jueves, 18 de agosto de 2011

Reclamaciones (1).

Isidoro Mercachif, profesor de contabilidad por la Universidad de Lepanto, se dirigió como una Furia del Averno a la ventanilla dos del servicio municipal de atención a ciudadanos enfadados. El funcionario, al abrir la ventanilla, le gritó como un poseso que qué quería, a lo que Isidoro bramó que qué iba a querer, vamos, recibiendo un aullido en plena cara del funcionario, que le estampó un pues a ver si sabemos en qué mundo vivimos, a cambio de un desgarrador ya volveré cuando me acuerde, que no tengo pelos en los ojos, justo antes de que la ventanilla se cerrase con un portazo que hizo temblar la estructura del edificio de al lado.

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-¿Y a mí qué me cuentas, monstruo irresponsable?; mira que te regalé un zepelín bien grande -dijo Crispín Balboa das Tormentas, conde de Setúbal, primo de dos primos suyos y aspirante a regente de Chambortown, provincia de Osmoratonia, cerca de Chicago, mientras el dragón Kolmogonto, descendiente directo de una lagartija del Edén, agachaba la cabeza mirando al suelo. –Supongo que te casarás con ella, ¿no?, -le dijo levantándole la barbilla para que le mirara cara a cara. -Ahora no me vengas con que el fuego de la pasión se te ha venido a menos. Ella es una princesa Drakoniona de pura escama, y ha dejado de asolar reinos mágicos para volar a tu lado. Vamos, chaval, pídele que se una a ti y juntos crearéis la desolación en media Europa. Kolmogonto levantó el hocico y preguntó: -¿Vendrás entonces a intentar cazarnos, a nosotros y a nuestros hijos?, a lo que Crispín respondió con un evasivo “ya hablaremos de eso en otro momento. Ahora vuela a su lado y cumple con tu obligación. Chaval”.