domingo, 7 de noviembre de 2010

AMOR A PRUEBA DE BOMBA



Manolita, mi vecina
tenía un don particular:
cuando de viaje salía,
se le antojaba evacuar.
Pero siempre sucedía,
cada vez y sin fallar,
que a la hora de camino
o faltando aún por llegar.
Lejos ya de la salida
y más lejos del final.
Por eso, a medio camino
siempre había que parar.
Su marido, un hombre santo,
la acompañaba a un lugar
que fuera lo más discreto,
si daba tiempo a llegar.
Manolita, muy bajita,
pero con kilos de más,
con tantos, con tantos kilos
que no se podía agachar.
Su marido, muy atento,
solía ponerse detrás.
La aguantaba dulcemente
y la aseaba al final.
Pero un día, por sorpresa,
la carga no hizo esperar.
Manolita tenía un virus
que licuó su gravedad.
Que le pregunten al pobre,
que como siempre, detrás,
no sólo aguantó a su esposa,
sino al chaparrón mortal.
Y dijo el hombre, aturdido:
“esto no me pasa más”.
Se compró un taburetito
y la tapa osó cortar.
Cuando llegaba el momento
la sentaba allí, sin más
y le colocaba un poncho
que a punto estuvo de dar,
por si acaso, del embudo,
pudiese un chorro escapar.
Y así fue como este hombre,
con su invento siempre a cuestas,
supo vencer su problema
y viajar sin la sorpresa
de un salpicón traicionero
que arruinara su limpieza.


(PARA CONTRARRESTAR LA SENSACIÓN DE PESIMISMO DE LA REFLEXIÓN DE ESTA TARDE) BESOS.

PARA SEGUIR

Observas la desagradable presencia de una mosca revoloteando alrededor de tus miserias. No necesitas fijarte demasiado para apreciar que se trata de una asquerosa mosca verde: te lo delata su planear lento y espeso; tan lento y tan espeso como el transcurrir de estas horas estériles de vida que te acompañan y que dejan tras de sí un reguero de excrementos que no acabas de animarte a limpiar, y que forma parte ya de una rutina, donde la mosca que hoy te hace compañía, ha encontrado su paraíso particular, mientras que el tuyo se va esfumando entre los desechos de una vida incierta, decadente y apática. Una vida en la que te dejas, poco a poco, invadir por todo lo que no puedes compartir con una mosca; aunque alguien dijo que contábamos con grandes coincidencias a nivel científico.

Hoy, más que nunca, quieres volar, pero no como una paloma sin mácula y representativa de más de una divinidad. Hoy quieres ser como ese insecto que se ha instalado en tu cocina, feliz con el paraíso que ha encontrado, sin pedirle más a su existencia. Y te preguntas: "¿no se trataba de eso?".