lunes, 13 de octubre de 2008

REFLEJOS


Recuerdo vagamente la noche de ayer. Mi mente y yo no nos llevamos muy bien de un tiempo a acá.
Intento poner en orden la serie de acontecimientos que me ha traído hasta aquí, y los escribo, y los releo, aunque de momento no consigo sostener una sola idea que no sea tu rostro y todo lo que llega a despertar en mí, hasta el punto de olvidarme del mío; aunque lo siento fusionado, compenetrado y extrañamente idéntico.

Mi mente y yo no nos llevamos muy bien. Sentada en esta cama, las horas pasan a un ritmo tedioso y desesperante. Ojalá no existiesen los espejos. Ojalá tus ojos, tan iguales a los míos, hubiesen sido únicamente tuyos y nada más. Ojalá careciese de memoria que me hiciera ver toda la que estoy perdiendo.

Sólo atino a recordar un gran edificio con ventanas enormes, donde pude llegar a estar varios días; un dolor que hacía estallar mi garganta y una huida vacía hacia muchos lugares, que ha durado veinte años.

Anoche, al encontrarte, se silenció mi ahora, y sólo me quedó la opción de tomar de nuevo un tren con destino a no sé dónde, para seguir huyendo de mí misma, de tus ojos. De mi rostro sombrío y yermo.

Microrrelevo 12

“Y le haré soportar la mirada de los que tanto esperaron su vergüenza”. Aquel joven arqueólogo había logrado descifrar por fin su primer jeroglífico, pero… ¿Qué quería decir exactamente? ¿Por qué la inscripción se hallaba tallada bajo una una especie de figura femenina? Durante tres días seguidos no pudo dormir dándole vueltas a la cabeza. Cuando por fín logró conciliar el sueño despertó rodeado de gente absorta que lo miraba ¡Se había dormido dando su primera conferencia! Fue el principio de su final.