jueves, 29 de mayo de 2008

ESPECIALISTAS.

Tocaba ayer. Mi mujer, Cristina, decidida, llenó el cubo de agua y jabón. Sin pensarlo dos veces, abrió el cajón de los paños (antiguas camisetas) y se dirigió a los niños y a mí para comenzar la limpieza.

El cristal de la ventana grande, de haber estado, se habría limpiado según mis ideas, no como decía al teléfono mi madre, que llamó desde Ipanema. Así que, menos mal que vivimos en una planta baja, recogimos del césped a Bernardo, el mayorcito, y lo pusimos a barrer los yerbajos que se trajo pegados al caerse. Las pequeñas, las gemelas Pepa y Paca, salieron de la chimenea en cuanto se lo pedí.

A pesar de las dificultades, limpiamos la casa de arriba abajo. Salvo un detalle. En la pared de la salita gris (tras una discusión enorme, llegamos a que es gris) detectamos una araña. Gorda, peluda, llena de patas. Y vacilona.

Sin mostrar más sentimientos que la defensa de mi hábitat natural, cogí mi raqueta de squash y me fui a por ella. Supuse que con un revés plano, brazo suelto y piernas flexionadas, sería suficiente. El bicho se anticipó a mis movimientos y, pendiente de un hilo de seguridad, se paseó por mi nariz y me picó.

Sin hacer la digestión, recogidos del suelo la escalera plegable, un pañuelo y mi raqueta, optamos por llamar a un especialista en combatir arácnidos criminales.

Antes de venir, el operario de la empresa Kill Bich nos aconsejó consultar a un abogado. Debíamos tener en cuenta quién había llegado antes a la casa. Cogí mis escrituras y leí en voz alta el protocolo de compraventa ante notario y, sobre todo, la fecha de la misma. La araña volvió a dar una pasada en plan Tarzán para intentar arrebatarme el documento, pero pude esquivarla y huir al cuarto de baño, donde permanecimos hasta que llegó el exterminador.

Desde la bañera, armados de botes aspersores llenos de champú, oímos el desarrollo de la lucha. Debió ser horrible, según chocaban contra el suelo, una y otra vez, la espalda y la cabeza del operario, quien, en un último detalle antes de huir, echó la factura debajo de la puerta del baño, que incluía sólo el desplazamiento.

No tenía alternativa. Hice la llamada comodín, la que no podía fallar.

En efecto, antes de la batalla final, apareció Spiderman de paisano. En un abrir y cerrar de ojos, se encaró con nuestro enemigo y le dijo cuatro cosas bien dichas. El bicho bajó por el marco de la puerta y, abochornado, salió con la cabeza gacha. Por el camino hasta el coche, se oían las reprimendas y los pescozones que el superhéroe aplicaba a nuestra ocupa.

Así fue como supimos su nombre: Concheta.

Con el mayor de los sigilos, volvimos a tomar posesión de nuestra casa. Por la noche, hicimos una fiesta en el jardín, dejamos la puerta abierta para que se secara la pintura y el domingo por la mañana teníamos una familia de murciélagos encima del televisor.

Aquí no tendría que llamar a nadie. Para algo soy Batman, qué demonios.

miércoles, 28 de mayo de 2008

DESPERTAR

El Rompido. Julio de 2006.



A veces nos perdemos en lo más tenebroso de nosotros mismos. Abastecemos nuestra alma del insoportable vacío de la infelicidad. Es entonces cuando nos salva el hecho simple de mirar a través de las tupidas cortinas que hemos ido tejiendo, en un tiempo demasiado oscuro e inexorable, para ser capaces de ver ese añil que nos espera y que nos devuelve a la vida, brindándonos todo un cielo de posibilidades.

martes, 27 de mayo de 2008

RONDA.

Contacto visual.

Es lo primero. Que me vea. Que me vea y que vea que yo la veo. Eso es.

Por ahí viene. Qué caída más tonta, la pobre. Pero ya me lo dijo su prima Mari Vicuña, “A todos lados con tacones; aunque venga cargada con cuatro bolsas hasta arriba, ella con tacones”. Y ahora no es plan de que vea que la he visto. No veas qué corte, con todas las patatas debajo del coche verde ese, que lleva más de dos meses abandonado, a pesar de que mi madre ha llamado a los del depósito municipal antesdeayer… ¿qué decía yo?

 Lugares comunes.

Cuando sale del trabajo, ella tiene sus sitios para ir a echar una canita al aire, como dice mi tío Pablo. Pero el Pablo de parte de mi padre. Porque el Pablo de parte de mi madre es cura de San Vicente del Horts... que me descentro. Ella se va a tomar un agua tónica a un bar amarillo que está al lado del Cortinglé. En realidad es una cafetería, pero nadie toma café. A lo mejor propongo que se llame toniquería y me luzco o hago el ridículo. Pero ya sé a qué hora puedo entrarle: cinco minutos después de pedir su consumición, empiezan todas las amigas –ella de las últimas- a ir al baño. Sincronizaré mi reloj con el del Telediario de la primera, porque he visto que el reloj del video también tiene la misma hora...

He pensado también que podría hacerme el encontradizo en Pandurito, la tasca de su tío, pero ella va a ese tugurio sólo para recoger a su padre, al llamarlo la mujer para cenar. La cosa es que a mí el vino que ponen allí no me gusta.

 Amigos comunes.

Ninguno.

 Otras posibilidades.

Las actividades del Distrito Sur. Este año se ha puesto en marcha, además de lo de montar belenes, una clase de baile. He estado hablando con el señor Concejal de Cultura -mi tío Pablo- y creo que van a ser los lunes y miércoles de siete a ocho de la tarde, y los sábados a las nueve y media, con baile abierto para todos los vecinos. Tengo, pues, tres oportunidades a la semana, que contando, contando, se van a las ciento cincuenta y seis en un solo año. No debo fallar.

