viernes, 29 de febrero de 2008

AMARTE DESDE EL SILENCIO

No sé componer canciones,
ni envolver tus días
con dulces acordes.

No sé construir castillos,
ni surcar los cielos
ni las noches.

No sé parar el viento,
ni detener batallas
ni cruzar desiertos.

No sé más que amarte,
acariciarte en silencio,
gritarte desde mis versos
que te quiero.

No sé componer canciones,
ni construir castillos,
ni parar el viento.

No sé más
que amarte
desde el silencio.



jueves, 28 de febrero de 2008

Veintinueve de Febrero

Su padre, de natural olvidadizo, ponía a sus hijos en lugar de nombre su fecha de nacimiento, de ese modo tenía que pensar menos y además le ayudaba a recordar sus cumpleaños.
Sus cinco hermanos: 4 de julio, 9 de Abril, 18 de Noviembre, 12 de Agosto y 31 de octubre, no lo llevaban tan mal, pero él, eso de llamarse “29 de febrero” no lo hacía sentirse feliz.
En su estapa escolar lo empezarona llamar bisiesto, pero debido a un poco de tartamudez que tenía lo llamaban habitualmente “bibi”. En su clase había 30 alumnos y él era el 24. Siempre que llamaban al 29 se levantaban 2 para mofa de sus amigos.
En la universidad, más de lo mismo. Nuestro amigo 29 era tímido, poco agraciado a pesar de las 4 ortodoncias que sus padres le habían costeado, y de aquella carísima operación para corregir su estrabismo que lo dejó con una especie de mirada camaleónica, de la que podía intuirse que disponía contínuamente de dos puntos de vista diferentes.
Su madre, no había cesado de jugar bonolotos con los nombres de sus hijos, pero nunca había tenido suerte. Se lo achacaba al pobre “bisiesto” y éste no sabía qué hacer para salir de su círculo de infortunios. Suspendía contínuamente, se rompía los huesos con caídas pequeñas. A consecuencia de ello le había quedado una cojera que aumentaba más su aspecto desvalido.
Cuando cumplió 29, se sentía tan desgraciado que incluso pensó en el suicidio. En la empresa donde trabajaba lo consideraban un gafe y no tenía apenas amigos.
Algo inesperado estaba apunto de suceder. Una chica por fin accedió a salir con él y pronto se hicieron novios. Ella lo animó a cambiarse el nombre para que se sintiera algo mejor. ¿Cómo no se le había ocurrido a él antes? Su nombre ya no sería una fecha del calendario ¡Podía ser cualquiera! Elegiría algo original.
El día de ir con ella a los juzgados no había podido dormir. Esperaba agitado aquel instante que había ansiado durante años. Al llegar su turno el funcionario le preguntó el nombre elegido, y él sin dudarlo un momento dijo “Treinta y uno de febrero”.

29 DE FEBRERO

El funcionario entregó el formulario al solicitante.

-Debe usted rellenar las casillas 1 a 5. Y después de leer los párrafos 2b), 3i), 6d), 4c) y 8h) tiene que introducir los códigos del apartado 5h) y 7e), pero tenga cuidado y no rellene las zonas sombreadas en verde y gris.

El solicitante cogió la hoja de papel. La miró hasta el final donde le pareció ver una isla entre tanto casillero.

-Primero pondré la fecha de hoy, je,je –dijo con una sonrisa-. De esto sí que no hay duda.

El funcionario le lanzó una mirada inquisitiva.

-Hoy estamos a…

Alzó los ojos y miró al impertérrito funcionario.

-Hoy es 29 de febrero de 2008.

-Veintinueve de febrero de… –repitió el solicitante-. Vaya, el día tiene su gracia, eh? Je, je.

El funcionario contestó nada convencido.

-Si usted lo dice.

-Hombre lo decía por lo del 29, ya sabe. Año bisiesto… Je, je

-Entiendo perfectamente lo que quiere decir –respondió el funcionario seriamente-. Pero no le veo la gracia por ninguna parte.

-Bueno, no es tan malo.

Las aletas de la nariz del funcionario aumentaron de tamaño al decir repentinamente.

-¿Sabe usted cuándo es mi aniversario de bodas?

-Hombre, pues no -contestó el solicitante encogiéndose de hombros.

-Me casé un 29 de febrero de hace 16 años.

-Vaya ¡qué casualidad! Je, je.

-Sí, maldita casualidad. ¿Sabe usted cuándo lo celebro?

-Pues…

-El 28 de febrero.

-Ah, claro. Por lo del bisiesto y…

-¿Sabe usted cuándo nació mi hija? –interrogó el funcionario

-Pues la verdad no sabría decirle –contestó el otro encogiéndose de hombros de nuevo.

-Hace 12 años.

-¿En año bisiesto?

-Efectivamente. Y, ¿sabe cuándo lo celebramos?

-¿El 27 de febrero?

-No el 1 de marzo porque el 27 de febrero celebramos el cumpleaños de mi mujer.

-¿Nació ese día?

-No, nació un 29 de febrero.

-Hombre, pues la verdad es que se han repartido bien los días, je, je, je.

El funcionario le miró desafiante. El solicitante miró el formulario y antes de seguir, dijo:

-Entonces, hoy es un día especial, ¿eh?

-Especial, ¿por qué?

-Hombre, es 29 de febrero.

-¿Y qué? Hoy no hay nada que celebrar.

-Claro, je, je. Hoy no toca.

miércoles, 27 de febrero de 2008

A LAS CHANCLAS.

De la humanidad entera

en su sostén, tu trabajo,

nunca fuiste la primera:

Empezaste desde abajo.

 

Complementaste los sayos,

evitaste los estragos

y protegiste los callos

de caminos de Santiago.

 

Parece que profanaste

algún santoral después,

pues dejaron de llamarte

San Dalia para los pies.

Y a partir de ahí, profana

redondeadora de cantos,

para aprendices de santos

que aún no tuvieran peana.

 

Te divulgó la palabra

en distintos materiales:

De piel de vaca y  de cabra,

fabricaban dos iguales.

 

Llegaron los todo a cien

y tu fama, al no va más:

Ninguna casa de bien

te echaba en falta jamás.

 

Para la playa, el campillo,

la ducha de la piscina,

o charlar con las vecinas

frescas en el descansillo.

 

Para la siesta, en el suelo

del balcón con la tumbona;

para el nieto y el abuelo

y para la niña mona.

