viernes, 7 de mayo de 2010

La trastienda

Cuando abrí mi flamante y moderna tienda, mi madre me preguntó:
-¿Hija, y la trastienda?
La miré un poco perpleja, y me justifiqué escuetamente diciendo que aquello estaba pasado de moda.
No había trascurrido una semana de la inauguración cuando empecé a echarla de menos. Primero compré un biombo para separar aquello que se guarda atrás pero que no es menos importante que lo que se muestra fuera. Poco a poco la trastienda fue ganando espacio a la tienda. En ella me refugiaba sobre todo cuando la tienda estaba cerrada al público. Tenía un rinconcito para mí.
Con el tiempo, cambié el biombo por una pared de escayola (fácil de poner y quitar, por si me arrepentía algún día), pero a día de hoy, después de 21 años, entiendo la pregunta de mi madre. En ella he criado a mis bebés. Allí terminé la carrera. Mis amigas iban a contarme sus intimidades y entre aquel batiburrillo de cosas siempre había un momento para un té, para la paz, para las confesiones, para crear, y no me cuesta decir que hasta para el amor…
Voy a abrir mi segunda tienda. Mi madre ya no está conmigo, pero hoy podría mostrarle orgullosa mi hermosa trastienda.