martes, 18 de septiembre de 2012

Recuerdos de viajes (6).


Vuelta al Infierno.

No es que se me hubiera olvidado nada allí para tener que volver. Pero ante la avalancha de comuniones, bautizos, bodas y romerías concentrados en la primavera, no dije yo que no, más que nada por desintoxicar.
Había un portero nuevo, a voces con el Tenorio por culpa de una segunda parte con rimas que no encajaban. La cosa se iba calentando y no me quise meter para no añadir leña al fuego. Porque yo, a muerte con don Juan por muy condenado que esté. Además, la que sellaba a los nuevos no hacía más que calentarle la cabeza al portero, su primo, que bastante quemado estaba allí como consecuencia de haber fosfatinado diez mil hectáreas de bosque cerca del Pinar de las Brezas, el muy zihopú.
Total, que me metí para dentro para ver si encontraba al abuelo de mi tío Andrés, Félix, un pájaro que siempre salía de sus cenizas. Trabajó como fogonero en la Tren & Company & Rieles, una empresa alemana con sede en Villaviciosa de Condón.
Nada más entrar, me vi en medio de otra bronca, esta vez entre dos vecinas. Una pedía una indemnización porque la otra le había dado la receta de las lentejas ya quemadas y la otra que si no estuviera tonteando con el de la calefacción central, no se le tostarían las legumbres. Que no se puede estar siempre al sol que más calienta. Pasó por allí un notario con bufanda y estalló la carcajada general, a lo que el personaje respondió aquello de “ande yo caliente y ríase la gente”, sin pararse a hablar con nadie sin minuta previa por medio. Genio y figura.
De mi pariente no supe nada, ni de su mujer. Sí que pude en cambio entrevistar al bandolero Luis Candelas Bros, poco hablador, que me pidió fuego para un par de puros habanos.
Al salir, el portero, del calentón, había llegado a las manos hasta con el suegro fantasma, el padre de sordoñaInés; del jaleo, dicen, se recibió una llamada por teléfono rojo “desde el piso de arriba” por las voces que se oían. Con mis guantes de amianto les palmeé las espaldas y conseguí un apretón de manos entre ellos, aunque el escándalo que formaron les hizo cargar con dos guardias de caldera el fin de semana entero.
La verdad es que anduve fisgoneando por el recinto, empapándome de las cosas en caliente y el jefazo empezó a hacer preguntas tales como ¿es que tramas algo que te haga finalizar aquí, Neeeneeee? Su mirada intensa me hizo arder las mejillas de rubor y contesté vagamente que estaba allí por curiosidad y por la reuma, mientras me alejaba unos metros del fuego del hogar.
En conjunto, el viaje como experiencia no lo recomiendo: esa misma noche reconocí que por debajo del factor 50 las cremas protectoras son un Paraná y me costó dormirme por la molestia en los hombros. Pero no deja uno de valorar el cálido ambiente que se irrespira en el recinto, aunque lo lento que se mueven los asuntos quema la sangre de más de uno.
Los del tour operator me llamaron para ofrecerme una ruta “por el otro lado, el opuesto”, -me dijo entre risitas la señorita por teléfono- y yo he quedado en llamarles esta misma semana, en caliente, que luego se quedan las cosas pendientes.