jueves, 29 de octubre de 2009

Viaje en metro

Cuando viajo fuera de mi ciudad por cuestiones laborales, no me gusta coger el metro, pero aquel día, al ser “hora punta” me decidí para evitar atascos.
Después de meter varias veces las monedas que escupía la máquina sin piedad, logré sacar un billete.
Toca pasar el control ¿Por qué la ranura del torno siempre está al otro lado de donde me coloco? Suena un bip-bip y el chico que está a mi lado se cuela por la puerta que ha abierto mi billete. Me sonríe con descaro y sale corriendo hacia el andén por el que se escucha rugir la fiera.
Un empleado contempla en la distancia mi peripecia pero no se acerca siquiera. La gente pasa corriendo por un lado y otro mío con mirada asqueada por mi torpeza. El metro está casi en la parada. Introduzco de nuevo el billete por la ranura del otro lado pero la máquina lo escupe porque ya estaba validado, de forma que ante la premura de la llegada inminente del metro decido probar mi forma física saltando por encima de la barrera.
Sólo me faltaban 2 escasos centímetros cuando mis pies tropezaron con el borde superior y fui a caer de cabeza justo al otro lado. ¡Qué golpe! ¡Qué sonido atronador en esa estación! Aquel ruido seco acompañado de un alarido desgarrador, hizo que dos chicos se volvieran a mirar por si era la estación, la que se hundía tras sus pasos. Ahora sí que logré conmover al empleado. Mi cara comenzaba a hincharse. Me dolía todo y lo que más el amor propio. Entre los dos chicos me coloraron en pie y rechazando la ambulancia que el empleado me ofreció gentilmente me fui caminando lo más dignamente que pude hasta el andén a esperar el metro siguiente.