martes, 31 de enero de 2012

Reflexiones de Misha [2]

No me puedo creer que mi dueño haya desmontado mi árbol y lo haya metido en una caja que no puedo abrir. La he arañado, mordido, humedecido… pero nada, esa caja no se abre y además está bajo la cama. Cada noche le intento arrancar un poco de cartón. Entonces me arrojan zapatos, pero no es lo mismo. No quiero morder zapatos, eso son cosas de perro. Prefiero la caja, y anoche la pusieron encima del ropero.
La novia de mi dueño me ha traído un juego nuevo. Él se ha puesto muy contento y yo más. Es una caja transparente con “comida viva” dentro. Se ríen cuando pego el hocico al cristal buscando una entrada. Cuando me hago la dormida, él mete cosas por un huequecito. Creo que sabré encontrarlo. Esta noche les daré la sorpresa y me lo comeré todo. Hace dos días que no pruebo el pienso seco, y es que ¡esos peces huelen de bien! Me echaré una siestecita mientras ellos limpian. ¡Qué bien se está en el sofá tomando el sol!

miércoles, 25 de enero de 2012

ADICTO.

Tengo que dejarlo de una vez. Respirar se ha vuelto de nuevo algo compulsivo para mí. Al principio fue una gracia: oler un cocido, dije, cuando se trataba de un balón que pinché yo mismo, por probar. Ahora no sé parar. Me miran y sé que piensan cosas terribles de mí: que si estoy hinchado, que si vivo en una nube, que si me doy aires de grandeza… pero no puedo evitarlo. He hecho todo lo posible por dejarlo. El año pasado, casi asfixiado por propia voluntad dentro de una bolsa transparente, me fui sin compañía a la granja del lago, donde escondía diez botellas de oxígeno. Las arrastré por el caminito de piedras y las tiré al fondo del agua, desde donde las obscenas burbujas parecían querer que las socorriera una por una. Me volví a casa y mi mujer, con su tono azulado en el rostro, me dijo que ojalá pudiera sonreírme para que supiera lo orgullosa que estaba de mí. Pero una semana más tarde, sin esperarlo, surgió una ráfaga de aire de no sé dónde. Algún loco había abierto la ventana del pasillo y me vino de frente. No supe… no quise esquivarla y me la tragué completa. Mis pulmones se hincharon como los de un loco y hasta tosí. Abochornado, salí dos minutos antes de la hora y regresé a casa en un taxi conservado al vacío. Desde entonces, busco aisladas corrientes de aire, explosiones de globos, situaciones que explico como ocasionales, accidentes… no sé cómo dejarlo. Mis amigos ya no me hablan. Y no creo que sea por que están más preocupados porque los ojos se le salen de las órbitas. Algo habrá que hacer. Sé que hay profesionales que se encargan de estas adicciones. Recurriré a uno de ellos. Además, temo que mi mujer se entere de que Catalina, una aspiradora compulsiva, dice que bebe los vientos por mí. No sé cómo salir de este atolladero en que se ha convertido mi vida.

martes, 24 de enero de 2012

Reflexiones de Misha [1]

Soy Misha, la gatita blanca que en alguna ocasión ocupé algún relato.
Me cuesta comprender a los humanos.
Hace unos días me regalaron un árbol de juegos cargado de pelotas brillantes y pequeñas luces para desmantelar. Fue divertidísimo ir quitando todas las pelotas y esconderlas en mi lugar favorito. Eso lo hice en una sola tarde que me dejaron a solas con el juguete. Cuando llegó mi dueño, no había logrado quitar todas las lucecitas porque tenían truco, y estaban unidas unas a otras de forma que las garras se me enredaron y rodamos árbol y yo por todo el salón. Quizás fuese por eso por lo que mi dueño me regañó al llegar.
Volvió a preparar mi juguete y yo volví a emplearme a fondo pero esas luces… ¡cómo se me resistían! Subí sigilosa por el tronco del árbol y volví a capturar a todas las pelotas, pero al llegar a la estrella, ¡plaf!, vuelta al suelo con todo el equipo ¡Qué golpe!
No es cierto lo de que los gatos siempre caemos de pie. Eso solo pasa cuando la caída es de mucha altura y da tiempo a revolverse. Nueva regañina. Quizás sea porque no descompuse el árbol completo. He descubierto que las ramas se quitan. Esta noche lo intentaré de nuevo. Ahora voy a echarme una siestecita mientras mi dueño cocina pollo ¡miau, qué rico huele!