 

Y la utilidad concreta

del pedagogo de casa:

¡Alpargatazo! a rabieta

del niño que se te pasa,

con la ventaja añadida

de ser flexible y de goma.

Y así cuando dices ¡toma!

hay orden y no hay herida.

 

¿Y por pedir?, ¿podría ser

que cuando se os tenga puestas

no se salgan en las cuestas

un dedo de cada pie?

Considera irrelevante

el comentario anterior,

más ten en cuenta el dolor

de un pisotón sin aviso:

Eso sí que es importante.

 

Universal, protectora,

como el barco con su ancla,

aguantas, hora tras hora,

nuestros pies;

mil gracias, chancla.

...CUCHARAS DE PALO

Tenía yo un posblema a resolvé:

Habrerme basado mushos minuto en el bareto de Niscasio y haser allí la lista de las comprasiones. Aunque todas las comprasiones son odiosas, lo peó es haserlas cuando uno no está sentrado del todo, con tanto sharlá y pegahle al orujo.

Empesé poniéndome en la caha der súper na má entrá. Y la mushasha, tela de amable, me diho que comprara argo ante de pagarlo.

Acsedí.

Y, me dihe: "si la lista no me la ha terminao Niscasio todavía, ¿pa qué he venío yo pacá?”

“Mi muhén me rifa hoy como yo güerva de vasío," me dije también. Y, en un giro de máh grado que el orujo de minutos anteh, me encuentré frente por frente con la ssstantería de bricolage de cosina.

Y me dije otravé "sarvao estás, shavalillo". (Yo e que hablo musho conmigo).

Aquello era un arbo de navidá con utensilio de madera corgando por tos lados, con cadensia, con buena distribusión.

Me fui pa un lao, al azar, qué más dá. Y, a la segunda levantá der suelo (grasia, guardia jurao, le dije) me vi abrasando er muestrario y llenando un minicarro que le quité a un shiquillo (a cambio de quinse euro, lo que llevaba suerto) de cosa de maera pa la comida.

Vorví a la caha como un héroe y la shiquilla me hiso una lista ordenada de gushara, tenedoreh, masah, trincafideolargo y  yo qué sé qué má delisia en potensia.

Y, ar vorvé al hogá, er delirio.

Mi Juani, ar verme entrá un catorse de febrero por la puerta disiendo "tó patí, sentraña", y dahle un "como en forma de ramo de artilugioh" se cayó patrá.

Pero pronto se rehíso y sostuvo por iguá mi persona y la compra, que yo había atado con una lasa rosa, y colocó las dos cosah. A mí en un taburete, a la espera, y al ramo de madera en una espesie de florero de serámica tela de bonito (amarillo brillante). Se vorvió a mirarme la Juani y, emosioná, ni me  riñó por no llevá ná de comé, pero no pudo evitá derramá unas lágrimah luminosah desde sus ojos pabajo, al contemplá er manohillo de palitoh finos distribuidos junto ar fogón.

Cuando pudo hablá unoh quinse minutoh despuéh, me dijo:

-Mañana hago yo la comida esa tan responsoriá, el pisto, y a Dió pongo por tehtigo que no se guerven a quedá pegaos los tomateh en er fondo de la caserola. Y todo grasia a tí, cariño.

No pude controlá mis emosione y le canté argo, no macuerdo con ecsactitú, pero era de la Piqué.

Er día terminó  una jartá de bien.

Ar día siguiente, con menoh arcó que Elios Nés, éramo loh dó primero pantrá en el súper y no te digo la de cosa que compramo. Seguimo despué en la plasa dabastos y a eso de la hora de hasé la comida, la hisimo: Yo de friegaplato, mi espesialidá, y mi mujén como er batería de los Rolin, de un casharro a otro con esah herramientah de palo que noh han deguerto lah gana de comenno tó lo que se guisa. Y tardo la mitá en fregá.

Nuehtra vida ha cambiao. Fuera el vir metal pa mové loh guiso. Anda que no pesaba ná la basura de ayé.

Eh curioso: Trabajo de herrero hase ventisinco añio y hasta ahora no he aplicao bien el refrán.

lunes, 25 de febrero de 2008

NEGRO SOBRE BLANCO
Busco en el cielo razones,
camino para mis pasos.
Encuentro solo silencio.
Negro sobre Blanco.
Pregunto al Dios que me dieron,
porqué este contínuo llanto,
porqué esta rabia maldita,
porqué este sufrir diario.
Al Dios que me dieron pregunto,
porqué la luz de sus ojos
en noche oscura quedaron.
Negro sobre Blanco.
Pregunto y pregunto al cielo.
No quiero maldecir en vano.
Pero, ¿por qué no responde?.
¿Por qué, Negro sobre Blanco?

domingo, 24 de febrero de 2008


Lo siento, compañeros. Pero últimamente mis manos no escriben palabras. Aunque estos trazos guardan la inspiración, el ritmo, el sentimiento y la emoción que guían mis escritos. Quería compartir con vosotros algo más que un comentario.
"Volverán las escurridizas letras. Pronto volverán..."

A MI HIJA LUCÍA

Me sorprendiste
Cual luz de la mañana
Se hizo mi sueño

A MI HIJO PABLO

Te dio mi vientre
A ti su última esencia
Y a mí tus ojos

A MI HIJO JAVI

Llegaste un día
Tarde hermosa de otoño
Y en mí la vida

PRELUDIO DE UNA CANCIÓN

Intento que la inspiración me llegue por tus ojos, y se me cruza tu boca; vamos por buen camino.

Sigo buscando y es tu hoyito, ése que tienes junto a la boca, ése que mágicamente aparece con tu sonrisa, el que me colma; empiezan a encajar los ritmos.

Luego aparece tu pelo, mostrándome una naturaleza angelical, de la que yo carezco; comienzan a armonizar las notas.

Eres mi mayor deseo, hecho realidad, sellado con el mejor nombre que pude encontrarte: “vuela esta canción para ti, Lucía…”


viernes, 22 de febrero de 2008

PETICIÓN

-Buenos días, Nube de Evolución Diurna.

-Hombre, tú por aquí, Ala de Sombrero de Ala Ancha. ¿Qué oscuras razones, qué motivos retorcidos hacen que te acerques por mi tienda india de souvenirs, nota que añado para no confundir con esa especie de prisma cónico de las legendarias Sioux.

