martes, 15 de abril de 2008

SIN TIEMPO

La mujer se despertó con un olor agrio a goma quemada; se levantó y abrió la ventana: Madrid ardía por los cuatro costados. Volvió a la cama.

El hombre hizo mal en moverse: Una de tantas balas arrojadas al fuego entró sin romper ningún cristal para alojarse caprichosamente cerca de su corazón.

-Tardaré en morir –le dijo a su mujer, que no quiso levantarse más.

No insistió en hacer el amor como póstuma hazaña. Por lo visto, bastaba con la última de minutos antes.

Su sangre caía hacia dentro, donde el humo negro conquistaba todos los rincones. No quiso tapar la herida.

-Abrázame -dijo la mujer desde la cama.

-Ven tú, es más fácil, yo ya estoy sin tiempo -dijo él.

Pero ella no quiso levantarse más.

Fuera, sin que nadie pudiera evitarlo, se abrían otras ventanas para que el humo y las balas ocuparan los espacios libres.