martes, 9 de agosto de 2011

CURIOSIDADES VARIAS (1)

Juanita Rañovski, la extraordinaria cupletista ucraniana, mantenía una doble vida como señora de la limpieza en el Pillín Center of Móstoles, haciendo día a día la vida imposible a miles de usuarios de los retretes de la enorme edificación. Su labor consistía en, una vez delatada la bajada cremallerística, golpear las puertas de los urinarios con un mazo de goma y gritar “¡se cae, el edificio se cae a pedazos, salgan corriendo sea cual fuere la circunstancia en que se encuentren!”. En el momento del giro y disposición a la huida de los mingientes, Juanita conseguía una instantánea de los apéndices con su iniciada parábola –o caída- que publicaba después –y esto es lo mejor- con los nombres de cada meante huidor respectivo puestos al azar, sin aparecer los rostros de los propietarios. En su página WEB, Juanita ofrecía entradas gratis de su espectáculo a los cuarenta primeros que consiguieran –por conocimiento y eliminación- alinear cada dueño con su meño.

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James J. Palomero, alcalde de Koñatora, fue reelegido veinte mil cuatrocientas veces para su cargo. Gozó de una popularidad enorme, besó a todos y cada uno de los niños menores de dos años en sus campañas electorales y estrechó las manos de sus conciudadanos millones de veces, aunque, como es lógico, muchas de ellas a los mismos pues el pueblo de Koñatora consta de un censo de ciento doce vecinos, ochenta de ellos en edad legal de votar.

Esta tarde, porque en la vida nada es eterno, James J ha tropezado al salir de unos billares y al caer ha pisado –y deslucido- los zapatos de piel de fañito hembra de Lady Chocha Brown, la protectora del pueblo que estaba de visita. La consecuencia ha sido fulminante: en la votación de hoy sábado James J Palomero ha visto rota su trayectoria política al ver salir elegido a Louis H. Mondongo, su adversario más radical (habla en su programa de farolas a rayas, algo increíble).

Lejos de venirse abajo, James J. y su equipo ya preparan las elecciones del próximo lunes (los domingos no hay votación) con un programa donde los billares tengan una salida en rampa y se instalen en el pueblo diez granjas para la cría del fañito, una variante del erizo, pero de púas flexibles, que muda la piel cada semana y la deja en su puerta, doblada y planchada, para que la recojan los fabricantes de bolsos, zapatos y monederos.

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Henderson Pratagarian, un sacerdote sin derecho a sotana de la orden de los Pragmatistas de San Macgiverini, ha publicado lo siguiente en su página WEB Sálvesequienpued.com: “Pebeterio, chaval, vuelve a casa y deja de quemar sándalo en la ONU en la entrada para camiones de suministros. Allí no saben valorar estos detalles y lo que compran son perritos calientes en la entrada principal. Olvida las patadas de tu padre y hazte cargo del negocio familiar. El martes, que bendigo yo la mesa, sería un buen día para aparecer con una botellita de mosto.”

Como respuesta, en el blog Abdominalabominables.tontosport.com, su sobrino respondía así: “Nnseguía. No güervo, tito. Irse palamier. Y no firmo ni un cheque más”.

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En el concierto a doce voces celebrado en el Tiger Garden de Chaflannia, la soprano Ergeritt Van Den Tellada soltó un gallo y fue abofeteada en directo. Le dieron una segunda oportunidad y, desatada en su furia valiente, dejó escapar al gallinero completo. En medio del barullo, se hartó de coger huevos en su turbante y salió para casa. Allí, preparó una tortillita francesa para cenar y se acostó temprano.

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En el concurso erótico anual “Met&Sack”, con sede en Brochelia, la pareja Berta y Berto, participantes en el nivel “madurito”, alcanzó la máxima puntuación en su categoría gracias a su interpretación del clásico número “Gira y moja la soja”, que consiste en realizar cuestiones de mérito dentro de una lavadora ecológica, en un programa en frío. Los artistas entran vestidos con ropas blancas que van saliendo disparadas gracias al centrifugado que ellos mismos provocan. No se añade suavizante al no considerarse necesario. Los concursantes salen sin una sola arruga y son colgados a secar entre aplausos.

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Hay una isla en medio del gran Charco Salado de Grimchiskysvaya, llamada Islamed, donde sus habitantes, cada tres de octubre, conmemoran la aparición de la imagen de Santa Prebenda, la cual se hace visible ataviada de profesora de Geometría, un compás en la mano izquierda y una tiza redonda –de las que no manchan, ahí el milagro- en la derecha. Cada año, una niña que aún no haya batido un huevo en su vida puede hacer hasta tres preguntas conceptuales a la presencia virtual. En el presente año, la consulta giraba en torno a que si mantener la línea es la finalidad de muchas mujeres, por qué no hacer mejores precios en telefonía para los ya abonados, en lugar de tanta oferta “sólo para los nuevos clientes”. Cojones ya. La santa, con una sonrisa encantadora, ha escrito en las gafas de la niña con su tiza la página WEB donde encontrar una rica variedad de operadoras. Al final, en la tradicional suelta de globos de colores, Santa Prebenda se ha hinchado a pinchar todos los que ha podido con la punta del compás. Una maravilla. Y ha ido desvaneciéndose su imagen poco a poco, entre vítores.

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Lavarse los pies en carrera ha sido una de las grandes aspiraciones humanas desde la primera olimpiada, allá por donde fuera que no me acuerdo. Miles de atletas han caído víctimas del excesivo cansancio que supone botar sobre un solo pie mientras se frota la planta del otro, sin olvidar las caídas, los tropezones y lo resbaladizo de algunas pistas si no se enjuaga a tiempo. Hoy, martes, por fin el ser humano, dedicado a tantas tareas inútiles, ha dado con la solución al problema: una tercer pierna “transitoria”, a colocar entre las otras dos y ejercer sus funciones, mientras el corredor frota, seca y calza de nuevo las dos de siempre y “tira al suelo” la auxiliar antes de llegar a la meta, donde podrá obtener el merecido premio a su esfuerzo sin que las chicas que ponen las medallas hagan ese gesto subiendo la nariz que delata una peste a pies infumable. Eso, por televisión, da una imagen fatal para el atletismo. Ya era hora.

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-“¡Qué bonito es el Amor!”, -dijo doña Bertonia Kastinia, mientras bebía sin sorber un diminuto trago de una minúscula taza de té, cogida con sus delicadísimos dedos pulgar e índice, estirado el meñique por completo. Al levantarse para tomar una galletita de la bandeja del centro de la inmaculada mesita del salón donde se celebraba su reunión semanal, su cuerpo perdió la verticalidad y cayó de frente, yendo su cabeza a depositar un golpe de frente a quien se encontraba enfrente, don Jorgito Piñero, quien puso cara de ministro cesado al recibir de lleno el impacto de tal precioso meteorito lleno de rizos en el centro exacto de los bolsillos de sus pantalones.

Durante los siguientes doce minutos, sin que se derramara una sola gota de té de taza alguna, Bertonia comentó con voz apagada los asuntos que se discutieron en la tertulia sin deshacer la postura producto del tropezón. Fue su mayordomo quien la ayudó a incorporarse para que atendiera una llamada telefónica y posteriormente retirar las bandejas.