domingo, 23 de octubre de 2011

AMOR AL AIRE LIBRE.

Horacio Mendrattore era el clásico gentleman de peo fácil. Su capacidad para airear sus asuntos internos estaba contrastada, y durante su larga e intensa vida se le reconocieron escapes producidos en miles de circunstancias: Desde la tronada en fiestas del tambor de Alicante hasta la más insonorizada, estilo pinchazo de bicicleta, producida en las trincheras, en primera línea de batalla del frente de Treaxurin, durante la guerra checo-china, una contienda asquerosa donde Horacio ocupó con gran éxito el mando en los puestos de guerra bacteriológica.

Al declararse el armisticio, Horacio se licenció con honores, pero mandó a un íntimo amigo a recoger su medalla al valor, dado que ese día por la mañana había ingerido un par de kilos de coles. En el viaje de vuelta, tuvo que cambiar de asiento seis veces, hasta que consiguieron que viajara al aire libre, en la plataforma del vagón de cola, por las coles.

Cuando sus familiares supieron de su llegada, dejaron la ciudad y se marcharon unos días al Polo Norte, donde, si Horacio se les acercaba, el aire –gracias al eje Terrestre allí pinchado- se movería con mayor facilidad de un lado a otro y podrían huir a contraviento.

Al no ser recibido por nadie en la estación, Horacio suspiró de un modo distinto al habitual, dando rienda suelta a su furia intestinal sin reparar en que la fuerza de reacción le desplazó unos metros hacia delante, hasta estar a punto de caer sobre las vías, situación de la que fue rescatado por una dama que, al agarrarle, soltó tal estruendo que su vestido se levantó como sostenido por un artista de las marionetas. Y todo con una sonrisa compartida mientras duró el dueto de la sección de vientos.

-Ha estado usted a punto de matarse, señor, -le dijo la mujer, joven y de cara redonda, hoyuelos y piel de manzana-. Menos mal que estaba cerca.

Los dos, a sabiendas de su predestinación, se pusieron rápidamente de espaldas a la vía, conscientes del peligro de que una nueva ráfaga los impulsara hacia la posibilidad de ser arrollados.

De hecho, una vez recogieron las maletas de Horacio, no necesitaron taxi para llegar al domicilio de la mujer.

Ambos vivían solos y decidieron hacerlo juntos a partir de ese momento, elaborando un plan conjunto que evitaría, si no la descarga y simultáneo desarrollo fónico, sí la posterior difusión con ataque a las pituitarias, de modo que muchos alimentos pro aeróbicos quedaron prohibidos por decreto y los permitidos se guisaron en una cocina eléctrica, descartando el gas natural dentro de lo posible.

Ambos propulsaron un porvenir dichoso.

Y no les fue mal juntos.

Retazos de Sevilla






Harina y miel.
Regazo materno.
Dulcess recuerdos.



Casa vacía,
susurra el viento.
A diario os recuerdo.