lunes, 9 de marzo de 2009

ADALID.

-No puede ser, -dije tajante-

que se me cuele usted así,

que pase antes.

Para comprar un bogavante

se lo juro, llevo aquí

mucho más tiempo que bastante.

 

Así le hablé sin la menor

duda ni aspecto vacilante

a la dueña de la mejor

pareja de ojos, desbordantes,

que amenazaban con desbor

darse de lágrimas brillantes.

 

Aunque no tuve que dejar

que sus dos perlas resultantes

dijeran que debía pasar

yo después de ella, ella delante.

Porque lo dijo como un trueno

un tipo alto muy galante,

que soltó “¡bueno pero bueno,

¿hoy ya no hay caballero andante?

 

Estaba justo por comer

me el genio por... prudencia,

y, arrinconado ir a ceder

mi  puesto dada la sentencia,

cuando hizo acto mi mujer

nada menos que de presencia.

 

Reconoció al interventor

de los bramidos increpantes,

de marido y progenitor

de los hijos de la causante,

en un sainete del mejor

pícaro siglo de Cervantes.

 

Y los largó al final del fin

de la cola de los pescados,

a donde fueron como sin

pudor y llenos de pecados,

del Edén al último confin

Eva y Adán  fueron largados.

 

Recios aplausos y algún ¡bravo!

fueron el trato resultante

a mi mujer, por su desplante;

y si no obtuvo oreja y rabo

sí salió por la puerta grande.

2 comentarios:

inma dijo...

Estupenda esposa la que te libró de la estúpida galantería en una vulgar pescadería, ¡Siempre serás caballero andante!

Isa dijo...

Coincido con Inma, caballero andante. Y si no, que le pregunten a alguna señora de edad, cómo responde usted, con que galante paciencia, a alguna petición impertinente de dejar espacio en una cafetería.Ja, ja. ¡Qué genio de señora! ¿Recuerdas?
Pues a eso me ha recordado este escrito.