jueves, 5 de agosto de 2010

DISCRECIÓN.

»Sshhh lector, no leas esta nota en voz alta. Estoy escondido en una madriguera de ciento sesenta metros cuadrados, cinco habitaciones, dos baños completos, aseo, cocina, salón y trastero, susurrando para que alguien, espero que tú, venga a salvarme. Y que lo haga pronto. Arriba, en la planta principal, me busca la totalidad de mi familia política, aliada con la mía propia, endomingados hasta las cejas, para llevarme a una comunión.

No sé cuánto podré aguantar. Nunca he hablado de este pequeño escondite fabricado bajo la casa, no tiene registro legal, nadie salvo yo conoce sus planos, excepto claro está los arquitectos que viven en la planta de abajo, la menos dos, necesarios para guardar el secreto de la planta menos tres, donde tengo el negociete de la destiladora clandestina.… son gente muy poco sociable, y no se llevan bien con los del tugurio de apuestas, los de la planta menos cinco. En la menos cuatro no me atrevo a entrar, porque los de esa secta son rarísimos, aunque pagan puntualmente el alquiler… Te espero, lector y salvador, por la puerta 12, la que tiene al lado una cabina telefónica de color rojo inglés. No me falles.»

-Mamá, hemos encontrado esta botella en el estanque, atascada por el yate. Ya iba camino de la salida de la urbanización.

-Dame, dámela… ¿Será cabestro? ¿Pues no cobra un alquiler por los de la Ciencia Indeleble y yo no he visto un céntimo? Vámonos, que el cura no espera para repartir hostias. Ni siquiera las consagradas. Y ni una palabra de la explotación de marihuana de la azotea, ¿entendido?

-Sí, mami.

-Ni aunque sea su cumpleaños se lo vamos a contar. Y en cuanto estemos junto a la verja, lanza los botes de humo y suelta a los perros. Arranque, Jorge.