De la humanidad entera
en su sostén, tu trabajo,
nunca fuiste la primera:
Empezaste desde abajo.
Complementaste los sayos,
evitaste los estragos
y protegiste los callos
de caminos de Santiago.
Parece que profanaste
algún santoral después,
pues dejaron de llamarte
San Dalia para los pies.
Y a partir de ahí, profana
redondeadora de cantos,
para aprendices de santos
que aún no tuvieran peana.
Te divulgó la palabra
en distintos materiales:
De piel de vaca y de cabra,
fabricaban dos iguales.
Llegaron los todo a cien
y tu fama, al no va más:
Ninguna casa de bien
te echaba en falta jamás.
Para la playa, el campillo,
la ducha de la piscina,
o charlar con las vecinas
frescas en el descansillo.
Para la siesta, en el suelo
del balcón con la tumbona;
para el nieto y el abuelo
y para la niña mona.
Y la utilidad concreta
del pedagogo de casa:
¡Alpargatazo! a rabieta
del niño que se te pasa,
con la ventaja añadida
de ser flexible y de goma.
Y así cuando dices ¡toma!
hay orden y no hay herida.
¿Y por pedir?, ¿podría ser
que cuando se os tenga puestas
no se salgan en las cuestas
un dedo de cada pie?
Considera irrelevante
el comentario anterior,
más ten en cuenta el dolor
de un pisotón sin aviso:
Eso sí que es importante.
Universal, protectora,
como el barco con su ancla,
aguantas, hora tras hora,
nuestros pies;
mil gracias, chancla.
3 comentarios:
Dí que sí, que es de bien nacido ser agradecido. Ingeniosa, como siempre.
Todavía me estoy recuperando del de las cucharas.
¡Qué bueno Gabriel! Tú has despertado la lírica de las chanclas elevándolas a los altares. Me quito el sombrero, bueno la pamela.
tu creatividad es inagotable,nada se te resiste y siempre consigues hacerme sonreir. Y vive Dios, que me hace falta!!!!!!
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