sábado, 31 de octubre de 2009

BAJO CONTROL.

Una mínima composición visual previa al relato:

Perspectiva de la esquina oeste del castillo de Pearlborne, desde donde se observan dos hileras verticales de ventanas, una por planta, a las que se podían acceder y salir usando dos escaleras paralelas de hierro forjado en los hornos de Irlanda.

Los hombres que subían por una, se desprendían de una prenda por ventana, según hasta el piso en el que salían de la escala y penetraban por la ventana entre otras cosas.

Los que bajaban por la otra, si lo hacían con la prisa que dan los devaneos amorosos, se iban encontrando una prenda por ventana y justo en el orden que se tiene al vestir. En concreto, aquél que bajaba desde el último, desnudo, se encontraba un calcetín, última prenda en quitarse el que subía hasta dicha altura: Orden inverso.

De este modo, los amantes que volvían llegaban vestidos -corbata incluida, el castillo tenía muchas alturas- a su coche y se marchaban del lugar.

Desde el templete del inmenso jardín, con la perspectiva aludida del castillo, Sir Leonard W. P., décimoquinto conde de Pearlborne, tomaba nota precisa de las idas y venidas, entradas y salidas, para elaborar, gracias a la colaboración de su bella esposa y sus seis jóvenes cuñadas recién casadas, una exacta estadística de la infidelidad conyugal en la Inglaterra de mil novecientos sesenta y cuatro.