martes, 28 de junio de 2016

NOSTALGIA


                  Arturo  ∫∫ era un pobre robot bisexual del montón. Como todos los de su generación. No tenía la prestancia de un Leopoldo Serie πYIN ni la fuerza de un Atlas 1002(‰), pero no era, ni se sentía, un trozo de lata. Cuando constató en el catálogo mensual que su pelvis modelo no universal PMNU no sería renovada, sintió un golpe agudo de oxidación justo a un palmo de donde los humanos, esa especie blanda y viscosa que se convirtió al titanio plástico, tenían el ombligo.
                  Pasó por delante de la discoteca THOR NIK ET, abierta a todas horas. Por la puerta se escapaba un ruido metálico que callaba la percusión de la música cataclónica: roces y saltos de innumerables y felices androides de limpieza y desescombro; los conocidos como retales, con goznes chirriantes, danzaban en aparente falta de conciencia ante su inminente desguace. De hecho, esas sesiones de bailes frenéticos ayudaba a la tarea final: el suelo de la pista, visible desde la acera, dejaba ver innumerables remaches y tuercas que escapaban de articulaciones y engranajes. Arturo abombó su tórax para representar un antiquísimo ritual humanoide: el suspiro.
                  Él no sería un trozo  cualquiera de politeretanio dentro de un camión de chatarra. Se dio la vuelta despacio (tenía chips para mareo y vértigo, no sabía en qué proceso se lo habían implantado) y se dirigió al puente suicida número K y Goya, de altura suficiente como para esparcir sus pequeños chips (y algunos transistores, se dijo con humildad) por media ciudad.
                  Arturo ∫∫ no era previsor. Al lanzarse al vacío (concepto superado por toda la filosofía robótica), una suave red de seguridad lo acogió entre sucesivos colchones de aire; fue antes de experimentar la menor aceleración.
                  Los sensores dispararon sus agudas voces de alarma histérica en forma de chirriantes tonos de mezzosoprano y Arturo sufrió un enorme desgaste acústico al tratar de mitigarlas. Sin capacidad para incorporarse (ningún cacharro se programaba para escapar de redes de seguridad sin rellenar un informe antes), se relajó y esperó la llegada del equipo PY+P (preguntas y más preguntas).
                  Dos días después, se había tragado el orgullo junto con los líquidos espesantes de movimiento y el chip de sonrisa idiota, todo introducido en sitios inaccesibles para su sistema operativo. Arturo ∫∫ se dirigía a la discoteca cogido del brazo de un androide tipo Nadadoris∂∂, llamado Panfritito, brillante gracias al paladio hiperfrotado. Fueron la envidia de la fiesta. Arturo tenía su momento de gloria. No pedía mucho más. Le habían jurado que el chip de nostalgia humana era imposible de despegar de su Unidad Central de Control y él se hizo a la idea.
                  Menos da una tuerca, se dijo.

lunes, 6 de junio de 2016

SAN JORGE


                  -Que sí, san Jorge, que sí. Que síiiii. Escucha, escucha… Si yo sé que tú le pones toda la voluntad del mundo. Pero ahora, con tu lanza en el corazón –sin pincharte, ojo-, dime a mí quién me draga el lago, estando como estoy a puntito de abrir el parador, con el cien por cien de ocupación. Ese dragón era mis pies y mis manos. ¡Si hasta era mi mensajería aérea, hombre de Dios! En fin, nada, nada, hombre, déjalo, si más noble que tú… anda, vete al carajo y no vuelvas. Menos mal que tengo un par de huevos a punto de eclosionar. Veré cómo me las arreglo mientras. Hala, un abrazo, y no seas tan lanzado.

miércoles, 1 de junio de 2016

DEFINITIVO



                  La Comunidad Científica Internacional, hoy, a eso de las nueve (nueve y cuarto todo lo más) ha desentrañado, por fin, el enigma de qué fue antes, si el huevo o la gallina.
                  -¡LA GALLINA! –han coreado varios biólogos, otros varios arqueólogos y dos de mantenimiento.
                  Pedido que le hubimos una explicación, aquí la tiene el Mundo:
                  Analizados los restos de Emeuteria Conache, gallina calmada y erudita, en sus escritos se deja ver una infinita capacidad para el diálogo y la discusión civilizada. Por tanto, como ineludible conclusión, todos –sin excepción- sus pollos nacieron … ¡POR LAS BUENAS!, y no por huevos, como hasta ahora se ha dejado ver en valoración del 50% mientras se esgrimían sonrisas bobaliconas. Además, doña Emeuteria presumía del carácter apacible y dulce de su abuela, con quien compartió tardes y más tardes rellenando almohadones con las plumas de Arcadio Sabagnón, su marido, un pedazo de cabrón, borracho y putero que la tenía hasta los huevos. Pero esa es otra historia, lo primero es el logro.