domingo, 22 de enero de 2012



Aunque es invierno, los campos visten el color de la primavera y las cigüeñas ya no vuelven porque nunca llegaron a irse. Ahí os dejo dos fotos de hoy mismo. Un regalito para vosotros, mis amigos.
¿Nos vemos el jueves para tomar un café?

OFICIO DE ESCRIBIR (1).

ARREBATO.

José Manolito Aswaiser, un escritor entusiasta e innovador, se levantó el sábado pasado con la intención de poner en orden las notas que llevaba tomando durante cinco años, y estructurar definitivamente su novela. El título, por fin, había acudido a su mente en forma de papelito escrito por su abuelo, don Jeffren Aswaiser, quien a su vez lo había oído en la pescadería de doña Evelynda: “Lo que teme, harás”, mitad narración, mitad ensayo sobre la incontinencia.

Con su viejo ordenador comprado la semana anterior, y un sistema operativo que ¡aún obligaba a teclear y estar despierto al usuario!, José Manolito distribuyó los papeles en ciento cincuenta y seis montones. Esto le llevó un buen rato, pero era un paso ineludible para fijar la base de su obra. Las carpetas más importantes, personajes, trama y argumento, estaban llenas a rebosar. En cambio, las que portaban títulos como “tono”, “conflicto”, “idea generadora” o similares, tenían un único post it dentro, a la espera de que alguna circunstancia inesperada le ayudara a poner algo sobre ellos. Cualquier cosa valdría para despegar.

Se rascó un poquito la entrepierna y, a pesar de que su teclado le esperaba para chivar a la pantalla lo que él dijera como confidencia, JM procedió a llenar de tinta las tres plumas estilográficas con que siempre se acompañaba. Hizo la transfusión desde los distintos botes (azul, rojo y negro, no le quedaba ya nada del tintero verde) y se levantó a buscar el frasco de alcohol puro que guardaba para quitarse las manchas de tinta de los dedos. Y de la nariz. Y de la oreja.

De nuevo sentado ante la pantalla, ésta ya se había acomodado a mostrarle unas imágenes de floreros, únicos salvapantallas que le permitía poner su esposa para cuando se produjeran intervalos no creativos en su trabajo, o momentos de “chochera espesa” que llevaran a un buen rato de inactividad en la grabación.

Todo el párrafo anterior saltó en pedazos cuando JM puso su corazón derecho sobre la k. Ahí estaba, de guardia y sin pestañear, el documento nuevo; en riguroso blanco virgen.

Ante el redescubrimiento, JM se rascó la entrepierna y acomodó la espalda al asiento, que crujió con no mucho estruendo, lo suficiente como para que el respaldo del sillón cayera hacia atrás y JM quedara en ángulo obtuso de más de 180º, posición de la que fue rescatado por su esposa, que le ayudó a levantarse y le cambió el sillón, llevándose el desatornillado a la cocina para proceder a su reparación.

Restituido el orden, JM tenía las cicatrices suficientes como para que su espíritu le llevara a navegar sobre un mar de letras. Comenzó a escribir.

“Renaldo Motes, el protagonista, injustamente acusado por su prima del robo de una licuadora, vuelve a su hogar para vengar, azotar y arrastrar a su vil familiar”. -Fin del capítulo I, -se dijo JM-. Breve y conciso para poner en marcha el mundo ordinario del protagonizante. Suficiente como para agarrar al lector.

