-No puede ser, -dije tajante-
que se me cuele usted así,
que pase antes.
Para comprar un bogavante
se lo juro, llevo aquí
mucho más tiempo que bastante.
Así le hablé sin la menor
duda ni aspecto vacilante
a la dueña de la mejor
pareja de ojos, desbordantes,
que amenazaban con desbor
darse de lágrimas brillantes.
Aunque no tuve que dejar
que sus dos perlas resultantes
dijeran que debía pasar
yo después de ella, ella delante.
Porque lo dijo como un trueno
un tipo alto muy galante,
que soltó “¡bueno pero bueno,
¿hoy ya no hay caballero andante?
Estaba justo por comer
me el genio por... prudencia,
y, arrinconado ir a ceder
mi puesto dada la sentencia,
cuando hizo acto mi mujer
nada menos que de presencia.
Reconoció al interventor
de los bramidos increpantes,
de marido y progenitor
de los hijos de la causante,
en un sainete del mejor
pícaro siglo de Cervantes.
Y los largó al final del fin
de la cola de los pescados,
a donde fueron como sin
pudor y llenos de pecados,
del Edén al último confin
Eva y Adán fueron largados.
Recios aplausos y algún ¡bravo!
fueron el trato resultante
a mi mujer, por su desplante;
y si no obtuvo oreja y rabo
sí salió por la puerta grande.