lunes, 30 de abril de 2012

SIN PARTITURA.



David Boole, el mejor trompetista de Orleáns, fue despertado por J. Carmaine, el dueño del Claxon Club, el lugar más exclusivo de la ciudad, donde nunca había sido invitado a actuar. Quizá por sus devaneos con Debra, la mujer de Carmaine.
-Necesito que vengas esta noche a tocar.
-Supongo que sólo mi trompeta.
-No juegues antes de que empiece la partida. Todo a su tiempo.
-Estaré allí antes de que cuelgues el teléfono.
David llegó pronto y entró sin que nadie se lo impidiera.
En el local, Debra y Carmaine le esperaban sentados en la mesa central de la sala.
En una esquina, alguien con el rostro entre las sombras estaba de pie junto a otra mesa.
-Es el mismísimo diablo, -dijo Debra.
-Vaya, otra vez igual, -respondió David.
-Ahora viene por mí, o eso dice, -susurró Carmaine, quien dejó caer varias gotas de sudor por su nariz y barbilla-. A ver qué haces esta vez.
En anteriores ocasiones, la música que había inventado David había sido imposible de repetir para el demonio. Demasiado deprisa para él, demasiado creativa, y se había largado con la cabeza baja.
-He practicado mucho, -dijo el demonio sin salir de las sombras.
-Yo también, muchacho, -respondió David.
-Empecemos, -dijeron al unísono.
Antes de subirse a la pequeña tarima que hacía de escenario, mientras sacaba su trompeta del estuche, David se acercó a Debra.
-Coge aire, -le dijo-, todo el que puedas. Como si fuera la última vez que vas a respirar.
Debra llenó sus pulmones hasta no poder más.
Antes de que soltara el menos suspiro, David pegó sus labios a los suyos y se tragó todo el aire. Se puso la trompeta en la boca y creó una melodía que nadie había oído nunca, ni nadie podría repetir después.
El diablo ni siquiera intentó copiarla. Guardó su instrumento y esperó en la salida.
-Aprende a querer a tu mujer, tipo duro, -dijo David a Carmaine.
Mientras caminaban juntos, David y el diablo tarareaban la música con que el infierno recibe a alguien que ha solicitado la entrada sin demasiados méritos, ésa creada como pago por Carmaine. El diablo intentaba escribirla en un pentagrama, pero el fuego destruía una y otra vez la partitura. 
-Déjalo, muchacho, -dijo David mientras guardaba su trompeta en el estuche.