-El motivo viene a ser el pedir la mano de tu hija: por supuesto una cualquiera.

-De una cualquiera de las dos manos de una de mis hijas, habrás querido decir.

-Sí, digo; y deshaces así el posible malentendido que llevara a pensar que quiero una mano de cada una de las tus tres, o similar posibilidad semántica.

-La verdad es que no sé qué responder. Yo, es que en las conversaciones con estúpidos me bloqueo mucho…

-“Sí” es  la mejor opción que veo como alternativa; y es sólo una sugerencia.

-Me refería a la elección entre vete con “Viento Fresco” o con “Pluma de Oro”, mis dos primeras hijas, las más casaderas según mi forma de ver la vida.

-Te equivocas en ambos supuestos, pues se trata de tu tercera, Natalia, la que pretendo.

-Con tu loca petición de requerimiento de amores has traído la tristeza a este establecimiento, tal y como hizo aquella vez un imprudente inspector de fechas de caducidad y exactitud de balanzas. Se llevó grabadas las flechas de caducidad.

-Pues no veo yo el motivo para ese estallido de, en cuatro palabras, asco por tu parte.

-Verás, no es momento de realzar ni tan solo el diez por ciento de tus defectos, ni siquiera los más utilizados para humillarte cuando terminamos de trabajar. Ni aún el rencor que anidaría en mi corazón hacia todo el que se pareciera algo a ti. Se trata, exclusivamente, de que ya está comprometida la niña con un conde ruso cuarentón.

-Veo venir, aparte de mi desgracia al galope, una propuesta de cruce de razas la mar de interesante, con un proyecto de intercambio cultural y sociológico de un nivel altísimo en cuanto al futuro mestizaje se refiere.

-Hiciste muy bien en terminar el número dos de la revista National Geographic que te regalé por tu cumpleaños, la cual recibí repetida por error y sin coste para mí.

-Mis buenos seis meses que me costó el primer capítulo; pero mereció la pena, como puedes ver.

-Dado el curso de esta conversación y su duración, puede darte la impresión de suponer para mí un agradable rato de esparcimiento, con un cierto grado de interés por lo que tú puedas decirme. Y, en aras de no alimentar futuras esperanzas de que te pueda hacer caso o tomarte en serio alguna vez, debo aclararte que no es así en absoluto.

-Tu sinceridad, de tanto como la valoro, me induce a probar contigo mi nuevo arco de bambú birmano, disparando flechas nada más que a los brazos y las piernas amarrados.

-Esta tarde te dedicaré un par de temblores para mostrarte mi pánico. En cuanto cierre.

-En fin, como también he leído acerca de la aristocracia rusa, te comunico que estaré a la espera como marido suplente de tu Natalia, dada la poca estabilidad emocional que acompaña a esa raza, cuyos escasos méritos giran alrededor de unas cuantas patatas tiernas trituradas junto a zanahorias, algo de atún, tal vez guisantes, quién sabe, y una  salsa espesa por lo alto. Todo lo más, alguna montaña con pendientes pronunciadas.

-Estoy presintiendo, casi lo juraría, que has estado hablando conmigo durante los últimos cinco o seis minutos.

-Lo dicho, no insisto. Aquí te dejo mi tarjeta, por si tu niña se harta de la estepa y se vuelve, o bien un tren cumple con su sagrado deber de pasar por encima del ruso. Hasta otro rato.

-Adiós muchacho, adiós. ¡Y muy previsor el detalle de la tarjeta incombustible!

Eros desolado

Rasgó Eros su carcaj
esparciendo sus flechas por el suelo
jugó el amor a ser mortal
huyendo de su olimpo tan perfecto.
Experimentó placeres prohibidos
traspasó el umbral de los deseos
pasiones para él nuevas lo arrastraron
bailó la sintonía de los besos.
Creyéndose inmortal fue vulnerable
abrió su corazón aún muy tierno
las llamas del amor lo sofocaron
prendiéndose ese fuego por el cuerpo.
Sus alas no supieron apagarlo
quiso huir y quedó quieto
se fundió como el oro en un crisol
sellando para siempre su secreto.
Buscando Eros emoción
bebió el veneno de los celos,
jugó el amor a ser mortal
y la vida…
se le fue entre los dedos.
Temió que un día lo olvidaran
olvidando que el amor es algo eterno.

jueves, 21 de febrero de 2008

INVITACIÓN

Querido Manuel:

 

  Te mando esta carta para poder hablarte sin prisas después de tanto tiempo, cerca de cinco años. Y la escribo yo desde el principio hasta el final, porque hice caso a una maestra  de aquí, de Barcelona, y aprendí a leer y a escribir.

Nunca he querido que te sintieras un pelele, ni que me guardaras rencor, aunque sé lo que has tenido que sufrir por mi culpa, desde aquel maldito día en casa de mis padres.

Mis hermanas mayores sabían que ya estaba dicho y arreglado lo que había que hacer. Nunca he sabido si tú también estabas al corriente, Manuel, pero me parece que habría dado igual, porque te portaste como un valiente.

Recuerdo el momento en que mi padre, sin dejarme hablar, se levantó para estrechar la mano del tuyo y decir “Pues esto ya está dicho y hecho. Mi niña está pedida para tu niño”. Quise decir algo, pero me eché a llorar cuando los mayores me volvieron la espalda y, al momento, mi madre me metió para la habitación y, tirándome del pelo, sin hacerme daño pero con firmeza, me decía “hay que respetar nuestras leyes, Rocío, obedecer y callar”.

Pero lo que más recuerdo es tu cara cuando te levantaste, temblando con tus catorce años, y le dijiste a tu padre que yo era muy chica, que podías esperar para ver si yo me enamoraba de ti. No sabías que yo era de tu misma edad.

Entonces, tu padre, sin hablar, te cruzó la cara de una bofetada que sonó a crujido; seguro que fue tu nariz, tan bonita, porque te recuerdo muy guapo, Manuel.

Asomé la cabeza por la puerta del salón y te vi llorar sin lágrimas mientras sangrabas. Y no supe entonces de dónde sacaste eso que dijiste tan serio:

“Yo puedo no estar de acuerdo con ella, padre, pero daría mi vida por defender su derecho a elegir a quien quiera”.

Hoy te puedo decir que hace poco lo he leído en un libro.

