miércoles, 15 de abril de 2009

ILUSIONES


Te veo cada mañana. Creo que desde hace ya un año. Ha sido tu presencia frente a mí, en este vagón de cercanías, de lunes a sábado, una alegría constante que ha ido hilando mis días, uno con otro, hasta poder decir que tú, un desconocido, le das sentido a mi vida.

Siempre con tus carpetas, revisando apuntes, escribiendo a veces a toda prisa. Tu destino debe ser la facultad, aunque nunca te he visto bajar, porque siempre lo hago yo antes.

Tiene gracia: hasta sueño contigo a menudo, y siempre acaricio tu pelo, tan brillante, tan informal en el estilo. Siempre acaricio tu piel, lógicamente tan tersa. Después, al día siguiente, cuando vuelves a estar frente a mí, me sumerjo en el sueño mirándote a los ojos, que casi nunca me ven, porque tienen otro mundo que observar, bien a través de la ventanilla o de tus libros, y yo miro tus manos y las siento acariciándome, como en mis sueños.

Mañana no te veré, porque paso el día con los míos. Es mi cumpleaños, y mientras pienso en ti, se me olvida todo; hasta olvidé que me falta comprar las velas para mi tarta. Mañana apagaré el número setenta y ocho.

Los años pasan, querido veinteañero, pero una sigue siendo la misma, con los ojos en el mismo lugar y con el alma implorándote ilusiones nuevas, para así mantenerse viva.

Espero seguir disfrutando de tu imagen mucho tiempo más. Seré dichosa mientras la casualidad siga uniéndonos en el mismo vagón de tren. Espero también que tú sigas sin verme, mirando a tu mundo, a tus cosas, para que yo pueda seguir soñando.