sábado, 6 de noviembre de 2010

DESFILE.

Ayer domingo, acompañados de un Sol preparado para grandes acontecimientos, el ejército, agolpado en las aceras de la capital, gritaba enfervorizado al paso de los ciudadanos en el día de las Fuerzas Civiles.

Abriendo el magno desfile, bebés en cunas de grandes ruedas adaptadas a todo terreno sonreían a izquierda y derecha empujados por tracción niñera, protagonizada por jóvenes que, en el transcurso de sus últimos años de universidad, compaginaban esta actividad para no depender de la ayuda familiar.

Detrás, unos niños bien educados, jugaban a cosas de niños, hablaban como niños y no bebían más que agua y zumos.

En medio, como grueso de la parada civil, una clase trabajadora preparada y con signos de estabilidad laboral y social, saludaba al paso, recogiendo los claveles que les enviaban desde los tanques blindados.

Al final, una digna representación de nuestros mayores, titulares de pensiones dignas y ayudados por profesionales pero acompañados de sus familiares, cerraba esta explosión de fortaleza y cohesión de nuestra sociedad.

Como anécdota, muy celebrada con risas, un payaso sostenía una pancarta aludiendo a la clase política, esa gente tan rara del siglo aquel antes del Sentido Común.