Otra posibilidad sería hablar con su hermano. Pero no va a ser fácil hasta que nazca y sus padres son ya mayores. O en sus tres hermanas, casadas y con muchas ocupaciones, pero ni hablar: Me da apuro molestarlas con cosas que quitan tiempo y comprometen, viviendo como viven en Honolulu.

 Cosas que tienen que pasar.

En su empresa la convención se hace este año en el hotel Gargolitas, de toda la vida con salones para celebraciones y reuniones de trabajo. Monísimo. Tenían previsto seguir trabajando al día siguiente y todos los empleados pernoctaron en la primera planta para poder comenzar temprano las ponencias. Es estupendo que sea yo el gerente de este hotel. Llamo a una puerta y ahí está ella, que me abre y de un tirón de la corbata me lanza a la cama. Caigo, pues, en blandito. Y ella sobre mí, en blandito también, que no soy persona huesuda. Cuando puedo volver a hablar, han pasado unos ochenta minutos preciosos que no he aprovechado para decirle, tan despeinado como estoy, que me gustaría invitarla a tomar una tónica.

Digo yo que, siendo su vecino, debería haber empezado todo esto de una forma más sencilla.

lunes, 26 de mayo de 2008

TIENE SENTIDO.

Mujer, amiga cierta de mis urgencias.

Mujer, que aunque se ría enseña los dientes.

Mujer con o sin pantalones, mujer valiente.

Mujer pasión, mujer locura y paciencia.

 

Tu hombre quiero ser de noche y de día.

Tu hombre sólo días pares e impares.

Tu hombre, invierno al sol, primavera fría.

Tu hombre a pesar de todos los pesares.

 

Nosotros, dos por dos mirándose en claro.

Nosotros, sin que quepa veneno alguno.

Nosotros, sin pudor, sin ningún reparo.

Nosotros, este par que se siente uno.

 

Amanecer de oscuro, al sol que ha salido.

Amanecer, rodando por tu cintura.

Amanecer, contigo, tiene sentido.

Amanecer: tu beso, mi amor, mi cura.



domingo, 25 de mayo de 2008

AMOR SIN MEDIDA.

 

Supongamos conocida

la distancia, puesta en años,

a andar desde la salida:

Qué cantidad de peldaños

 hay que subir en la vida.

  

Supongamos calculados

cada abrazo y cada beso,

amontonados, al peso,

o más aún, numerados.

  

Supongamos, finalmente,

tener contabilizado

en minutos, fríamente,

qué tiempo se ha dedicado

al amor, sencillamente.

  

Entonces supóngase

también que no soy,

desde que nací hasta hoy

ése que cuenta; y dígase

que de esas cuentas me voy.

 

Pues vivir por desear,

buscar caricias, miradas

cómplices, por más buscadas,

no da tiempo a calcular:

Se va el tiempo, se va en nada,

se va el tiempo sin pensar,

porque se inventa al amar

juego de amantes y amadas.

  

Yo desafío al rigor,

a todo lo razonable;

fuera el corazón contable

que contabiliza amor.

 

Y porque vence al dolor,

y al más amargo sabor

viene a ponerle dulzura,

va el  amor sin contador

cuando llega la ternura.

  

No aguanto al tiempo mordida

y hasta el minuto más chico,

debe alargarme la vida,

si es al amor, sin medida,

 al que mi vida  dedico.

  

Quiero vivir sin pensar:

si el Cielo quiere girar,

o el Sol se acaba poniendo:

yo no lo puedo evitar;

no me van a vigilar,

no me pararé a contar

el tiempo que estoy queriendo.

 

BOB EL MALO.

La banda de Bob el malo

acabó balaseada

y saturada de palos.

Fue la semana pasada.

 

El comisario Tomás

los dejó sin contemplanza,

por todita la explanada,

desparramados no más,

llenas de tiros las panzas.

 

Pero el cabecilla huyó.

Peligrosón y listillo,

en un jaco se montó

y se escurrió como un pillo.

 

Tomás se sintió fatal

de no arrancar la cabeza

a una hidra que, en certeza,

se reharía al final.

 

Así que montó a caballo

y se largó tras el otro.

Pero se extrañó: su potro

parecía tener callos.

 

Jaleándole, detrás,

Bob el abuelo, el matón

padre de Bob el maloso,

de la risa atragantado,

veía montar a Tomás,

con el trote remolón,

de un burro parsimonioso

de pura sangre pintado.

 

 

DESEMPLEO.

El hombre lobo del pueblo, Alejandro Bioneski, volvía a la oficina del paro. Los motivos trascendían la simple y conocida crisis económica. La verdad, la pura verdad, se explicaba con dos factores muy claros: El robo del satélite, la misteriosa desaparición de la Luna el pasado domingo, y el hecho de que cualquier empleo posible en Argesia tiene que ver con sus fabulosas minas de  plata.

viernes, 23 de mayo de 2008

CONFIDENCIAS



Foto del verano de 2005, en El Rompido


Miro esta luna de agosto. Tiene a sus pies un fiel lucero. Mientras la observo, repaso este día de hoy con una sonrisa en los labios; miro también al lucero y me dan ganas de contarle unas cuantas cosillas que cualquiera le contaría a Dios; ¡bueno, por si acaso estoy equivocada y resulta que anda por ahí; que en ese caso no creo que ambos anden demasiado lejos!

Me encantan los días como estos, agridulces. Incluso no me importa si son más agrios que dulces, porque de esa manera, el dulzor en mi boca se multiplica por el ansia con que lo recibo y el gustazo me cunde mucho más.

Hoy es día de desastre y reflexión por ello mismo. Hay que controlar el desastre para que él no te controle a ti. Es día de agradecer ciertas cosas y a la vez desear que puedas agradecerlas siempre, y que no se termine volviendo algo detestable (el lucero me mira intrigado, extrañado, lo sé). Todo lo bueno encierra un riesgo; el riesgo a la pérdida. Todo lo malo lleva consigo la bondad que la esperanza nos regala.