Me marché corriendo una noche, y me vine a trabajar a Barcelona.

Las cosas fueron difíciles al principio, pero hoy tengo un trabajo y te escribo esta carta, Manuel, para decirte que me caso con un gitano de aquí. Y que mis padres van a venir a la boda y yo voy a recogerlos en mi coche a la estación. Vienen porque entienden y aceptan cómo vivo. Ellos también han sufrido para defenderme, como tú.

No te he escrito hasta saber que tú también te habías casado, Manuel. Y que te quiere mucho tu mujer, y que tú la quieres a ella.

Te digo para terminar que mi novio y yo, en el convite de boda, tendremos un asiento en nuestra mesa esperando a que lo ocupes tú, para brindar por lo que hiciste. Te ganaste mi respeto para siempre, Manuel. Ojalá seas muy feliz.

 

 

 

 

 

 

 

 

miércoles, 20 de febrero de 2008

HORÓSCOPO

Saturnino Villafran no podía dar crédito a lo que estaba viendo. O mejor dicho, a lo que no estaba viendo. Había llegado hasta allí en las últimas, bueno aunque era más preciso decir que quien realmente llegó agotado fue el deposito de su magnifico y soberbio todo terreno que acababa de recoger del concesionario. Desde que lo viese anunciado en el televisor y más tarde por todas las vallas publicitarias que engalanaban su lujosa urbanización, supo que aquel poderoso auto debía ser suyo. Y así fue, como aquella mañana de febrero, sin contar con el beneplácito de su esposa, se acercó al concesionario e hizo realidad su sueño: poseer entre sus manos aquel volante todo de piel y sentir como rugía el motor con un leve movimiento de su pie derecho. ¡Ah, qué placer!, y así fue, como sin más que una firma y una trampa de cinco años, aquella maravilla de la ingeniería automovilística fue suyo. Y ahora, aquí estaba, viendo lo que no veía, sintiendo que todo su mundo se había esfumado, dibujando en su rostro la imagen misma de la sorpresa.” ¡Dios mío, y cómo se lo digo yo ahora a mi mujer! ¡Pero esto no puede ser!” Repetía una y otra vez, sin conseguir dar un paso.
”Señor, ¿le ocurre algo?”, preguntó desde detrás del mostrador la chica rubia y sonriente que unos instantes antes le había cobrado. Tardó en responder. No conseguía articular palabra. Su cara se iba llenando de un sarpullido increíble mientras sus manos no dejan de temblar. “Señor, ¿se encuentra bien? ¿Puedo ayudarle en algo?” insistió de nuevo la muchacha que para entonces ya había abandonado su sitio tras el mostrador y se acercaba rápida hacia él.
Saturnino Villafran se giró. No veía a nadie. “mi coche…mi coche…”repetía una y otra vez “mi coche…mi coche…”.
Aquella mañana, mientras desayunaba había quedado con su mujer en que él se encargaría de recoger a sus suegra.”No te preocupes, cariño, yo recogeré a tu madre y su canario”. Esto segundo lo había dicho con cierto grado de sorna. “¿Para que querrá esta mujer un canario hembra?”, se dijo para sí mientras sonería a su mujer. “Saturnino, mira lo que dice tu horóscopo: en el día de hoy su sueño hecho realidad se esfumará frente a sus ojos. Pérdida irreparable.” “Bobadas”, respondió él “¿Has visto que día es hoy, cariño? a mí siempre me ha traído buena suerte este día: 29 de febrero”.
Y ahora estaba allí, en una gasolinera, donde había llevado su flamante todo terreno recién sacado del concesionario, con su suegra en el asiento del copiloto y la pequeña Piolina en el asiento de atrás dentro de su jaula rosa.
“Señor, ¿qué le ocurre?”. El solo pudo mover su brazo y señalar hacia el surtidor donde unos minutos antes había dejado su coche. Allí estaba, el surtidor marcando la cifra pagada, 50 euros, y un vacío aterrador. Ahora entendía, que no siempre los horóscopos son bobadas. Sólo había una pregunta que martilleaba en su cabeza, “¿cuando el horóscopo decía pérdida irreparable, se refería al coche no a mi suegra, verdad?”

martes, 19 de febrero de 2008

THE BLACK HORSE



La noche casi había llegado, acompañada de un olor dulce a flores blancas. El cielo se mostraba radiante de plata, con algunos trazos de nubes que nunca antes habían brillado más; “nubes nacaradas”, así habían sido anunciadas en el diario de la tarde. Y de fondo, para Elsa, sólo para Elsa, Days are numbers, y en sus labios entreabiertos, esperando, como siempre, la sensación de un recuerdo volvía a posarse. Mientras el saxo alcanzaba su máximo esplendor, sus ojos húmedos se cerraron para buscar otra escena, otro instante; para rescatar del tiempo, una vez más, un rostro, por momentos casi olvidado, pero necesario aún.

Víctor, en sus recuerdos, aún podía llevar las riendas de Azabache, aún podía montar a su tresañero y pasar todo el día en los establos. En su recuerdo, la enfermedad no había llegado a hacerse presente a diario, como lo hiciera después, dejando su huella bien marcada en todos los momentos del día y recordándoles a ambos, como si hiciese falta, que la cuenta atrás había comenzado.

En esta noche que acechaba y que pronto ensombrecería las aguas del estanque, testigo en otro tiempo de todos los besos que hoy no tenía, una sombra fugaz, obligó a Elsa a asomarse a la ventana, desde la cual podía divisar todo el jardín.

Sus ojos buscaron la necesaria presencia de alguien, y no encontraron más que la espesa vegetación, cada vez más sombría. Pero al instante, un sonido, en otro tiempo familiar, irrumpió en la estancia, trayendo de golpe a su memoria las últimas palabras de Víctor:

-“Cariño, es hoy tu cumpleaños. Qué suerte, cumplir ocho años, teniendo treinta y dos. Sería una ironía desearte felicidades.”- Su voz moribunda y sus manos frías presagiaban lo peor para los próximos minutos.

-“¿Sabes, amor mío? Ahora daría... lo que estoy a punto... de perder, por ser un caballo, para llevarte... sobre mí, hasta que mis fuerzas... me lo permitieran. Sería un buen regalo... de cumpleaños”.- Ella le sonreía mientras tragaba las lágrimas más amargas y besaba su frente.

