta en las narices.
-La próxima vez no le abro.