A veces es sólo una cuestión de tiempo para poder valorar la naturaleza de las cosas. Pienso en mis virtudes, y en ellas no encuentro nada original o fuera de lo común; más bien lo contrario. Pienso en mis defectos y curiosamente compruebo cómo algunos me han salvado de cometer otros aún peores. Con eso me doy por satisfecha. Aunque casi siempre los llevo como un lastre acomodado en el tiempo.

Qué cara me habrá visto hoy ese chico que me ha vendido el libro del filósofo hindú Jiddu Krishnamurti, cuando le leo el apellido, que lo llevaba memorizado en la agenda de mi teléfono móvil, y no conforme con la información, me pide que se lo muestre para poder teclearlo en el ordenador. Y cual es mi sorpresa al oírlo decir bajito:

“Regla en enero, el tres- regla en febrero, el uno- regla en marzo…”

Entonces caigo en la cuenta y tengo que decirle:

“El último dato que aparece en mayúsculas, si no le importa.”

Qué cara me habrá visto de boba. La misma que le he visto yo a él. Al momento nos hemos reído, incluso una hora después hemos vuelto encontrarnos por el centro comercial y nos hemos sonreírnos nuevamente, ya con menos cara de tontos.

Es posible que el desastre de mi agenda, uno de mis mayores defectos, lucero hermoso, que brillas impecable en ese cielo tan, tan ordenado, sea el causante de mi primera sonrisa del día y de la primera mirada de complicidad. Bendito desorden pues.

ÚLTIMO INTENTO.

-Ya puedo ver bien otra vez, ¡no estoy ciego!, -gritó el abuelo Cosme.

-Demuéstrenoslo, -contestó el yerno, Cayetano, dueño del piso, doblando el periódico.

Don Cosme se agachó y, bajo la media luz del pasillo, recogió un imperdible del suelo junto a los pies de su hija, Nati, que preparaba la cena y no quería disgustos.

-¿Qué? ¿Eh? ¿qué? –preguntó el abuelo, triunfal.

Cayetano permaneció callado intentando recordar una película sobre la II Guerra Mundial.

Don Cosme hizo ver a su hija que tenía un zapato de cada color. Ahí dio un buen golpe.

-Vamos a tomar algo, para celebrarlo -dijo Cayetano.

-Sssi, una cervecita aquí al lado, -dijo Nati, loca de alegría por no tener que freír pescado de noche.

Tras tres pasos iguales, don Cosme abrió la puerta de la calle.

“La gran evasión, así se llamaba” se dijo Cayetano.

Antes de salir, don Cosme se arregló el pelo frente a la pared.

Cuando cerraban la puerta, el nieto preferido de don Cosme, Blasito, preguntó:

-Abuelo, ¿qué te parece el cuadro que he puesto al lado de la puerta en lugar del espejo?

A don Cosme no lo llevarían a Disneylandia. Pero Nati ya estaba en el portal y se libró de la fritanga.

PARECE MENTIRA...

Parece mentira. ¡Quién me lo iba a decir hace un año! Éste es mi último trabajo de clase de Dibujo y me encanta poder compartirlo con vosotros que tanto me habéis animado. Perdón por mi paréntesis de estos días. Tengo ganas de volver a escribir.... Aunque realmente nunca he dejado de hacerlo.

(Me encantan los progresos de nuestro polluelo)

jueves, 22 de mayo de 2008

UNA HISTORIA (VERDADERA) BREVE.

Dos niñas de dos y tres años, hermanas, van a la guardería temprano. Las lleva el padre. Por la tarde, vuelven a casa con la madre, que las recoge. Tanto al ir como al volver, ambas niñas se paran, todos los días, ante un gran escaparate de cristal donde contemplan un juego de construcción enorme y complejo, junto a su caja. No tienen mucho tiempo, hay prisas. No lloran ni forman escándalo alguno. Se miran y siguen el camino.
Los padres, una noche, comentan lo que ocurre y acaban comprando el juego. Comienza a armarlo el padre, el primer domingo que tienen libre. Pasan las horas y la complejidad le cansa. La madre acude en su ayuda, atornillando y ajustando. Pero algo empieza a temblar y todo el castillo de piezas se va a venir abajo. Mientras la construcción cae con estrépito, cada uno coge en brazos a una de las niñas y corren a protegerse dentro de la gran caja de cartón, abrazados los cuatro. Las dos niñas se miran y sonríen. Ya tienen, por fin, lo que querían. 

lunes, 19 de mayo de 2008

wiki

Hasta hace poco no sabía que cosa era un/una wiki. Pues bien, es una especie de página web que se va creando con lo que aporte cada uno de los que la visitan. En el curso que ando haciendo hemos tenido que crear una wiki(Un grupo de tres amigas). Es de poemas infantiles. Si alguna vez habéis hecho alguno y os hace ilusión publicarlos aquí va el enlace. Lo pongo para todas aquellas personas que lean u ojeen este blog:
http://wikipoems.wikispaces.com/

domingo, 18 de mayo de 2008



Queria compartir con vosotros una de las imágenes que más me han impactado de mi viaje a Roma. Seguramente haya quien piense que soy poco original eligiendo entre tanta maravilla esta fuente, pero no es una fuente más, ni un monumento más;para mí, es el MONUMENTO. ¿Os imagináis ir paseando por unas calles estrechas, llenas de restaurantes abarrotados de turistas comiendo pasta, y de pronto, sin más aviso que su propia hermosura y grandeza encontraros con ELLA?, pues eso fue lo que me ocurrió a mí. Se me estremeció el alma al verla. Rodeada de gentes, de mil y un flash, japoneses por doquier, pero allí estaba, inmóvil y a la vez acercándose hasta mi, para darme su saludo de agua, de sonido, de luz. No me pude resistir a esa tradición de cine de lanzar una moneda al agua; yo no solo lancé una, sino unas cuantas, para garantizar así mi vuelta a esa eterna ciudad, a esa fuente que algún día espero contemplar de nuevo y compartir con mi "otro" corazón toda la magia de esa ciudad.