-“Elsa..., te prometo que la próxima vez... que cumplas años... no te faltará mi regalo; ese que hoy... no puedo darte. Volveré... a por ti, mi amor, y seré… como Azabache…, seré un caballo negro, como a ti te... gusta, y vendré a buscar...te, de verdad... mi amor, de verdad te digo… que no te abandonaré. Espérame... Elsa, seré tu caballo... negro; the black horse, mi vida…, the black...horse.”

Tras el recuerdo de los últimos momentos con Víctor, secó sus ojos y volvió a la ventana.

En el estanque, un caballo negro bebía, mientras el reflejo de la luna brillaba en su lomo.


viernes, 15 de febrero de 2008

ESTATUTOS

El tiempo es oro. Un reloj hecho desde la primera hasta la última de sus piezas del dorado metal, regalo de mi mujer, redondea el refrán. Un prodigio de precisión, con una maquinaria que no avisa del ordenador que contiene. Una maravilla.

Lo llevo a todas partes. Durante tres años, once meses y veintiocho días, lo saco del bolsillo de mi chaleco, de donde aparece para sostenerlo una hermosa y fina cadena también de oro cosida por dentro, y doy la hora a todo el que me lo pidiera en mi club, el Crines Grises, que reúne a todos los aficionados a la hípica de la ciudad.

Un club donde ninguna mujer ha entrado, ni siquiera las esposas, ni una camarera, ni una reina, desde que se fundó.

Las esposas lo entienden y respetan. Además, ellas tienen mucho más sitios donde ir.

Ayer, la señorita Virginia Preston, recién llegada de Maryland, desafió desde la puerta al recepcionista, Longobard Collins, llamándole machista por no dejarle entrar.

Ante la insistencia y los comentarios ingeniosos pero despectivos de la señorita Virginia,  Longobard bajó los escalones de la entrada y, en plena calle, le dijo:

-Señorita, según nuestros estatutos, sólo aceptaremos su solicitud el día de un año bisiesto en el que se celebre el primer aniversario de boda de nuestro socio cuyo número coincida con su edad.

-¿Qué día es hoy? –preguntó la señorita con una mirada pícara.

Yo entraba en ese momento y saqué mi reloj. Le di la fecha además de la hora, al variar a “calendario” la apariencia gracias a uno de sus botoncitos. Me pidió ver de cerca mi reloj y, antes de devolvérmelo, le dio la vuelta y vio la inscripción grabada al dorso.

Hoy, día 29 de febrero de 2008, la señorita Virginia Preston ha sido admitida como socia femenina número uno de nuestro club.

Llevo cuatro años casado sin poder celebrar, hasta hoy, ningún aniversario propiamente dicho.

Por  supuesto, no diré el número de socio con que figuro en la lista del club. Y sobra decir que la señorita Preston ofició de dama de honor en mi boda.

TEOREMAS FUNDAMENTALES (INDISPENSABLES)

El del punto.

Deben estar a punto las siguientes cosas:

1)    Las lentejas, o se pegan.

2)    El arroz, o se pasa.

3)    El vino, o se pica.

4)    Un piropo, pues la mujer se pica y te pega si te pasas.

 

El de la recta.

Deben ser rectas las siguientes cosas:

1)    La conducta, o te pegan.

2)    Tu esposa, o te la pega.

3)    La espada, o es de pega.

4)    Las alas del avión, o no despega.

 

El del volumen.

Debe controlarse el volumen de las siguientes cosas:

1)    Del televisor, o te deja sordo.

2)    Del relleno del wonder bra, o te deja bizco.

3)    De la botella, o te pones ciego.

 

El de las paralelas.

Hipótesis Generales:

1) El gimnasta iba sin calzoncillos. De acuerdo.

2) Faltó esa sintonía con el personal de mantenimiento que le ha llevado a tantos éxitos. No era momento de pasarle el teléfono móvil.

Tesis/Conclusión: Se deja como ejercicio.


Aproximación.

Redondear a la baja no debe confundirse con lijar a una señorita de menos de 1,50 metros de altura (con tacones).


Teorema sobre números primos.

Solo sirven para contar a los pringados.


El polígono. Grandes preguntas.

Si tiene tantos lados, ¿no debería parar ya? ¿y cambiar su nombre por el de muchígono, algo más popular?


Principio de Aquí me des.

No pienso moverme de tu casa, de aquí, hasta que no me devuelvas, me des, lo que me debes, Arquímedes, que tienes tú mucha cara. Por principios.


Continuidad.

La función, si no se levanta, no sé cómo puede ser continua. Será la disfunción, digo yo.


