martes, 10 de febrero de 2009

UN VIAJE AL AYER

Hoy hemos paseado por las calles de Roskilde. Tiempo atrás, fue esta ciudad la que tuvo la capitalidad de Dinamarca. En ella se asienta la que es considerada la primera catedral del pais. Nosotras hemos entrado en ella. Allí reposan los cuerpos de los reyes daneses. Este pueblo es muy de sus reyes y les han otorgado un lugar como éste para morar en su último viaje.
El día estaba más frío de lo habitual, tanto es así, que a mitad de la mañana una sútil cortina blanca se dejaba ver y sentir. Por fín, he visto nevar. Os parecerá una simpleza, pero me hacía mucha ilusión, la pena es que los copos eran tan delgados que casi no llegaban a cuajar; pero de todas formas, me ha gustado verlo. Ya en casa, mientras preparaba un arroz con carne al estilo Beli, y mientras Anthony and the Johns me deleitaba con sus canciones, a través del ventanal de la cocina he vuelto a ver nevar. No tengo palabras. Me parecía increible estar viendo lo que veía y sentir lo que sentía.
Lo más hermoso de los viajes, es poder compartir momentos con alguien querido. Yo tengo mucha suerte, tengo a mi sobrina. Ella me está dando muy buenos momentos que espero no olvidar nunca.
Dinamarca será siempre, el viaje del hoy con vistas al mañana.

Golden

Como es lógico, mi amigo José Manuel, en la cuenta atrás, pidió al anestesista que le durmiera con el concierto número 4 de Brandemburgo, de J. S. Bach, a lo que el profesional, solícito, accedió.

Con motivo de la intervención por cuestiones cardiovasculares que ahora no vienen al caso, y generoso como es, y aún consciente, ofreció a los cirujanos tomar lo que necesitaran.

Sin valorar demasiado los sueños que le venían, mi amigo se despertó en mitad de la faena de los médicos, que ajustaban válvulas y demás. Para no distraerles, no hizo comentario alguno y se dedicó a echar un vistazo general al escenario de su intervención, que, en conjunto, mereció su aprobación.

Antes de volver a cerrar los ojos, viendo venir el final feliz de la cirugía, miró a su izquierda y sonrió con la mayor discreción al comprobar que, de su corazón, tal y como le habíamos dicho los amigos más de una vez, salía un reflejo claramente dorado.