Si no habéis estado, id. No os arrepentiréis. Eso sí, id dispuestos para patearla de norte a sur y de este a oeste. Roma os espera siempre ETERNA.

viernes, 16 de mayo de 2008

CIUDADANO

CIUDADANO: Que buenas, que vengo a poner una denuncia, quizá llamada trámite.

POLICÍA MUNICIPAL: Mire, es decir, a mí chulerías contextuales ni una.

 CIUDADANO: Sabrá usted con quien está hablando.

POLICÍA MUNICIPAL: Con un relamido, tal parece.

CIUDADANO: Pues puede que sí, no digo que no,  pero no tiene por qué.  O similar.

POLICÍA MUNICIPAL: Agachaditos nos vamos poniendo.

 CIUDADANO: A la altura de su personalidá, mira este.

POLICÍA MUNICIPAL: Es la autoridad lo que usté contraviene con su actitud altanera.

 CIUDADANO: O quesusté demasiao bajito pa este trabajo.

POLICÍA MUNICIPAL: Que está usté en una tarima, pesicológicamente hablando.

 CIUDADANO: Que de aquí no me baja un chapelilla como el que tengo enfrente.

POLICÍA MUNICIPAL: Que si soy cabo es por algo, señoritingo.

 CIUDADANO: Mira que cabo un joyo y de la risa me muero y mentierro yo solo.

POLICÍA MUNICIPAL: Eso, o media galla que le endose mientras me duermo.

 CIUDADANO: Hay que haber nacío hombre pa eso que usté dice, me paece a mí.

POLICÍA MUNICIPAL: De cuatro en cuatro me los he merendao  yo y con más kilos. 

CIUDADANO: Que nostamos hablando de buñuelos, periñán.

POLICÍA MUNICIPAL: Va a ser lo mismo con cuatro arlequines como el que se me encara hace rato.

 CIUDADANO: Si es que no hay más triste cosa que perder las gafas pa perder la perspectiva. Macegracia la de enfrentamientos que se hacen de lengua padentro.

POLICÍA MUNICIPAL: Me paice que se pierde el sitio cuando no se sabe questamos en adonde se manda.

 CIUDADANO: Usté manda menos aquí que en su hogar, dulce hogar, o santa casa.

POLICÍA MUNICIPAL: Amosanda el soltero independiente este, el liberado.

 CIUDADANO: Mire, que todavía no he planchao una camiseta en todo el mes. No como otros…

POLICÍA MUNICIPAL: Sólo por ver cómo quedaban, que mi señora me contaba mientras el partido.

 CIUDADANO: Ya, ya, la afición que le llaman.

POLICÍA MUNICIPAL: Me entero yo de algunos que van a trabajar con el delantal, que se les olvida quitárselo.

 CIUDADANO: Será que otros friegan mejor sin él, digo yo.

POLICÍA MUNICIPAL: Pues que me va dando la hora del cierre pal botellín. Será cosa de ir sabiendo de sus motivos originales para hacer su aparición en la mi comisaría.

CIUDADANO: Pues le puedo dar ese permiso que usté necesita, porque con la cháchara el santo se me ha ido talmente al cielo.

POLICÍA MUNICIPAL: Todo en la vida es el orden y el concierto. Pequeño lápiz mejor que gran memoria, ya lo decía mi padre.

 CIUDADANO: Lo menos malo es que tengo yo la gusa del estómago avisando. Va a ser cosa de acompañarle y hacer par el número de cristales a beber. Vamos, si a usté no le molesta… que algunos son muy delicaditos ellos…

POLICÍA MUNICIPAL: Esta profesión hace sociales a los que la llevamos dentro. 

CIUDADANO: Pues sea en el bar de Corrales, con el menudo a punto de salir. Que pago la primera ronda.

POLICÍA MUNICIPAL: Que no ha nacío el que me pise a mí la primera convidada, señorito de pajaritas.

 CIUDADANO: Pues que sea la segunda, que nadie ha sío capaz de negarse a beber con este que lo es…

POLICÍA MUNICIPAL: Pues que vamos.

 

BAILAR POR DENTRO

Ni sabe el tiempo que lleva echando de menos su mirada; ésa con la que a veces la miraban sus ojos; ésa que, de tanto contenido, provocaba que bajase los suyos; ésa que le decía que ella formaba parte de sus anhelos. La misma mirada que poco a poco, con el transcurrir de los años, había dejado de ver.

Hoy soñó con su mirada. Ahora busca en sus ojos y reencuentra la magia que la hacía bailar por dentro. Y llega a la conclusión de que siempre estuvo ahí, sólo que dejó de verla, ciega y al borde del abismo donde le llevó esa ausencia. Donde lo arrastró y se arrastró a sí misma, y donde casi llega a olvidarlo de creer que él la olvidó.

Hoy soñó con su mirada, entre aromas de café y amanecer recién estrenado. Y comprende que nunca dejó de tenerla. Hoy sabe que estuvo dormida y ausente; gastando el tiempo, sin brillo y sin baile.

Hoy bailará con él, con una incansable orquesta, con resplandor de lentejuelas…

…Y mi corazón con tu mirada. Hoy…, si me dejas.

miércoles, 14 de mayo de 2008

"SE NECESITA PERSONA PARA LA COCINA"

 El letrero del pequeño restaurante “Todo Carne” de la calle Pavía, fue colgado por su propietario el día catorce de enero de 2006. Al día siguiente, antes de la hora de comer, dos personas preguntaban por el empleo y el mismo dueño, Federico Bellido, les atendió.

