A la carrera te vi,
jugando en la calle al corro:
Risas y corredurías
denominándome zorro
por lo mucho que corrí
bajo aquel sol calentorro.
Corrí de nuevo hasta ti,
pero ya te habías ido.
Me corrí de nuevo, en fin:
Que hice otro recorrido.
No abandoné mi deseo
de correr para mirarte
y más corrí por enviarte
una postal por correos.
“¡Parada!”, me contestaste
“tanto correr, tanto alarde;
sin toros y sin correr,
que correr es de cobardes;
esto… que estoque y mujer
corrida, espero, más tarde”.