sábado, 16 de octubre de 2010

Quinto desconocido (continuación)

Tras atravesar el umbral de la puerta, el inspector Romualdo Gómez clavó su mirada en la maleta mientras su asistente tomaba los datos de la joven. Aquel líquido que salía de la maleta parecía sangre, de modo que avisó a la policía científica desde su móvil antes de abrirla personalmente.
La chica ofreció café y como la espera podía hacerse larga, aceptaron. Fue entonces, en ese preciso momento en que le ofrecía sentarse en el sofá, cuando sus miradas se cruzaron por vez primera, y la mantuvieron por unos segundos, cuando Romualdo y Eduvigis (que así se llamaba la chica aunque siempre se presentaba como solo Edu) se dieron cuenta que podrían pasar el resto de sus vidas juntos. O no tanto, pero al menos fueron capaces de quedar al día siguiente para ir al cine.
En la maleta, tras largas horas de espera, sólo había salchichas alemanas estupendas envasadas al vacío y varios botes de mostaza y salsa de tomate que con tanto trajín se habían espachurrado un poco, de modo que fue llevado todo aquello a comisaría y al cabo de un mes sin que nadie las reclamara, se las repartieron y organizaron una buena barbacoa en el chalé de Romualdo, donde a los postres anunció su compromiso oficial con Edu. A Perico Gómez, primo de Romualdo, lo nombraron padrino para la boda.