Tras presentar cada uno su currículum, la aportación de los dos aspirantes fue considerada excelente por Federico. Uno de ellos, de nombre Ladislao, colaboró con toda la grasa que sus rotundos muslos contenían alrededor de unos filetes compactos, pero rendidos después al mínimo impulso de un cuchillo manejado con suavidad. Su hígado, fresco y sin el menor atisbo de drogas o alcohol, se valoró al ser servido con guarnición como uno de los momentos estelares de la cena. El otro aspirante, Armando, más fibroso y delgado, ocupó las bandejas de entremeses de las reuniones pequeñas, además del centro de múltiples bocadillos para los más pequeños, menos acostumbrados a la solemnidad de la mesa. El plato principal, su corazón, hizo las delicias del invitado principal de la noche, el concejal Abel Dorado, antiguo compañero de colegio de Federico.

Después de la cena, concebida para satisfacer a sus mejores clientes el citado día quince de enero, Federico, como de costumbre, cerró el local para limpiar bien y tomarse un día de descanso. De ese modo, el letrero de “SE NECESITA PERSONA PARA LA COCINA” no fue colocado en la puerta de su restaurante hasta el día diecisiete de enero de 2006, bien entrada la tarde.

MICROHISTORIAS (II).

J. L. Gallo no era ningún ogro caníbal devorador de personas ebrias, pero lo encarcelaron de por vida por presumir, a gritos y en la plaza, de haberse comido cientos de borrachos aún calientes, después de trocearlos. Su familia traspasó la pastelería.

 Virginia M. D., mujer muy rizada, lloró muchísimo al ver partir a su novio tras devolverle el anillo de compromiso, a pesar de que juró y juró que no se había dedicado jamás a la prostitución. Era cierto, no lo negaba, que había sido imputada varias veces por atrasos en los pagos a la Seguridad Social, pero nada más.

 Clarencio L. G., de unos veintiocho años, se casó con su madre, a la que no conocía, y tuvo con ella un hijo que se casó con su hermana (de Clarencio, más joven que él, a quien tampoco conocía). Pues bien, su hijo, su cuñado, y su nieto, eran la misma persona, así como también coincidían en una sola su hijo, su padre y su abuelo. Consiguió numerosas ventajas legales al presentarse él solo como familia numerosa.

 Sin haber pisado jamás una escuela de ingeniería, Pablo J. F., de Móstoles, llevó a cabo más de mil ochocientos puentes bajos y casi los mismos altos durante su vida profesional. Eso sin contar algunos días laborables que caían entre dos fiestas, en los que no cerraba su consulta de dentista.

 Al no ser capaz de aprenderse el papel de Ricardo III para la función de fin de curso, Honorino P. L., de Chipiona, recibió un folio en blanco para su intervención como cortina doblada en la obra. Aún así, tartamudeó en silencio con la mirada.

 En el pilón del pueblo, Teresita Galán lavaba la ropa. Según se iba quitando la falda, la camisa o el sujetador, mojaba, fregaba y ponía a secar al Sol. Al final, cuando enjuagaba su última prenda, como ya tenía secos los calcetines, se los puso, lo que le quitó esa incómoda sensación de desnudez de la que le advertían los vecinos al pasar.

 La bala pensaba por sí misma. Esquivó al niño arrancado de los brazos de su madre para la guerra y se desentendió del soldado que acababa de saber que era padre. Pero al acercarse a un fanático, gastó su impulso en hacerle volar el casco por los aires. Decidió que era la mejor forma de que entraran más ideas en esa cabeza. Después descansó en el campo el resto de su vida.

 El gorila de la discoteca se jubiló y volvió a la Selva, donde Tarzán le organizó una comida homenaje. Acudieron todos los animales, incluso los que llevaban zapatillas informales. Ese día hizo la vista gorda.

 El egipcio Asomatek Phorahi  no vivió lo suficiente como para conocer a su sexagésima esposa. Su primera mujer, su primera viuda, lo impidió la noche de bodas.

Los dos sabios, hombres mayores y venerables, lograron por fin aproximar sus ideas. Durante un breve instante, sus pensamientos estuvieron más cerca que nunca a lo largo de sus vidas. Momentos después, ambos eran atendidos tras el tremendo cabezazo sufrido al intentar pasar los dos al mismo tiempo al interior del laboratorio.

 Pepa Gloria Jalón Serrano, mujer tradicional y de ideas conservadoras, acabó por entender la realidad de un pobretón que, durante doce años, había visto sentado sobre un cartón, cabizbajo, mientras pedía limosna en la esquina de Sierpes con calle Granada. Y la verdad es que su corazón ya estaba tierno ante la perseverancia, pero acabó por derretirse cuando el pobretón, a la salida de misa de doce de la Catedral, se le apareció en un lugar apropiado para Pepa Gloria Jalón Serrano: la puerta de una iglesia grande. Sin pensárselo ni un instante, se soltó del brazo de su marido, don Nicodemo Pascual Redondo, se dirigió al pobretón y, sonriendo le preguntó: ¿Tiene usted cambio de diez céntimos, buen hombre? Resuelta su transacción, sin mirar atrás, Pepa Gloria Jalón Serrano bajó a saltos los escalones que le separaban de su esposo y se aferró a su brazo con la alegría de una chiquilla. Juntos, comenzaron su paseo hacia el barrio de Santa Cruz, donde algunos yernos, hijas, hijos y nueras, les esperaban para tomar un aperitivo, según la costumbre.

NI UN SOLO DÍA.

Con sus propias manos echó el último puñado de arena sobre el ataúd y volvió sola a casa en el coche que tan bien usaron para llevarles a sitios fantásticos, incluso sin moverse de él.

No esperó ni un solo día.

Sin cerrar la puerta, se cambió de ropa dejando en el suelo el mínimo luto de una camisa y una falda. Cogió la ropa más alegre del armario y soltó su pelo moreno y largo sobre la espalda, en un claro homenaje. Con la pequeña maleta en la mano, antes de salir, garabateó una nota para la señora de la limpieza y dejó un par de mensajes en contestadores de amigos y familiares.

