martes, 11 de noviembre de 2014

Saludos

Queridos amigos: Hace unos días os escribí aquí en el blog, para contaros mi viaje a Paris con mis hijos Lola y Miguel Angel, pero como no he hallado respuesta imagino que no os ha llegado. Lo intento de nuevo y si ahora tengo suerte os escribo de nuevo y os cuento algo del viaje. 
Espero que estéis todos bien, os envío un abrazo fuerte. 

Paquita.

Grandes entrevistas de la Historia (10)

King Kong.

                  -Buenas tardes, ¿podría usted poner su mondongo de modo que cupieran las cámaras en el plató?
                  -Pos bueno, pues lo pongo. Y buenas tardes también.
                  -Dígame, señor Pong, ¿Qué tal está Ping?
                  -Oiga, mire que hago ding dong con su cabeza. Vacíleme lo justo. Es King, ni siquiera Ming, como en China. ¿Ssstamos o qué?
                  -Validado. Ahora cuéntenos algo de la isla esa llena de gente que le tiene miedo, grita y se agarra unos fiestorros que duran media película.
                  -Son gente buena y trabajadora, que paga sus impuestos.
                  -Disculpe ¿le pone usted tasas a esa buena gente?
                  -¿Pero sabe usted lo que cuesta mantener una isla aislada, cara papa?
                  -Oiga, alfombra mullida, olvide presentarse a un casting para papillas de dos a tres meses a niños de Copenhague.
                  -Validado. Mire, que le cuento. Allí no hay sitio para el atraque de grandes cruceros. Cada vez que va un paquebote para allá, resulta que tiene que fondear lejísimos. Y ya sabe usted el resto: flotar un colchón neumático con cadenas para traerme a Hollywood y arreglarle la antena parabólica del Empire State es muy complejo.
                  -Yo no soy abogado, ni mucho menos, porque soy aficionado a la charcutería, pero déjeme que le haga una pregunta: ¿Cómo lleva el plan de evacuación en su isla?
                  -Si se refiere a letrinas gigantes, nada de eso: hay mucho campo que abonar. Si en cambio habla de una eventual catástrofe, volcánica o marítima, o quién sabe, una lluvia de periódicos conservadores, mi isla cuenta con un sistema que no tiene comparación: entre un par de perodáctilos en sus alas y yo en mis bolsillos, prácticamente movilizamos a la población de chillones.
                  -En cuanto a las macizas con quien ha tenido que trabajar, ¿con quién se ha sentido más a gusto?
                  -Todas han sido ligeras, rubias, amables y chillonas. Estuve, bien es cierto, ensayando mucho con modelos de barbys oceánicas de gomaespuma. Al principio les arrancaba la cabeza hasta que el director me cosió a multas y conseguí superarlo antes del ensayo general.
                  -Y las balas. Me han dicho que si ha sido sin querer, que para usted eran como la picadura de un mosquito…
                  -No se fíe de esos que empiezan por un perdigón y un “uy usted perdone” y terminan desde un Harrier a base de munición tamaño supositorios ajustados. No miran nada.
                  -Aun así, también usted ha tenido que responder al seguro de un par de aviones.
                  -Hi, hie, hie, hie… aaaay qué cosas. Verá usted, con los mosquitos que tengo en la isla, ando  a manotazos a la hora de la siesta. Cuando subía y vi a los aparatejos esos girando a mi alrededor, pues… hie, hie, hie, ¿qué quiere que le diga? que pensé en mis bichos de siempre. Y, oiga, que picar, picar, picaban con la misma mala leche, no se confunda.
                  -¿Cuándo vuelve usted a su isla?
                  -En cuanto visite a un gorila amigo, en Cercedilla, me cojo unos diítas en mi paraíso encontrado por los carajotes de siempre. A ver si les escoño el GPS y me dejan, entre unos y otros, cien o doscientos años tranquilo.
                  -Ha sido usted muy amable, señor Kong. Le agradezco que me haya destrozado el plató para sentarse y espero que lo pague.
                  -Por supuesto que he venido encantado y que espero que encuentre usted un patrocinador que valore el resultado de su trabajo y le pague las sillas y demás, porque de mí se puede usted esperar el más grande de los…
                  -Deje, déjelo usted para sembrarlo en su isla, muchas gracias.

                  Señoras, señores, hasta aquí el monotemático asunto de hoy. Muchas gracias y hasta la próxima.