jueves, 6 de marzo de 2008

A UNA PINTORA

De tus manos, dos gaviotas,

provocándoles que vuelen

sobre un lienzo,

pasan de ser unas gotas

de pintura en tus pinceles,

soles nuevos, lunas rotas,

recién nacidos claveles,

en un tiempo,

de mañanas sorprendidas

que se quedan de por vida

en tus cuadros retenidas,

sin aliento.

 

Transparentes y en colores,

sabes pintar los sabores,

y el alma de los olores

en el viento.

Atrapas la vida en flor

Y, pintándole el calor,

despierta el sol cegador

al momento.

 

Si es necesario sentir

lo difícil que es vivir;

sabes color transmitir,

del tormento;

a penas, rojo incendiario,

azul domingo al diario,

y huye negro, innecesario,

el sufrimiento.

 

Haces fiesta cada vez,

que tu pincel como un pez,

nada con intrepidez,

en un cuento,

de luz y sombra soñado,

del Universo creado

y, pintora, por ti pintado:

tu talento.

 

 

 

 

 

 

 

 

CARTA AL DINERO

Es timado señor Don Dinero:

Lamento el principio de la carta: A usted, querido amigo, le han estafado.

Maldicen de usted que aturde al sabio, que encumbra al sin virtudes, que nubla los sentidos. Y, aún más, que engaña. Por una módica parte de usted demostraré todo lo contrario. El primer engañado es usted y me temo que el último en saberlo.

Partamos del principio, como Arquímedes.

Desde muy joven bañado en oro, nació usted con la ilusión de evitar los cabreos  de los babilonios; esos que, a toda costa, querían cambiar sus cabras por lo que necesitaban de, por ejemplo, los persas; aunque, después, algunas eran reacias a caminar y hubiera que cargarlas en brazos, dando lugar a cabreos persistentes.

Durante siglos se probó, por ejemplo, que el más infeliz, aliado con usted, llegó a ser un gran señor feudal tonto ¡Y la lista de reyes bobos que promovió usted! También logró que alguna dama que estaba muy bien, pero en mala posición financiera, pasara con su ayuda a estar mejor, si bien tuvo que practicar otras posiciones no financieras.

Pasó el tiempo y demostró usted paciencia y señorío con los de lumbares tiernos. Aquellos que, al tener que cargar con más de diez kilos de sus células madre, las monedas, decidieron contarle y convertirle en numeritos de un papel protagonista de relatos de dos líneas con personajes como El portador o quizá alguien conocido.

Le digo que ahí estuvo usted demasiado permisivo, don Dinero, y perdone, pero no todo ha de ser coba y enjabonado. En cuanto usted se pasó al documento y al apunte, se lió la gorda. Baste como ejemplo decirle que en el siglo XXI hay máquinas que dicen de usted que va sin moverse mil veces de un lado a otro en un solo día; y, encima, se llaman ordenadores. No saben lo que hacen, se lo aseguro.

Intente que le devuelvan el respeto. Hágase notar. Vuelva a sus orígenes, en los cuales, desde una bolsita cosida a los riñones, una faltriquera, se derramaba usted como el agua fresca, de mano a mano.

No reniegue, que no es mi intención, de sus familiares jóvenes, el cheque y el pagaré, pero llámeles a la orden: Cuanto antes se pongan al corriente con las cuentas, mejor. Le recomiendo que cuide su salud, su entereza para no ser un ser fraccionado. No permita que le cambien sin parar, pues se quedaría descompuesto, o sea suelto.

Por último, si se siente solo, no dude en venirse conmigo las veces que usted considere oportunas, por muchas que le parezcan. Créame así, como le hablo don Dinero, sin tapujos, totalmente al descubierto, que es cuando más le echo de menos.

Sevilla, a jueves, 6 marzo 2008

ERA MAYO


Era mayo
cuando me perdí
en tu boca.
Era mayo,
mar salada,
azules olas.
No sé
inventar palabras,
ni pintar auroras
pero era mayo,
cuando me perdí
en tu boca.
Foto: I. Orta