En el capítulo II, Renaldo, agazapado tras los rododendros, descubre el partido que le han sacado a la licuadora: potitos, pureses, zumos (con y sin pepitas, según el gusto), cócteles riquísimos… y –aunque todo su ser se estremece- tira al suelo el ticket de compra (prueba circunstancial y caducada, pero moralmente válida) lo que le lleva a ser multado por una guardia urbana con una sanción de veinte euros con doce céntimos. Instantes después, sin llegar a entrar a saludar a sus familiares, vuelve al coche de caballos que le trajo desde la cárcel y piensa en empadronarse cuatro calles más abajo, donde nadie le reconocerá y podrá comenzar una nueva vida con exprimidores manuales, los de toda la vida, fáciles de limpiar y conservar. A su lado, la agente urbana le da el cambio de los veintiún euros con los que pagó y él, gentilmente, le dice que “para el bote”. Fin del capítulo II, se dice JM, satisfecho, rascándose la entrepierna.

La esposa de JM aparece cargada con el sillón arreglado y un par de bolsas grandes, recias y vacías. Es la hora de ir a comprar al súper. JM ve cómo, una vez más, su carrera de escritor se precipita al abismo. Sabe que no ha fijado la idea básica, su tesis, su objetivo, y que antes de comer, después de guardar las latas, y mientras mastica el aperitivo, esa idea se habrá ido al éter por el wáter. No habrá alternativa, a menos que…

-Ñañi, oye, mira… -JM llama Ñañi a su mujer- ¿por qué no te adelantas y ya luego voy yo y cargo la compra del coche?

-Ni hablar, -responde Ñañi-. Ni mihita. Vengamos ya mismito.

Y JM, resignado, sabe que la obra de su vida, el legado de su fuerza creativa, se va al guano sin remisión. En una pataleta, se impulsa hacia atrás para golpear de un manotazo la pantalla de su ordenador, lo suficiente como para caer de nuevo hacia atrás doblado, con la cabeza esta vez pegada al suelo, pendiente de ser recogido, ordenado y puesto en marcha. Como sus ideas. Como su compra semanal. Como su vida entera.

Y luego dicen que los albañiles son los que sufren.

jueves, 19 de enero de 2012

CRONICA DE UN VIAJE








Queridas y queridos amigos:
Ya sabéis que las pasadas fiestas de Navidad y año Nuevo, las he pasado fuera de Sevilla, concretamente en Austria. Deseo por tanto que el recién estrenado año os traiga salud y prosperidad.
Voy a hacer una pequeña crónica de mi viaje, sobre todo para comenzar este nuevo año escribiendo algo, espero tener suerte porque el ordenador está regular.
Me marché el día 23 de diciembre, he estado allí 14 días con mi hija, mi yerno, mi nieto Daniel que está estudiando allí. Lo hemos pasado muy bien, me ha gustado mucho Viena y Graz, la ciudad donde vive mi nieto es también muy bonita. Me sorprendió ver en sus calles los puestos de castañas asadas como aquí. Mi nieto que hizo de magnífico anfitrión nos llevó por la Ciudad el día 24 por la mañana, que allí es costumbre pasear hasta la hora del almuerzo y en kioscos tomar tapas con vino caliente y canela. Yo me atreví y me tomé un vasito, no estaba mal. Las ciudades adornadas como aquí y en algunas calles belenes. Por cierto, los árboles de Navidad están presentes en todas las iglesias al lado del Belén. Mi hija me dijo que esa costumbre no es americana como yo creía, y que viene de los paises nórdicos y Europa Central. Al regreso nos vinimos por Eslovenia y Venecia. Ha sido un bonito viaje. Me he cansado, pero ha merecido la pena. En Austria el día de Navidad, lo dedican para honrar a sus seres fallecidos y los cementerios se ven con muchas flores y árboles de Navidad. En Nochevieja toda la ciudad se echa a la calle y aunque allí no hay campanadas ni uvas al ser las 12 comienzan los fuegos artificiales y bailan en la plaza. Nosotros nos llevamos las uvas y nos las comimos con nuestro champán, eso sí lo hacían ellos. La conclusión a la que llego cuando viajo es que los seres humanos, nos diferenciamos poco unos de otros. Cada país, con sus costumbres pero con los mismos sentimientos unos y otros. Espero que sea de vuestro agrado lo que os cuento, termino con un breve poemita. Un abrazo para todos de Paquita.

