jueves, 18 de abril de 2013

En Feria.


De pronto en la caseta va ella y me mira,
me mira con dos soles como esmeraldas:
vértigo del contoneo al volar su falda
y hago como que escucho pero es mentira.

Ella pacientemente dice, me insiste
que llama la guitarra con arabescos
del Sol por sevillanas, lo que consiste
bailar entre jazmines en aire fresco.

Sé que voy en volandas, guiado en sus ojos
y una flor en su pelo que enciende un faro,
emisor de sonrisas, un clavel rojo
que me salva del mar de los desamparos.

Sus giros me dan miedo, me pierdo el norte,
pero el vuelo al moverse como un tornado
da al suelo de mis suelas, como un resorte
encuentro de infinito sitio a su lado.

No doy después del baile muchas más vueltas,
respiro como puedo, no estoy cansado;
me enamoré en la feria, magia resuelta
y no podrán quitarme lo que he bailado.

Supongo que a mis años es discutible
prenderse de una piel de aroma de cielo
y hablar de ojos bonitos, de oro en el pelo,
pero por una vez pasó lo imposible
y agradecidamente mordí el anzuelo.