No huía de nada. Iba a servir al amor, como había hecho siempre. Estaba orgullosa de lo que había amado a su hombre y no estaba dispuesta, cercana a los cuarenta años, a permitirse llorar por lo irremediable.

Después de un corto viaje, volvió a casa con alguien de nuevo a su lado para compartir la vida, los deseos, las penas y todo lo demás.

Conoció a varios hombres, con los que supo compartir sexo, más de una locura, y toda la complicidad. Incluso hubo una mujer de amistad y caricias, diciéndose que no besar aquellos labios era un pecado que no se podía permitir contra el Cielo, ese Cielo desde el que Juan, su Juan, su compañero desde niña, aprobaría que no se dejara vencer por la tristeza.

Murió con una sonrisa, igual que vivió.

Y se alegró de veras de que fuera Juan el encargado de recibirle.

lunes, 12 de mayo de 2008

Foto: I. Orta


NADA IMPORTA


No importa
ni cuanto amastes
ni cuanto ames aún.

No importa
lo que fuiste.
Ahora,
sólo eres el monumento
al amor que un día fue,
y que sin fanfarrias,
ni cohetes,
ni guirnaldas,
ni carteles
se acabó.
Dijo adiós
y se marchó.

No importa
ni cuanto amastes,
ni cuanto ames aún.

sábado, 10 de mayo de 2008

UN CUENTO ETERNO


Madrugada del dos de julio del setenta y tres. María llora. Sólo tiene siete meses de vida. Su llanto parece estar reclamando el chupete que a media noche ha perdido entre las sábanas de su cuna.
Su padre se levanta, pero de pronto el llanto cesa y en el silencio se oyen unos chupetones aliviados que la introducen de nuevo en su apacible sueño.
El padre vuelve a la cama.

Madrugada del cuatro de julio. María llora. Unos segundos antes, su madre oye cómo el chupete cae al suelo. Probablemente la niña, dormidita boca arriba, lo tuviese en la mano y, al igual que en otras ocasiones se haya escurrido por entre los barrotes de la cuna. Pero, desde el pasillo, justo antes de llegar a la habitación, se abre paso un extraño silencio. Al llegar a la cuna, el bebé mueve sus cachetitos entregado al sueño.

Madrugada del siete de julio del setenta y seis. María ríe. Las carcajadas despiertan a sus padres que sobresaltados acuden a ella. Cuando llegan a la habitación, encuentran a la pequeña sentada en la cuna mirando a una esquina, tan absorta en su risa que ni se percata de la presencia de Carlos y de Ana, que con gesto de preocupación se miran y observan.

Madrugada del dos de agosto de setenta y seis. María habla. Sus padres vuelven a su lado y la encuentran con la mirada fija en el mismo punto y lanzando preguntas al aire:
“¿y pocqué codía e conejito Pedico?... ¡Ahh!... ¿Y no venía zu mami? … ¿Y ze lo comió e zodo malo que ze llamaba Bigotez?”.
Ana comienza a temblar. Carlos intenta calmarla y le dice que no se ponga así. -“María debe estar viviendo eso que le sucede a algunos niños; eso del amigo imaginario. Verás cómo no pasa nada.”-

Ana sale de la habitación y regresa con una caja de cartón que guarda en el altillo de su armario. Apenas acierta a abrirla. Rebusca y rebusca hasta encontrar una serie de folios grapados. Y mientras la niña sigue mirando y lanzando preguntas al aire, Ana pone los folios en las manos de su marido. Están ilustrados con dibujos preciosos, algo gastados por el tiempo. Carlos lee: “El cuento del conejo Perico y el zorro Bigotes Largos” y una nota a pie del título:

“Ana, para ti este cuento que fui formando entre una y otra tarde de siesta, cuando yo intentaba que te durmieras y tú me pedías un cuento, entre las sombras del cuarto que nos aliviaba de las tardes de agosto. Con él te hacía dormir a ti y haré dormir a mis nietos.
Te adora:
Tu madre.”

Ana corre hasta la cuna y abraza a su niña, tendiendo la mano hacia ese punto, queriendo encontrar una caricia como respuesta. Una caricia que perdió hace hoy quince años. Carlos, atónito, se convierte en el espectador de un hecho al que no puede dar un sitio en la realidad, tal como él la entiende. Pero algo extraordinario ha pasado ante sus ojos. Algo que ambos guardarán para siempre. Un cuento eterno.

viernes, 9 de mayo de 2008

IMPOTENCIA

A galope entre el tiempo y los anhelos,
puedo sutilmente observar, sin remedio alguno,
que lo primero reta sin piedad a lo segundo;
y yo, simplemente, no lo soporto.

jueves, 8 de mayo de 2008

MAESTROS PINTORES (y II)

Diego José de Pocobrillo y Tarimas.

Alumno predilecto de Zumbarán, se dedicó a las miniaturas. Le dabas una lupa, medio papelito de fumar, y con esa labia que tenía, salías con la certeza de llevar en tu bolsillo –en marco de lujo, que pagaba el artista- Las Minimininas, una obra algo impúdica, donde –juraba el pintor- diecisiete chiquillos orinaban en el Guadalquivir al despertar la mañana. Sus obras están expuestas en un cuarto de folio que se exhibe en el Museo de Pesos y Medidas Infinitesimales de Groenlandia. Pocos españoles han visitado este museo, lo que demuestra escaso interés por la obra de un compatriota.

 

Herminio Guassonne.

La conciencia de lo plano de un cuadro se acabó con este hombre. Pintaba clásico hasta los 30, edad a la que conoció a Lady Pingurria Macoken. Con la inspiración de esta mujer, llevó a cabo la obra titulada “El color de un buen eructo”. Se murió con prisas.

Peter Hans Krugen.

