viernes, 17 de octubre de 2008

LA PLAZA DE LOS PERFUMES


















Llegué a la plaza casi por azar.Aquella mañana de octubre, el cielo me ofrecía su mejor color, sin humos ni miserias. Me reconfortó aquella placa de azulejería en la que podía leerse PLAZA DE LOS PERFUMES.
Cerré los ojos por un momento, aspirando lentamente aquel aire cargado de fragancias, romero, albahaca... Me sentí en paz, poseída por los recuerdos de un ayer lejano, ausente ya. "No he venido hasta aquí para recordar sino para vivir".
Recorrí con la mirada cada uno de los rincones de aquella plaza. Allí el romero. Allá la albahaca. Seguí caminando, dejando tras de mi su recuerdo, su aroma... su amor.
Caminé calle arriba. Al frente, un sol poderoso y altivo lanzaba contra mis ojos una luz vivificadora, intensa, inmensa. Parpadeé. Acomodé mis pasos a mis ojos, y éstos a ese mar blanco que lo invadía todo.
Como antes había alcanzado la plaza, ahora encontré la entrada de aquel pequeño hotel. La puerta era de madera. Ese detalle me atrapó. Siento debilidad por las hojas de madera que te invitan a pasar. El recibidor era pequeño. Un mostrador, también de madera, en un lateral y una dócil escalera al frente. Toda ella de madera. Entré. Me recibió una sonrisa fresca, juvenil, acogedora.
-Buenos días ¿en qué puedo servirle? -me dijo aquella boca sonriente, mostrándome una dentadura perfecta, inmaculada.
-Desearía una habitación -respondí mientras dejaba mi mochila a los piés del paragüero.
-¿Sencilla?
-Sí, por favor.
-¿Para una noche...
Ahora estoy aquí , en esta habitación de hotel, donde todo huele a madera, a bosque, a libertad. Ahora me doy cuenta que no respondí a su pregunta, ¿para una noche? No, para una vida.
Asi se llamará mi nueva novela, la que he comenzado a escribir en este libro en blanco que tengo entre mis manos. Que nació cuando dejé de mirar atrás y solo aspiré el aroma de la PLAZA DE LOS PERFUMES.