jueves, 4 de septiembre de 2008

Un pedacito de paraíso sobre el asfalto

Sé que no es fácil descorrer las persianas y ver que aun cuando despiertas las luces de la ciudad están encendidas y que el naranja de su cielo se refleja sobre las sábanas de tu cama, calientes pero vacías.
Sé que no es fácil soportar el ruido de las calles que te retumba en el pecho y que aunque la gente te mire cuando hables nadie te esté escuchando porque ya ni siquiera el corazón y los oídos son capaces de encontrarse dentro de un mismo cuerpo.
Sé que caminar bajo la lluvia al descubierto es la mejor forma que existe para terminar de estropearte un día que tampoco a la hora del almuerzo lo has visto depegar.
Sé que tu vida la imaginaste llena de musas con flores de vainilla trenzadas en el pelo pero en esta, yo, con el torso desnudo, soy tu musa en vaqueros.


P.D.- perdonad por querer justificar mi prisas por la reaparición con un texto que para nada es nuevo.

LANZO UNA PREGUNTA A MIS COMPAÑEROS Y A NUESTROS LECTORES:


¿Hasta qué punto será conveniente el hablar, el contar, aún en la más estricta confianza, nuestras propias miserias? ¿Sería esto un ejercicio, una muestra quizá de valentía, de cobardía por no sentirnos solos frente a la adversidad, o de torpeza? Hasta dónde contar para no contar de más. Hasta dónde callar. Os lanzo estas preguntas emulando a Javier Marías en Tu Rostro Mañana.
Espero con ganas vuestras opiniones.