jueves, 14 de febrero de 2008

DÍA DE BODA

Mientras sonaba el despertador, su pie salió de debajo del edredón y se le enfrió. Consiguió reconquistar algo de sábana –tirón suave, para no despertarla- y volvió a acurrucarse poco a poco hasta quedarse encorvado. Pero ella, aunque aparentemente dormida, escaló hacia la almohada y logró incrustarle en los riñones los rulos cogidos con horquillas. Rulos necesarios y no premeditados, de permanente en pelo para la boda de ese día, sábado. El miró en la penumbra, colgado, el traje azul, el ultraje, que debía ponerse para la ceremonia. Sintió que había engordado algo durante la noche y lamentó no parar tras la quinta cerveza. No lo dudó un segundo y se tiró al suelo para hacer flexiones, pero fue un error, pues ella se apoderó de toda la cama y él no consiguió el ejercicio en plural. Para no reconocer su fallo, se arrastró hacia la cocina. Allí se levantó maldiciendo la recogida de pelusas en su camiseta durante el trayecto. Consiguió deshacerse de la mayoría, con el leve zumbido de la aspiradora manual, que sabía suficiente para que ella no volviera a conciliar el sueño y la mantuvo funcionando un ratito más, recogiendo antiguas miguitas de la tabla del pan. Al girar la cabeza, ella apareció tras él en la cocina, sin hacer ruido y, del susto, el café molido salió disparado hacia el fluorescente. Ella volvía a tener el dominio psicológico de la situación. El pensó que, tal vez cuando le pidiera el azúcar, con lo bajita que es, se recuperaría algo. Pero allí estaba el banquito de madera, tan moderno con sus peldaños, que le ayudó para cogerla del último estante, curiosamente. Cuando llegó la hora de untar una rebanada de ese pan de molde tan tierno, él supo que aumentaría su desventaja a la primera tostada, viendo como el puño de su camiseta del pijama se impregnaba de manteca ante la falta de dominio. Casi se hunde al ver un esbozo de la sonrisa de ella reflejado en los azulejos junto al frigorífico. No la miraba fijamente desde hacía tiempo. Con el final del desayuno, un último sorbo de café y ella se vio perdida, sin servilletas de papel. Él hizo ademán de levantarse y coger un paquete nuevo, pero sacó finalmente un kleenex de su bolsillo derecho y se limpió fácilmente con él, utilizándolo con cierto acierto para quitar la mantequilla del cuchillo y tirarlo al cubo de la basura (el kleenex). Se pavoneó al levantarse. Ella no tuvo más remedio que volver a hacer uso del banquito con peldaños. Y entonces el efecto no fue el mismo, pues esta vez él se puso debajo, y miraba adonde había que mirar cuando una mujer se sube a una escalera, ya sea para cambiar una bombilla, o para buscar el tomo XXXIII de la Enciclopedia Espasa en la Biblioteca Nacional, del último estante, curiosamente. Ella saltó con gran agilidad desde el banco para terminar con esa situación de indefensión. Sin poder evitarlo, cayó sobre él resultándole a ambos agradable por lo mullido, pero deshaciendo en pocos instantes el abrazo de posible recogida o protección. Se acercaba la hora de la boda y marcharon al baño, cada uno al suyo, independiente. Hubo portazos simultáneos y grifos abiertos a la vez: Agua fría en ambos. Los cerraron a la vez, para sorprender, y los volvieron a abrir a la vez. Pausa. Él decidió afeitarse y ella retocar su peinado. Sabiendo que no les veía el otro, pero pensando en cogerle desprevenido, volvieron de un brinco a la ducha y a abrir el grifo. Agua fría para ambos. Resbalones para ambos, enjabonados. Sobre ambos cayó el agua fría, con la que se enjuagaron para adelantar. Al salir, cada uno vio tiritar al otro en el camino a la habitación para vestirse. Encajó de milagro el traje azul, el ultraje. Encajó a base de fajas el vestido negro algo transparente, que él consideró cristalino. Sin hablar, le puso un chal sobre los hombros, para tapar el inicio del pecho. Lo hizo de modo que su colonia estalló en el cuarto, junto al vestidor, y la  envolvió de aroma, lo que provocó que ella se diera la vuelta y le mirara a los ojos. Llegaron muy tarde a la boda.

 

CATORCE DE FEBRERO


"Quisiera yo que de esta rosa,
símbolo de mi silencio,

la luz que de mi alma brota
cuando te escribo estos versos,

se alzara, cual mariposa
y remonte raudo vuelo;

y que se pose en tu alma,
que descanse en tus deseos;

sorba el néctar de tu entraña,
robe de tu boca un beso,

y que después me lo traiga.

Sólo eso."

Paco Herrera.



miércoles, 13 de febrero de 2008

Divertimento

En el oculista.

Yo no veo esto nada claro. Salta a la vista que no tiene usted ojo clínico. En un vistazo me diagnosticaba su padre, que en gloria esté. No se ciegue usted, y veamos esto con más calma. Porque usted, desde que ha entrado, sólo tiene ojos para mi enfermera. Y esa es la niña de mis ojos. Así, que ojito. Que está usted muy visto. Adiós y hasta la vista. Ya nos veremos. Por lo visto, este médico no me ve con buenos ojos. Me tiene ojeriza. Ojú, Juan, ponte bien el botón en el ojal. Ojalá me cure. Y yo que lo vea.

 

DEPORTES (II)

ATLETISMO.
Salto de longitud.

Este muchacho tiene buen salto, pero el cuesco que le impulsa lo larga demasiado tarde, cuando ya va cayendo. Eso hace que se hunda prácticamente en la arena al aterrizar. Hay que procurar que emita el gas propulsor en el momento justo de despegar, lo que mejorará sensiblemente el resultado. [[Nota: Cambiar la dieta]].

Lanzamiento de peso.

Tu hijo, Saturnina, tiene el lanzamiento en la sangre, yo lo vislumbro como tú. Pero vivimos de la pescadería, y seis balanzas electrónicas destrozadas en un mes por el niño me parecen una exageración. Que se compre una bolita redonda de hierro como los de la tele. [[Recordatorio: Sacar los lenguados para doña Trini]].

Relevos.

Es ley de vida. Con la edad que tiene Joao Crisóstomo da Pedrada, la federación de su país ha decidido que este año, en los 800 lisos, vaya un chavalillo. Lo de la silla de ruedas, el gotero, la ambulancia cerca… eso no podía seguir así.

110 vallas.

En la factura decía bien clarito que con 55 vallas más separaditas, ustedes se hacían el avío. A mí no me haga usted el numerito, caballero. Y me firma el albarán o me voy, que me quedan diez estadios todavía por repartir. Menuda mañana tengo, como para ponerme a discutir. [[Nota para el martes: llamar al seguro por lo del retrovisor]].  

Morathón.

Y fue en la salida, Genara, oye. Un codazo en el mismo estómago que le dio a mi Julián el turco ese, que al final se retiró también, fíjate que malaje. Pues se le ha quedado toda la señal. Le estoy poniendo paños y una crema muy buena, a ver si se le quita el dolor y puede volver a participar, con la ilusión que pone la criatura en las carreras de sacos.

Salto con pértiga.

¡Che, che, che! ¡Menos gritos, Milagritos! La colchoneta estaba esta mañana. Y no sigáis discutiendo sobre quién tiene la culpa. Despegad primero del suelo al muchacho. Total, que no habrá sido tanto, porque ha saltado con una escoba, si también han mangado las pértigas.

