jueves, 11 de septiembre de 2008

el sobre



Miraba a diario su buzón. Lo abría lentamente a pesar de que a través de los pequeños agujeros podía saber que no había nada. En su interior, un negro metálico. El vacío. Cerraba la puertecita y giraba la llave. Sonreía con tristeza mientrás contaba uno a uno los escalones de la escalera.
Siempre igual. Cada día lo mismo.
Aquella mañana introdujo la llave en la cerradura del buzón. Como a diario. Al abrir la puertecita encontró un sobre azul sin dirección ni remitente. Sólo una frase: PARA TI. Miró a su alrededor. Se sintió objetivo de unos ojos ocultos, invisibles. Nada a su alrededor. Nadie más que él. Miró en el interior del sobre. Una nota verde. Dos palabras: NO LLORES.
Guardó la nota y tiró en la papelera, sus lágrimas sin usar.

La estrella


Dentro hay luz pero la oscuridad me envuelve.
Es la noche. Es la noche que me llama.
Me persigue de día y, aún más cuando aparece.
A veces no la oigo. A veces no la quiero oír.
Pero ahora me entrego y ella me mece.
Me enseña sus tesoros.
Todos los ven. Todos los desean. Todos los tienen.
Yo abro los ojos. También los deseo.
“Míralas”, dice la noche. Estrellas de leche.
Luceros hermosos que brillan cada vez más fuerte.
“Quiero una”, suplico. Hay infinitas.
“Míralas”, replica. Todos las desean. Todos las tienen.
“Sí, pero yo sólo quiero una”.
La noche cuenta sus estrellas. Después me mece.
“Míralas, pero no las toques”, dice, “ellos las quieren”.
“Pero, yo… ¿por qué me llamas entonces,
si no me concedes la suerte?”.
“Se perdió una estrella", respondió la noche,
"y la encontré al verte”.