Me levanté en cuanto vi que mi lora Barbi y mi anaconda Yarina se liaban a bofetadas, un arte difícil para ambas. Ayer tarde bebí demasiado. Quizá algo menos que por la noche, pero mucho; y no les preparé la cena. Medio molida, me libré del abrazo de mi marido, Pepe Bermúdez, y puse paz entre los bichos. Al ver que me dirigía a la cocina, dejaron sus disputas y me siguieron.
Barbi es muy especial para comer. Lleva una temporada dando lata y le tengo muy mimada. El desayuno que le preparé para hoy era el siguiente:
-Cereales hidrogenados marca Coquitos recubiertos de miel.
-Agua sin gas propio, con gas añadido de otras aguas con gas a las que les quito el gas apretando fuerte la botella.
-Yogur enriquecido con nata, de sabores variados.
Mientras Barbi disfrutaba igual con la vista de su bandeja, que comiendo cada vez de un plato, miré a Yarina. Y era tal su expresión en los ojos que no pude sino darle también un capricho. Como una bala, salió de la cocina.
Yo no digo que los animales se rían, pero en cuanto Yarina se zampó a Pepe de un golpe, juraría que su rostro era el de un chiquillo con zapatos nuevos.
Tres días más tarde, con la digestión hecha, salimos otra vez a buscar novio para las tres.