Pintor correoso, duro y directo, de la escuela de Munich. Inventó el estilo tosco, ese que da como dentera cuando miras sus cuadros. Nadie estaba a gusto en su estudio, y eso se hace evidente por la cara de asco de sus modelos, siempre con cepillos de dientes en sus manos.

 

Carletto Magro di Lóbrego.

Hijoprimo de Rafaelotto di Parmensia, fue el paradigma del realismo. Anuló la venta de un cuadro en una exposición de 1.729. La razón: Ana Sofietta Porugarolli, modelo de su obra “El buzo” acudió tal como la había pintado el maestro, pero la muy carajota lo hizo con el vestido limpio, mientras que en el cuadro aparecían dos manchas de huevo frito. Carletto devolvió el dinero. Los teóricos compradores, como muestra de buena voluntad, rompieron la hoja de reclamaciones. Una hoja de acero afiladísima, lo que agradeció de buen grado el pintor.

 

Doña Basilia de Mosquera y Estotro.

Fue la alumna aventajada y adelantada del maestro Tabiquillo, porque llegaba a todas las fiestas unos diez minutos antes que él. Como pintora, introdujo ideas revolucionarias, algunas de las cuales figuran en manuales como “Limpie, limpie el pincel, no lo tire mientras haya pelillos” o “Con el trapo, no con la camisa”, que han llegado hasta nuestros días y siguen siendo la Biblia del pintor no muy guarro. Aportó ideas nuevas sobre el blanco encima del blanco y así hasta nueve o diez capas. Murió adorada por los esquimales.

lunes, 5 de mayo de 2008

CHARLA MÍSTICA INFORMAL.

¡LaVihen!

Tras el martillazo en el dedo, era lógico que dijera algo así. Pero no esperaba que se le apareciera allí, en el garach, (lo pronuncia así porque estuvo en Puerto Rico tres días por vender más seguros que nadie). Pues le deslumbra y le dice que no está Ella para que la invoquen sin un motivo serio. Trata de calmarla y le propone un ratito de charla, si no tiene nada mejor ni más urgente que hacer. Accede.

Mire usted (esa confianza piadosa popularota del pueblo no le parece conveniente de entrada) sin dogmas ¿de acuerdo? Sin dogmas, concede.

Pues verá, que digo yo que lo primero es que si Dios es tres, pero que por ser El-que-man-da-en-to-do, yo transijo (en un plano como de creyente/estudioso, ver si me comprende) explíqueme cómo nos vamos a entender si usted, sólo en Andalucía, es miles.

Mira muchacho (comprende mi mayor facilidad para tutearte) (acepto, siga), cuestión de utilidades. Y puede que me explique:

Allá por Huelva, con una humedad relativa superior al 80%, en esas mañanitas que si no te pones algo coges un resfriado, no me voy a llamar de la Condensación, digo yo. Lo del Rocío es breve, elegante, y describe esa cosa bonita de algo que cae del Cielo de forma suave, sin que se note como empieza, pero dejando un suelo que brilla.

Oiga, esto lo trae usted preparado.

Se hace lo que se puede. Son muchos martillazos.

Está bien el principio. Le rogaría algún otro ejemplo.

Pues está lo del Rosario, en Cádiz. Resulta que allí tuvo mi hijo un detallito precioso, que no necesitaba mucho tiempo: Cuentan que el camino para ir a curar a un niño estaba lleno de espinas. Vi el plan que había y le dije a un médico que podía ir descalzo. No lo pensó y anduvo sobre rosas hasta la camita del niño. Comprenderás que no me conozcan allí por la de Urgencias 24 Horas  o Mutua Gaditana.

Me da usted un momentito, que se me ha metido algo en un ojo…

Ya, ya, aquí con las herramientas…

Justamente, siga, siga usted, que le sigo.

Nos vamos ahora, y comprendo que es un buen salto, a lo de Pilar, allí en Zaragoza. Si esos amables lugareños y yo nos vemos en un peñasco que resulta después que les hace el avío para un buen edificio, mira, un mínimo sentido estético, por favor: A ver si por cuestiones arquitectónicas vas a querer que me llamen Virgen de la Estructura o del Basamento.

No, si yo lo voy pillando, pero no me diga usted que esto parece serio.

Ya, pero sí se acepta que la milla y el metro han convivido midiendo lo mismo ¿no? Pues vamos a lo que vamos. Y siento dejarte, pero el móvil está atascadito de mensajes.

Ea, pues vaya usted con Dios.

No te quepa duda. Y ojito con los martillos, hijo, que hay unos guantes que son el ABC de la protección laboral.

Pequeño fogonazo, sin grandes aspavientos. Desaparece.

Se mira el dedo. No le duele nada. Sonríe agradecido.

sábado, 3 de mayo de 2008

EL SUICIDIO. ENSAYO (y II)

Akinori Camamusha Hilloraimama, de Okinawa.

Sin discusión, el samurai más legendario. El dueño del harakiri. Es nuestro único deseo dejar claro aquí que no todo fue fácil para este hombre, sobre todo si pensamos en qué época llevó a cabo sus investigaciones: En 1.777. Menudo año aquel. Repasemos su biografía:

Nació.

Durante su infancia, se metió en el ombligo una de las primeras cerillas –un prototipo- que hizo las delicias de sus compañeros de colegio. La encendió en su sexto cumpleaños, siendo utilizado para prender las velas de su tarta.

Más tarde, investigó con cuchillas de afeitar afeitándole la barriga a su padre, que no le veía con buenos ojos, por lo que le invitó -a base de patadas- a dejar esa práctica.

Es durante su vida de adolescente y despertar al amor cuando se comienza a forjar su leyenda. A cada desengaño amoroso, se daba un pequeño navajazo, a rayita por cada calabaza, a modo de muesca contable de sus desamores. Lo hacía con primor y siguiendo un ritual que le haría famoso: Se desmayaba del susto cada vez.

