viernes, 19 de septiembre de 2008

ONCE

Lo que aquí os muestro no es ningún descubrimiento por mi parte, porque ya me advirtió de ello nuestra querida Beli. Ayer vi la película “Once”, protagonizada por Marketa Irglova y Glen Hansard. Es una película con un reparto escueto, sin grandes decorados, efectos especiales o maravilloso vestuario. Simplemente es una historia que, por su sencillez, es grandiosa y que nos transmite con gran delicadeza cómo dos personas pueden encontrar enormes momentos de felicidad al compartir lo que más les gusta: la música.
No importa si se besan, si se van a la cama juntos... Es un ejercicio de lo hermoso que es crear y de cómo este acto se enriquece cuando puedes compartirlo con otros. Por lo que a nosotros o a las personas que nos leen, toca de cerca, la recomiendo. Y en igual línea, destaco su banda sonora (obtuvo un Oscar) que está llena de un hondo sentimiento interior. Aquí os incluyo quizás la canción más destacada: "Falling Slowly". Merece la pena verla, al menos, una vez.

Literatura y transgresión (I)



Picores.

Evita las ladillas literalmente,
evítame.

DESAHOGOS

Diego abre la lavadora y observa con pavor cómo han vuelto a salir esas extrañas manchas en las toallas, y sin pensarlo dos veces, llama al número de teléfono que aparece en el tambor de jabón para lavar a máquina.

-Buenos días. Mire le llamo porque no entiendo qué es lo que ocurre a menudo en mi colada.

-Dígame, señor; ¿qué es lo que le sucede?

- Pues mire usted, que siempre o casi siempre, cuando saco la ropa de la lavadora, de un tiempo a acá, aparecen unas manchas grandes, grises…

-¿Grises?, ¿grandes? ¿Se tiñe alguien el pelo en casa?

- No, le explico: es sólo en la ropa de algodón y son manchas que no tenían las prendas al entrar.

-¿Hace ruido su lavadora? A ver si es que está soltando grasa el motor.

-No, qué va; si fuese así, lo mancharía todo. He probado con productos de distintas marcas, he usado suavizante, he dejado de usarlo por si tuviese algo que ver. Estoy mareado; no sé que puede ocurrir. Y es que la máquina es relativamente nueva.

-¿De esas de siete kilos?

-No, no, qué va. Para mí tengo de sobra con la de cinco, y ni eso lleno. Tengo que usar la opción “media carga”.

-Eso me pasa a mí.

-¿Cómo? Bueno, yo le llamaba por si el producto vuestro es posible que manche la ropa.

-¡Uy, qué va, qué va! ¡Eso es imposible! Está hecho para limpiar no para manchar.

-Claro, eso es lo lógico.

-¿No usa usted nuestras tabletas concentradas? Son fantásticas. Si tiene ropa muy sucia, es un producto ideal. Yo antes las usaba. Ahora, ya para mi sola, no me hacen falta, la verdad. ¡Ojalá tuviese que seguir usándolas! Sería porque Jaime no se fue.

-Vaya, lo…lo… siento.

-No, si no se ha muerto; es que se ha largado con una rusa hace tres años.

-Me deja usted que no sé qué decirle, señora.

-Malena. Me llamo Malena. Dígame Malena, por favor. Desde que se fue nadie me llama así, y lo echo de menos.

-Bueno, señora, ay digo, Malena…
….Es que yo quisiera solucionar mi problema. ¿Cree que puedan ustedes ayudarme?

-¿Cómo se llama? ¿Sabe? No siempre pregunto el nombre a la persona con la que hablo, pero su voz me resulta cálida y cercana. ¿También es de Sevilla?

-Sí, de aquí. Y me llamo Diego. No se ponga triste, porque, ¿sabe?, tampoco yo tengo pareja, y eso no es lo peor. Lo peor es que, creyendo que la tenía, no la he tenido nunca; eso es más triste. Estar solo estando acompañado es terrible.-
Diego siente que la voz le tiembla y casi sin darse cuenta, le caen un par de lágrimas que mojan el auricular.

-¿Está usted llorando, Diego?

-Es la primera vez que le lloro a alguien por esto. Lo siento. Yo llamaba por lo de la colada. Siento haberme puesto así- dice intentando recuperar el tono perdido.

-¿Tiene algún asunto pendiente esta tarde?

-¿Se imaginó que soy letrado?

-¡Oh, no! Me expreso así normalmente para hablar de mis quehaceres diarios.

-Tengo que asistir al bufete un par de horas para entrevistarme con un cliente. Acabaré a las siete, más o menos.

-Entonces, ¿acepta un café?

-Lo acepto con gusto, Malena.

-Bien. Pues a las ocho en la esquina de Tetuán con Sierpes. Llevaré un bolso dorado y gabardina beige.

-Hacía mucho que nadie me invitaba a un café.

-Estupendo, Diego, porque a mí, hacía mucho que nadie me aceptaba una cita.


Todos los días que te pierdo

Un día, ya entrada en años, en el vestíbulo de un edificio público, un hombre se me acercó. Se dio a conocer y me dijo: "La conozco desde siempre. Todo el mundo dice que de joven era usted hermosa, me he acercado para decirle que en mi opinión la considero más hermosa ahora que en su juventud, su rostro de muchacha me gustaba mucho menos que el de ahora, devastado".
(De El amante, Marguerite Duras)

El tiempo no existe, existe mi cara
y los surcos que la surcan.

Nuestro amor existe
y sin embargo estamos lejos,
devastados.

Porque tú andas, corres, vuelas
y sobre mí pasan los surcos.