El viaje me ha gustado,
he visto cosas muy bellas,
pero no caeré en la trampa
de comparar mi país
resaltándolas a ellas.
Cada lugar de la Tierra
tiene sus propios encantos,
sin hacer comparaciones
todos saldremos ganando.

El banco (el de la foto)

Cada mañana miro al banco,
está helado.
Tan blanco, tan frío, tan húmedo…
Me quedaré aquí
junto a la chimenea caliente,
y sola
esperando la primavera,
aunque no te vea.

jueves, 5 de enero de 2012

PRUEBA LITERARIA.


Explíquese el texto siguiente:

Par1:

…Y cuentan que el jeque tonto Solumenín de Balikasar, al ver a un campesino con una espiocha descomunal golpeando una roca más dura que las bongolias de Beyoncé, le preguntó:

Par2:

-Oh, tú, tontaina del Kalahari y el Sahara juntos, ¿por qué motivo, que no razón, pierdes el tiempo pegándole a un piedro macizo con una herramienta hecha más para ahondar en tierra blanda, con fines generalmente sembradizos o enterrativos? Ilumina mi alma con tu respuesta.

Par3:

-Porgge me szale los goone, -respondió el hombre que terminaba de partir kilo y medio de piñones. Llevaba así toda la tarde. Iba a celebrar un cumpleaños con una tarta de piñonate, pero al final decidió trasegárselos todos de golpe y, cuando comenzaba a disfrutar masticándolos, le hicieron una pregunta improcedente e inoportuna: de ahí la mala dicción en la desabrida contestación.

Par4:

Tras la respuesta oral, para completar, el tosco cavador golpeó suavemente a Solumenín entre ambos omóplatos con una linterna de petróleo encendida de cuatro kilos de peso. Después, se despidió de él.

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Indicación 1)

En Balikasar, los poetas cuentan que el alma se encuentra entre los dos omóplatos.

Indicación 2) Léanse con atención los finales de los párrafos segundo y cuarto y átense cabos para sacar conclusiones narrativas.

En efecto:

Pasan la prueba aquellos que, sin consultar con el Espasa, han acertado a ver que, al golpear con una linterna “encendida” en el sitio donde se encuentra el alma, LÓGICAMENTE, han iluminado ésta.

Las notas se publicarán dentro de seis años, según bases de la convocatoria.

Quedan citados para la siguiente etapa: lucha grecorromana con una mano atada a una farola. Sin corbata.

Las oposiciones no son fáciles en general. Estas de peladores de patatas para el ejército de Laponia no iban a ser menos.

lunes, 2 de enero de 2012

Sin Norte

Cuando tiembla la mañana
y no es por frío,
cuando estremece la noche
y no es por soledad,
cuando atormenta la vida
cada día…
Quizás sea el momento
de cambiar el rumbo.

domingo, 1 de enero de 2012

Apelativos cariñosos.

-¡Bruja, más que bruja! –dijo el mago oscuro Cloroformokor a su mujer Tilsamora con el rostro bañado en lágrimas, cuando ella le presentó su título de hechicera de primera recién adquirido en la carísima universidad de Trukkonian, del segundo mundo inmundo y paralelo, el selectísimo Peogordovon.

Y sin copiar ni hacer trucos.

-¡Capullo, más que capullo!, -respondió Tilsamora cuando vio cómo –en una cajita junto a su esposo- el primer gusano –Fernandito- se había enroscado en una hermosa nubecita de seda amarilla.

Como por arte de magia.