domingo, 27 de junio de 2010

PROFECÍAS (3).

Apagón.

Desde la primera luna del año seis mil doce de la V Olimpíada, antes de la merienda, se conoce una de las profecías más aterradoras y certeras que se hayan hecho en la Historia, casi al nivel de la que predijo que mi vecina LeroYasmina, la del tercero, duraría poquísimo con el novio en ese plan.

La predicción, hecha por el sabio Tangoentanga de la lejana Abisinia, justo con el pan con manteca en la mano, fue la siguiente:

“El día que uno que esté recién operado de los codos y cante bien haga su entrada en el escenario para interpretar un aria a dúo, será la falta de luz absoluta y muchas cosas peores que me callo, porque no me las sé.”

Y, en efecto, mismamente ayer, en la ópera Deudas del alma, de Giaco Luigi Chincheri, justo cuando aparecía Paulovo Ciferante, uno de los grandes, su portentosa voz gritó “¡A pagar!”, con los dos brazos haciendo cortes de manga al mismo tiempo.

El tramoyista, recién contratado, no entendió dos palabras sino una y el teatro se quedó a oscuras.

Dado que el público procedía de las capas más altas de la sociedad neoyorquina, hubo que hacer verdaderos esfuerzos para que alguien gritara un poco, otros dos protestaran que “¡a ver!” y seis de los dos mil espectadores se precipitaran hacia las diez puertas abiertas de ocho metros de ancho.

Un caos que pudo haberse evitado.