¡Qué gusto, volver!
Volver de tantos días. Volver de una fiesta, mientras esperas otra. Volver de estar cuando se quiere, y cuando no también. Volver de la visita obligada… o no; del hastío, de la sequedad de ideas. Volver de príncipes y princesas que huyen a los bosques, al refugio de la casa de humildes plebeyos, que les protejan de los peligros de sus propios reinos. Volver de Harry, o de los narnianos, o de qué sé yo.
Volver a casa; a la mía y a la nuestra. Volver a hacernos promesas a nosotros mismos, sobre nosotros mismos, por supuesto, para después incumplirlas casi todas. Volver a subir, por segunda vez, juntos, a lomos de un nuevo tiempo.
Y volver, con estas líneas para vosotros, siendo consciente de que con lo que tengo en esta vida (incluyéndoos), la felicidad puede esperar.
No es necesario ser una princesa para refugiarme en nuestro hogar, éste, el de las historias, y así, sentirme, de veras, a salvo de todo lo demás.
Feliz Año a todos.