 


Sin nido

Había una vez un huevo, que sin querer resbaló de su nido. Rodó y rodó loma abajo llegando hasta una soleada pradera. Una serpiente que lo vio, pensó que era su desayuno ideal, e hizo un esfuerzo tan grande para tragarlo que sus mandíbulas se desencajaron, para risa de una mofeta que contempló la escena. La serpiente huyó avergonzada.
La mofeta oportunista, decidió probar suerte con él, pero astutamente decidió cascarlo primero. Para ello lo golpeó con su larga y esponjosa cola, siendo el resultado que el huevo cayó suavemente al lago próximo donde un nenúfar lo contuvo. La mofeta no quería mojarse y en vano lo intentaba acercar a la orilla con una de sus zarpas.
Los peces, que no acertaban a ver lo que era aquello, empujaron el nenúfar, haciendo que éste se desprendiera del fondo y fue arrastrado por la corriente del río.
En una de las curvas el huevo se detuvo y el calorcito del mediodía acabó de madurar su contenido, de forma que esperando ser querido comenzó a picotear el cascarón desde dentro.
Nadie lo ayudó desde fuera, es más, una rana saltarina lo empujó y nuevamente rodó por la hierba hasta parar en un campo de heno recién segado.
El calor de la tarde hizo que aquel pequeñín rompiera el primer trozo del cascarón y asomó un ojo. Se sintió solo y se durmió. A la mañana siguiente, un ternerito que comenzaba a pastar lo movió, y él, pensando que su mamá estaba cerca rompió otro trocito del cascarón para verla mejor…[continuará]

"LA CARRETERA", de Cormac McCarthy

¡Me encanta cuando las coincidencias coinciden! En primer lugar te agradezco Gabriel que hayas abierto la puerta de esta nueva sección y, en segundo lugar, gracias a Nuria por su amable recomendación que, mira por donde, está estrechamente relacionada con mi breve reseña literaria. Casualmente acabo de leerme "La carretera", de Cormac McCarthy (Premio Pulitzer 2007).
Ésta es la difícil odisea de un Ulises moderno que, junto a su hijo, emprende un viaje a no se sabe dónde, huyendo de no se sabe qué, con la única referencia de una carretera que les mostrará la realidad de una tierra sacudida por un holocausto nuclear.
El autor consigue una narración de estilo cinematográfico, a veces, lenta, pausada, aséptica, indolente, así necesariamente para ser digerida. Pero tras todo ello está lo extremo, la angustia, el límite del ser humano, la anarquía de los instintos, pasar de no importar nada a, en un segundo, importar todo. El lector, sin darse cuenta, se convierte en un viajero más que vive sus desdichas y su hastío existencial.
Una situación en la que la supervivencia se reduce a un sentimiento, una mirada, una caricia, una lágrima solitaria que recorre la mejilla de un niño.

¡No dejéis de leer si no queréis dejar de soñar!

Dos libros recomendados

Nuestra Nuria de toda la vida nos recomienda dos libros:


-La carretera de Mc Cormath y
-Zapatos italianos, de Menkell.

Será una colaboración, la de recomendarnos libros, que le pediremos no más de 350.000 veces, por lo que tendrá tiempo de sobra para sus quehaceres.

Gracias, Nuria.

lunes, 11 de febrero de 2008

VIVIR A MEDIAS


Recuerdo el día en que, por primera vez, los dos relucíamos a la luz de una elegante vitrina, en una no menos elegante boutique. Nos probaron varias veces; bueno, tengo que aclarar que aún hoy me pregunto, cómo siendo los dos idénticos, la mayor parte de las veces, te tomaban a ti. Siempre fuiste más carismático, esa es la verdad, y la gente lo sentía también así.

Soñábamos con el día en que alguien nos comprase; necesitábamos de un tercero que nos diese la oportunidad de enlazarnos, de unirnos, de acoplarnos a nuestro propio abrigo. Yo imaginaba cada día, la fantasía loca de rozar con la mía, tu cálida piel. He dicho fantasía, y sabes que digo bien.

No nos dejaron amarnos. Nos compraron, sí, y con la mayor felicidad de nuestra vida, abandonamos la boutique. No reparamos en el triste destino que se extendía ante nosotros. Nos compró una mujer muy guapa, de muy buen gusto por el vestir, por la imagen; pero manca.
Ahora sólo te queda a ti, mi amor, esperarme hasta que a la joven hija de nuestra dueña, se le antoje este par de tristes en que nos hemos convertido, y a mí me rescate del fondo del armario, para juntos, dar calor a sus manos delgadas y frías. Mientras, soñaré con el más crudo invierno, acoplados a nuestro propio abrigo.

sábado, 9 de febrero de 2008

ÁNIMO, POETA

Que no aten con razón, que no soportas

que invadan tus dominios de cordura.

Date aire, invitando a la locura;

verás como razonas, cómo cortas

y desarmas tan lógica atadura.

  

Suelta el freno a expresar todo contacto,

fríamente, sabiendo que se dice

lo que antes se ha pensado y se bendice,

sin rozar, sin el goce, sin el tacto.

Soñando en fabricar versos felices

Porque riman lo medido y sale exacto.

 

Quita reglas, cadenas y repasos,

saca fuera el candado a las palabras,

demostrando que, en la vida que nos labras,

mandas tú y no manda un marcapasos.

 

Y no acabes ni un poema con tristeza:

Sale mucho más fuerte que una bala

ese verso que te ronda la cabeza,

pues nos deja, estando escrito, de una pieza,

y con el miedo perdido: Poeta, empieza,

otro poema, otro mundo, y nos regalas,

desbordando amor y caos, la belleza.

viernes, 8 de febrero de 2008

EDITORIAL DE FEBRERO



¿Es fruto de la impaciencia, ligada siempre a mí, o ya huele a primavera?
Luce el sol, dejando atrás una cuesta de enero especialmente pesada, con más verticalidad, si cabe, que la de otros años.

Es complicado, difícil, iniciar la subida a una pendiente, ya de por sí costosa, sin sentir del todo las ganas, el convencimiento de que valdrá la pena. Sólo la ilusión por llegar arriba, compensa el mal trago de la subida.

Quiero expresar con esto que no es una buena aliada la desilusión. Todos nosotros hemos podido comprobarlo a lo largo de nuestra vida y también nos tocó compartirla. Es un sentimiento que siempre acaba rompiéndonos algo dentro.

Pero ocurre como cuando enfermamos; una vez todo pasa y volvemos a sentirnos fuertes, valoramos mucho más lo que tenemos. Eso percibo yo en nosotros: una ilusión incipiente, tímida quizá, pero latente.

Pese a que todos tenemos algo por ahí cerca que nos puede hacer perder, por momentos, la esperanza, también sabéis y sé que tenemos mucho, mucho por ofrecer y por recibir, y será en este lugar de encuentro, donde sigamos vertiendo nuestros presentes, para un recién nacido que asomaba un ojo al exterior, y ya estamos contentos porque acaba de asomar el otro.

