viernes, 25 de diciembre de 2009

GRANDES MILAGROS.

1.Ardores.

En el valle de Chalcomokos, que en su día albergó al Centro Internacional del Estornudo, se obró un milagro estupendo en la persona de Elbolito Petenser. Andaba el hombre pelando pescados recién cogidos del río Moja cuando, de súbito inmediato, un pajarraco negro de dos grandes alas y pico (aclaremos: sólo dos alas) intentó comerse un lenguado enorme ya limpio tirado en el suelo. Elbolito lo vio venir, saltó de su banqueta medio podrida y, con el pez en la mano, giró los brazos a tal velocidad sobre su cabeza que se elevó sobre el suelo hasta el punto de ser el primer helicóptero humano.

Una vez llegado a la altura del pájaro ladrón, hombre y ave se liaron a golpes, cada uno dentro de sus posibilidades. Momentos después, caían los tres al río, donde el pez, aún vivo pero escamado por estar desescamado, se comió a los dos. Y cuenta la leyenda que no se indigestó de puro milagro según su médico de cabecera, pero estuvo tres días con ardores.


2.Sequías.

La aldea de Milfuegos, en la provincia Nortequepaduda cercana al Yucatán, ha sido considerada la más seca del continente americano conocido. Prueba de ello es que aunque hagas allí una pregunta que dure un minuto, la gente te responde “sí”, “no”, “pssss” o “puede ser”, esto último si ese día están de buenas.

El caso es que dejó de llover el día anual que era norma en los campos cercanos y un par de ancianas charlatanas propusieron, en un discurso de más de veinte segundos, una rogativa a San Tiamén, un tipo de la región elevado a los altares por lo rápido de sus gestiones.

Tras una oración de casi medio minuto, rezada con la misma emoción demostrada por el buzón de correos de la aldea, al alcalde se le ocurrió por vía mística en sueños “eliminar” la carpa que cubría el pueblo a las horas de sol, que por error administrativo se había quedado puesta, cubriendo al pueblo y dando sombrita, es cierto, pero privándole también de una agradable y útil lluvia.

Por la tarde, colocado de perfil, como con desdén, el santo en su peana, la gente se fue a comprar su paraguas, como es normal. Pues bien, el único tendero del pueblo prefirió quedarse sin vender algunas unidades, porque “no tenía cambio” y ya estaba harto de gente que viene con billetes de mil dólares a comprar a su establecimiento a primera hora de la mañana.


3.Tormentazo.

En un bosque donde no había nadie, cayó un rayo al tropezar con una nube y, del enfado que cogió, prendió fuego en los árboles que tenía más a mano. Unos arbustos que no tenían nada que ver con el asunto y no querían disgustos, le llamaron la atención y el rayo, furibundo, le lanzó dos chispazos mínimos, suficientes para chamuscarlos. Lo que no sabía el rayo es que ese día, precisamente ese día, Benjamín Franklin se lo había tomado libre y, en una excursión con mochilas y sandwitches de crema de cacahuete se plantó en el bosque. Viendo la discusión acalorada, en la que el rayo no oía a razones, ni escuchaba siquiera a la nube despistada que le pedía disculpas, Benjamín cogió una señal de stop desplegable con la que siempre viajaba y con ella, a gritos, se enfrentó al rayo y le dijo:

-¡Ver si paramos ya, cohone!

Aquello fue mano de santo. Y, de milagro, un chaparrón acudió en ayuda desde el cielo y más que enfriar apagó los ánimos del rayo chuleta, que, sin una chispa de vida, se largó de allí.

Al recoger sus bártulos para seguir su camino, los árboles, a salvo gracias a su oportuna intervención, se despidieron de Benjamín Franklin, diciéndole:

-¡Grasia, quillo!, -obrándose aquel maravilloso día el milagro de que el pino Garmendia, mudo desde que fue plantado, hablara por primera vez.


4.Deshielo.

En el sitio donde hace más frío del Polo Norte, una pequeña explanada llamada “Arresío”, el explorador Arnold Palmerillas se percató de no llevar puesta su boina. No era un melenudo precisamente, y viendo venir un catarro se desesperó y llamó a su madre por el móvil para explicarle la situación.

-Piensa fríamente, Arni, -le dijo la madre, siempre prudente ante los conflictos de su niño, recién ascendido a comandante del ejército polar ártico. Y le colgó, porque se dio cuenta de lo revertido del cobro de la llamada.

Pasó por allí un promotor de viviendas adosadas, que, de milagro, se había caído del helicóptero en el que volaba buscando solares, pero que sería recogido por el piloto en cuanto éste terminara de comer.

Arnold volvió a su casa y, durante toda la tarde, habló de las magníficas condiciones de la vivienda unifamiliar para la que había dado una entrada. Hasta cerca de las diez de la noche, no logró el milagro de que su madre le soltara la pasta para la entrega de llaves, que guardaba en el frigorífico, envuelta en una boina.