miércoles, 3 de octubre de 2018

EL ESPEJO



                                                 
                                                     “REFLEJOS”

Te muestro una flor y me la devuelves, como aquella tarde en que te mostré todos mis espinos. Uno a uno me los quito desde entonces. Pero en mí tengo esa flor que me muestras. Por eso la muestras. Su color es bálsamo que me cura cada herida. Su aroma me pertenece, aunque tú no puedas mostrarlo. Yo tengo los espinos, tengo el aroma y tengo la rosa. Tengo la rosa.
                                                                                         

HACIA EL VALLE


La profundidad del valle… Quién pudiera ser parte de este suelo de manto verde. Quién pudiera ser sauce, camino, trino y silencio. Quién pudiera ser todo eso y brillar con el día, y que al llegar la noche y posarse sobre mí, no tuviera miedo.


Si pudiera, me fundiría en sus sombras y dejaría de ser para ser de nuevo. Me bañaría, renacida, en la ribera, y en su alfombra de cantos rodados, mis pies pulirían los pasos infértiles que no llegaron a ningún sitio.

Quién pudiera ser sauce, llorar sólo en invierno, y ser nido que albergue la vida que espero, fresca y serena, agitada y fluida, como estas aguas, como estas ramas, como esta yerba, como la noche sin miedo; como el sol mismo, insuflando la calidez de donde la felicidad nace; pero todo aquí, en el valle. Entre los frutos que maduran amorosos, como mi corazón, que reverdece cuando lo pienso.