Este mes, tal como acordamos en nuestro último encuentro, contaremos con un apartado, al que llamaremos “El plumier revuelto”, donde tendrán cabida opiniones, reflexiones, consejos, etc. Asimismo, y con la idea de dar un aspecto algo más organizado a la estructura del “blog”, abriremos un apartado de poesía.

Y, con todo, las ganas de inventar, de sentir lo que otros cuentan, de contar lo que otros sienten… y de sentir todos juntos esta nueva empresa que nos une.

Aquí estamos, compañeros, dispuestos a bucear por entre las burbujas de un agua limpia que incita, cual imán azul, a zambullirnos de golpe. Estamos aquí, buscando con nuestros ojos, el trazo más añil de un cielo que nos avisa de marzo y nos ofrece un febrero más generoso este año. A ver qué hacemos con ese día de más (hay que aprovecharlo). Os propongo un relato a propósito del día veintinueve de febrero, como protagonista.

Aplaudiendo esta alegría contenida, por este compartir, os deseo un feliz y apacible mes.

Un beso a todos.

miércoles, 6 de febrero de 2008

REPISAR

-¡Tenías que ser tú, coooñiiio! –gritó Encarna Valera desde la mesa más cercana al escenario, mientras se le saltaban las lágrimas de dolor.

Estaba de pie y descalza, con sus zapatos de charol aplastados bajo las plataformas de Pantagruona, la reina de esa noche de luna, verano y gloria en la discoteca “Sanfierno”.

Sobre bases de veinticinco centímetros, Pantagruona fue votada la mejor, compitiendo con Lagartisa (21) y la eterna ganadora Satanasia (22 con plantillas).

Pero al bajar del escenario tras recoger el premio…

…El rostro del notario don Hilario Pezzi, Pantagruona de noches de Sanferno, se quedó en máscara rígida y su sonrisa en rictus helado frente a su nuera , Encarna Valera, alias la mala, que le aguó su júbilo de  drag queen ganadora tras el involuntario pisotón de hipopótamo.

Recordó haberla pisado también en su boda. A saber qué contaría en la cena del martes. 

viernes, 1 de febrero de 2008

DEPORTES (I)

TENIS.

 

 Eliminatoria previa para el torneo de Roban Carros. Se enfrentan dos desconocidos, situación resuelta por el anfitrión del torneo, Mesié Pelón Dilserebre, que los presenta inmediatamente, con ese don de gentes que Dios le ha dado:

-Aquí Mesié Iván Mokolovish, aquí Mesié Jean Paul Tranza, su contrincanté de hoy.

-Encantado.

-Encantado. Y anchanté también, o te crees tú que voy a ser menos.

Se quitan las bufandas y pelotean antes de empezar:

-¡Esa blusa, pero qué blusssón más eleganteeee!

-Pues a mitad de precio. Y desde luego, me dice usted dónde ha adquirido esa monada de sombrerito, que le cae pero que estupendamente.

-¡Será zalamero! Si vengo la mar de discretito… Pero, en confianza, en Avenida Yvuelt, esquina Malagripe, te encuentras cosas divinas como ésta. Tú pregunta por Clarence, y le dices que vas de mi parte.

Se van hacia su lado de pista cada uno. Les echan pelotas nuevas. Una genial intervención del jefe de pista ha hecho que estén peinadas todas con la raya en medio.

Aparece el juez de silla. Aplausos y más plausos: Unos siete en total.

Aparece el juez de fondo. Los del fondo salen absueltos por falta de pruebas, pero, en el fondo, se quedan. Aplausos. Los del fondo aplauden a los de tribuna. Así más de cuatro minutos.

-¡Silensie, pogfavó!

Se anuncia a los jugadores el final del calentamiento. Para todos, es un jarro de agua fría, pues se estaban haciendo buenos negocios. Y es que unos tipos guapos, unos tipos de interés, han bajado mucho desde la tribuna. Al lado de dos morenazas. Casualité.

Sorteo de saque: Un japonés gana la botellita de 3/4. Aplausos.

-¡Silensie, pogfavó, o a mí me va a dag hoy algo hoggoggoso con síntomas!

Comienza el partido. Saca Mokolovish, fuerte y ajustado. Pide disculpas al vendedor de refrescos, pero le dice que comprenda que por ahí no debe pasar. Se dan la mano y pelillos a la mar, porque las gafas no se le han roto. El árbitro concede nuevo servicio; con duchas y sauna.

-¡Silensie, pogfavó, o hago desabillé la pista!

Silencio.

El servicio es esquinado, potente, con efecto. Tranza hace lo que puede por esquivarlo, sin darse cuenta de que cuando van a por uno, es tontería. Recibe el pelotazo en una posición conocida en Chequia como infame. Termina el primer juego y hay cambio de campo. Pero se hace con mucha rapidez, pues los colaboradores de ambos jugadores traen muy buenos equipos de mudanza.

Dos señoras muy elegantes del público gritan “¡así se juega, cohone!”, y se ríen recíprocamente la gracia, incluso cuando se levantan del suelo fuera del estadio, y les tiran sus bolsos, con un “Y no quiero que vuelvan por aquí, ¿estamos?”

El juez se dirige al resto del público femenino.

-¡Señogas, pogfavó, silensie, como cuando triligili con sus magidos!

Sirve ahora Tranza. Lo hace con mucho más estilo que potencia. La pelota, agradecida, realiza parabólicas piruetas hasta llegar, al final, a donde  tenía que llegar. Un dentista, atento, consigue que la mandíbula de Mokolovish se abra lo suficiente para que pueda expulsarla. Y sin anestesia.

Aplausos.

-¡Silensie, pogdió, que me duele el alma!

Silencio.

Tercer set. Empate. Última bola. Un revés de Tranza, muy ajustado, pone la pelota en el mismito filo del campo del otro, Mokolovish, quien tiene el tiempo justo de hacer el puente a su coche y llegar para devolver esa bola endiablada. Tranza, incansable, se tira para evitar ser desbordado, pero –lástima- antes de que el otro golpee la pelota. Ser tan previsor hace que la vida se vea sin ilusión. Pierde. Ve como  entregan el trofeo al otro y le patea los cotolengos. Todos los jueces, el de silla, el de pista, el de red y el de fondo, se van a por él.

Aplausos y desalojo de la pista para preparar el baile de fin de curso, que es lo que deja dinero.