jueves, 12 de febrero de 2009

COLORIN COLORADO

No estoy triste. Todo principio tiene un final y todo sueño un despertar. Hoy, Copenhagen nuevamente ha jugado al ratón y al gato conmigo. Amaneció con sol, haciéndome presagiar un día luminoso, lleno de color; pero no fue así, a medida que pasaban los minutos, el sol juguetón decidió que jugar al esconder con las nubes era la mejor opción. Y ahí me véis, rayitos de sol por aquí, nubladillo por allá; pero de todas formas he de decir, que esta ciudad me ha conquistado poco a poco, sin prisas. Ha sido como ese amante que se entrega despacio, que te ofrece la luna, las estrellas, para luego ofrecerte sin reparos el cielo entero.
Copenhagen es una ciudad que no te atrapa al instante, como pueda ser Roma (bueno, esa es mi humilde opinión), pero tiene rincones realmente cargados de belleza, de dulzura. Sé que no la he conocido a fondo, pero no me importa. Lo que he vivido sí que lo he hecho intensamente.
Hoy hemos visitado el museo GLYPTOTEK (complicadillo el nombre, verdad?; pues aquí todo es por el estilo, tienen una fonética irreproducible para mí). Allí muestran obras egipcias, romanas, griegas... y también una buena colección de pintura francesa y danesa. A mí me ha parecido algo complicado de visitar (subidas y bajadas de escaleras, tuerza usted a la derecha, luego dé un giro de sesenta y cinco grados... ¡vamos liosillo!) pero con obras realmente que me han atrapado.
Después, volvimos a pasear sus calles, descubriendo torres de formas muy originales, imitando una a una espiral, a varios dragones enroscando sus colas otras... Sus calles llenas de gentes, sus plazas llenas de bicicletas, de estatuas equestres, de fuentes. Merece la pena venir a esta ciudad y dedicarle unos días.
Me voy de Copenhagen, no sé si volveré algún día por estas tierras, pero sí sé que recordaré esta ciudad, y todos los momentos que en ella he vivido. Me ha gustado compartir con vosotros mi viaje y mis sensaciones aquí.