lunes, 11 de octubre de 2010

Mañanita de niebla, tarde de paseo




Sevilla, mi ciudad. El refranero y sus verdades. Hoy al levantarme me encontré con un día gris, plomizo y algo más que fresquito. Tenía que hacer unas compras y llegué a sus calles, a esas calles de ciudad hermosa y visitada. El bullicio estaba asegurado. Miles de turistas invadían todos los rincones, cámaras de fotos por aquí y por allá, guías con sus explicaciones y sus marcadores de lugar originales.
Mi ciudad rebosaba vida, y el Sol, tímidamente, fue ocupando un lugar importante en esta puesta en escena, en esta maravillosa obra de arte que es Sevilla.
Y ahí estaba yo, con mi camarita de fotos, dedicándome hoy por entero a esa torre que todos miran extasiados, alzando la mirada hacia los cielos para encontrarse con ella, o tal vez con él (según hablemos de la Giralda o del Giraldillo). Femenino o masculino, qué más da, si su belleza y su porte nadie lo pone en duda. Y aquí os dejo, mis miradas, su hermosura y mi amor a esta tierra mía.

Quinto desconocido

La chica aún desconcertada por la visita mañanera huyó por la escalera de incendios. Apenas conocía al tal Perico Gómez, y una cosa era entablar amistad en una cafetería y otra dejarlo pasar a su apartamento. Se fue hacia la azotea del edificio y allí sentada en soledad, contemplando el fresco amanecer de aquel día de otoño, le vino a la mente su sueño. Había sido tan real que esperaba encontrar en la cocina la fiambrera con los filetes empanados, pero no había sido así. Cuando empezó a quedarse fría, miró por el hueco de escalera y tras comprobar que no quedaba nadie por allí, bajó hasta su apartamento. Decidió salir a tomar un café cuando la vio en el portal. ¿Cómo había podido nadie olvidar allí una maleta? miró el nombre: Haindkerchef ¡era la maleta que llevaba Perico! La tanteó. Pesaba pero no tanto. Era una chica fuerte. La subió a su apartamento y se sentó a observarla intentando decidir qué hacía con ella. Estaba cerrada con llave. Dos horas habían transcurrido cuando llamó a la policía que en menos de cinco minutos se personó en el lugar tras la indicación de la chica de que un extraño líquido estaba manchando el pavimento.
-¡rinnnnnggggg!
-Inspector Gómez. Dijeron por el porterillo
-¿Perico Gómez? -preguntó ella
-No, Romualdo Gómez, inspector jefe de policía.¡ Abra la puerta!
(continuará)