martes, 1 de abril de 2008

UN BUEN TRATO.

-Amigo mío, se trata de un vergel cuyo principio parte del mismo origen del Universo, y es tal la longitud de la hierba que crece en él, que sólo con 65.000.000 bueyes comiendo al unísono y sin hablarse entre ellos se podría segar la diezbillonésima parte de sus puntas. Además, viejo amigo, con el rocío que retiene y guarda de las húmedas noches, se podrían llenar los mares de 72.000.000 planetas tan grandes como Marte y Júpiter juntos…

-Basta, Mr. Mackingüei, me lo quedo -le dije, y firmé los documentos. Mil doscientos al mes y un apretón de manos.

J.W. Mackingüei es un gran agente inmobiliario. Ya sueño con morir en este jardín situado en el patio de mi casa, que J.W. (me asegura que no es mío) ha tenido a bien alquilarme.

...QUE DESTEJÍA POR LAS NOCHES.

La doctora Penélope Ditaca, estaba considerada una de las mejores cirujanas del mundo. Por las mañanas, en su quirófano número 9, sacaba balas de los cuerpos con una limpieza excepcional; de un modo tan preciso que sólo el inspector Ulises Zapata pudo explicar, al comprobar las horas y horas de práctica que la doctora realizaba desde su azotea, disparando por las tardes a los transeúntes de modo que quedaran bajo un ángulo de observación de 45 grados, una inclinación ideal para el bisturí.

Habían nacido el mismo día, pero el inspector y la doctora Penélope no llegaron a hablarse hasta la edad de 65 años, justo el día en que ella salía de la cárcel y él entraba para entregar a Telma Ditaca, la hija de Penélope, una gran cirujana, a la que habían descubierto como gran tiradora de precisión, el día después de nombrarla mejor cirujana del año, por la limpieza con que sacaba las balas de los cuerpos…