Navidades.
En plural. Las de cada uno con sus seres queridos o más cercanos. O en concreto, La que queremos compartir aunque sea única. Ese pequeño mini mes donde proponemos sentimientos solidarios.
Desear felicidad se ha ido decantando a tener salud y cosas buenas y bonitas. Así la hemos definido, pero nos gustaría –eso decimos- aderezar el bienestar con una pizca de gracia, de magia, de sensación cariñosa vaga pero entendida de modo que se invente un toque común imprescindible; de una comunión real. De una mirada y un abrazo.
Necesitamos compartir.
Por eso se crean tantos grupos, alguno de la nada –o porque nadie se acuerda de cómo fue- y otros de un proyecto de los que no avisan y piden muchas manos. Trabajar juntos nos une más de lo que nos creemos.
En nuestro grupo, Paraleernos, escribir tuvo y tiene que ver con una puesta en común de sensaciones que nos emocionaron. Teníamos cuentos para contar y nos sorprendimos compartiéndolos. Fue gracias a leernos en voz alta como mejoramos de modo inmediato los relatos y veíamos que pulirlos una vez atrapados del mundo donde vuelan era labor de paciencia: empezamos a ver el oficio.
Después, mes a mes, han empezado a cumplirse los años.
Y aquí estamos.
Con la necesidad de sentir que nos ocupa pescar palabras para ordenarlas en cuentos. Como el barro y el alfarero. Así nos esperamos y encontramos en este rincón.
Recordarnos en estas fechas, creyentes cristianos o no, es una tradición simpática. Y la agradezco: nos avisa de que hay que pensar en los demás. Rescatemos esto por encima de las compras, el consumo y el regalo obligatorio. Tiempo habrá para eso.
Lo primero, Beli, Isa, Inma, Irene, Paquita, Lorenzo, Loli: os mando un abrazo y os deseo lo mejor.
Al resto del planeta, asiduo lector de este blog, también.
Felicidades.