En una de las terribles batallas entre los grandes señores de la guerra de Japón, los Shogun, Akinori buscó un “harakiri externo”, aprovechando un ataque del ejército enemigo de turno, recogiendo, tras un rasguño en el codo, un sonoro fracaso que le apartó de las simpatías del pueblo.

Sin desanimarse, cumplidos los veintinueve años, llegó su momento de gloria. Se sabía enfermo de apendicitis y de piedra en el riñón izquierdo (izquierdo si te pones mirando para él). En presencia de los médicos, y con un espejo, inició el camino al suicidio más elegante del mundo abriendo su estómago para que hurgaran los cirujanos, y cada uno cogiera lo que necesitara.

Vivió el tiempo justo para dejar su obra escrita: Noventa y cuatro años después de recibir el alta.

viernes, 2 de mayo de 2008

MAESTROS PINTORES (I)

Lollobrígido Dicarpio.

Escuela tallarinesa, mediados del siglo XVI, llamado “el siglo del medio” por la mitad de los pintores. Su estilo, el brochazo desde lejos. Las sirvientas le duraban poco, pues recibían impactos de azul pálido o marrón sospechoso en los delantales. Entre sus obras están las famosas Vallas de Grimaldi, el Muro del Mogolloni y tres tabiques de Milán conocidos como el Tríptico Dil Saloni. Murió incomprendido, porque hablaba en ruso. Sólo al final de su vida se supo que no quería mayonesa en los bocadillos.

 Van Dickens Chokopik.

De la Escuela Holandesa, de donde robó gomas y tizas. Su trazo era recto como ninguno: Nunca dio su trazo a torcer. Para pintar circunferencias ya están las maricoides esas italianas, decía a sus primos, Van Cruiff y Van Dálico. Pero ¿y las cinturas? ¿y las manzanas? le preguntaban sus posibles compradores. ¡Pues bien que se las comprarán vuestros tatatataranietos al Picasso y nadie protestará el precio! Se ponía hecho una furia y le compraban algo para aplacarle.

 Malostratto Tiffossi.

Heredero directo de Miguel Ángel, le tocó en el reparto una docenita de pinceles. Hombre práctico, se dijo ¡pues hala, a pintar qué coj…! Y compró varios tubitos de pintura, dos lienzos, aceite, media botella de disolvente y algo para merendar para los niños. Pagó al contado la mitad. Cuando hubo acabado su famosísima obra “El que está tras el lienzo” no pudo cobrar hasta que convenció a todos de que debían mirar la parte posterior del cuadro muy deprisa pues “el que está detrás, corría a ponerse delante”. Legó muchos lienzos en blanco al museo del ayuntamiento de su ciudad, Pocanatta, cercana a Paggadero, cercana a su vez a Pocanatta por otro camino. 

jueves, 1 de mayo de 2008

HACIA ALGO MÁS

Voy en busca de un camino; el camino que me asegure un paradero donde los males no acechen.

Busco un camino a la sombra, resguardado de los vientos que me cimbreen.

Busco un sendero apacible, donde quepan mis sueños: los que me ayuden a andarlo.

Busco la senda de mi integridad y la de quien conmigo vaya, y sólo encuentro temor por saberla incierta, inalcanzable.

Busco; y encuentro miedo por lo vulnerable de nuestra existencia; por la indefensión a que es expuesta nuestra alma, nunca dispuesta a marcharse de estos senderos, por los que todos vagamos.

SERVICIOS.

Del Automóvil.

Nada más ver una posible avería -sin entender ni nada- le dije a mi mujer: Esto va a ser del mismo coche. Y aquí se lo traigo, con la fe que tengo en usted, tras ver lo bonito que han inaugurado su taller. En confianza, quien conduce siempre es ella. Pero de vez en cuando lo arranco porque me encanta ese ruido como de gargajo mañanero que hace al meter el contacto. Luego, cuando ella sale de la casa para ir al trabajo, yo salgo corriendo y le tiro las llaves. No suele cogerme, porque va cargada de libros. Hoy sí, porque no iba cargada de libros. Y aquí estamos, que no anda el vehículo. Yo, nada mas mirarme ella con esa mirada de día de evaluación y sin coche, le dije: Esta avería va a ser del mismo coche. Y aquí se lo traigo. No, no, lo del ojo ha sido con una puerta.

Médico de urgencia.

Mira, lobo gris del Seguro: Yo tengo cuarenta y tres años y mi Toribio me se murió de gastao. El lutazo que yo le respetao a ese hombre –mi hombre- ni las congoleñas de noche y sin suministro eléctrico. Hoy justo se cumplía el año a rajatabla. No trates de huir, que esa puerta está pero que bien blindada. Esto es una urgencia médico social de carácter irrenunciable. Cuando presentes el parte a tu superior lo va comprendé como nadie.  A vé, a vé cómo me reseta en horisontá.

Información telefónica.

¿Clamez Trunia? ¿Grálmez Turia? ¡Oyyy, sáquese usté el chicle! A vé, me repita. Que sí, letra por letra, mejón. Sí, yo soy nueva, pero usté habla como moscovita. Que no le llamado nada raro, oiga. Operadora número doce, pero no me amargue usted dando hoja de reclamaciones el primer día. A ver, la Ce, la Eble, la A, Mel y Ez. Aquí. Tome usté nota, en el doce de la calle Corbina doce: El 9. Mejor se lo doy poco a poco y así no se cansa. ¿Que tengo la voz bonita?, pues me llama usted mañana, quedamos y llevo todo el resto  del número distribuido por mi lencería. ¡Iiiiiiiiii, picarón! Cuelgue, bueno cuelga; no, tú primero. Bueno los dó a la vé . ¡Sigues ahí, picarón! ¡iiiiiiiii!

¡Ay, Qué dura la rutina de la teleoperadora telefónica, soportando la frialdad, la lejanía de los que solicitan en la distancia un número impersonal, un frío conjunto de dígitos… que yo llevaré en mi interior…! ¡iiiiiiiii!