sábado, 30 de octubre de 2010

En otra fiesta de Halloween

De pronto se encontraban pensando qué disfraz ponerse para la fiesta. Lo mejor sería ir de momia para no ser reconocidos por nadie. La noche de Halloween es muy a propósito para esas cosas. En fin, que compraron vendajes e hicieron tiras de una gran sábana. Se esmeraron liándose en ellos el uno al otro durante más de cuatro horas. Completaron el disfraz con alguna que otra víscera colgando. Llegaron a la fiesta que resultó ser ¿de gala? Se miraron con estupor. Tuvieron que presentar la invitación para poder pasar y fueron presentados por el altavoz a pleno volumen. Causaron por tanto sensación y extrañeza, y más aún cuando se dieron cuenta de que, si bien habían dejado hueco para los ojos, nariz y boca, se habían olvidado de otras aberturas. Apretado instante el de aquel terrible “retortijón” con principio de gastroenteritis, que hizo huir despavoridos a los invitados al jardín a pesar del frio invernal que hizo aquel día de otoño.

EN HALLOWEEN.

El cura estaba perdidamente enamorado de su beata clasificada en segundo lugar en 2009. Pero esta beata, La 2, bebía los vientos por el sacristán, quien era esclavo de la beata 1, una verdadera especialista en ladear el velo dejando ver su mirada a pequeños intervalos. Lo suficiente, creía ella, para llamar por fin la atención del cura, que, según inicia el párrafo, iniciaba de nuevo el círculo de amores perseguidos y no correspondidos.

Nadie pensó que una fiesta pagana, la de Halloween, resolvería un problema católico. En la noche cerrada del principio de noviembre, con las luces descansando como espectadoras, con los espíritus de los muertos desatados por las calles, los cuatro protagonistas del amor circular se encontraron creyendo saber a quien tenían delante, detrás de una máscara. Y se dieron, no podía ser menos, cuatro alternativas y discontinuas confesiones, que en un entorno más laico serían simples declaraciones de amor. Y fue tal el desconcierto de puesta en común de palabras y obras los que las brujas provocaron con sus juegos entre los cuatro amantes, que al día siguiente, gracias a las cuatro puertas que tiene la iglesia donde los deseos se evaporaban, los cuatro amantes no volvieron a encontrarse. Por si acaso.

Sirva este pequeño ensayo con investigación de campo para demostrar que la interrelación de las creencias y las culturas desatasca problemas considerados como irresolubles. Cuestión de espíritus libres.