jueves, 30 de septiembre de 2010

Momento contigo

Deseo hecho caricias,
caricias hechas de besos,
besos de romero y canela,
de hombre y de fuego,
de dragón y de ángel,
de suspiros sin miedo,
sin tiempo, sin prisas
gimiendo, llorando, riendo,
reescribiéndonos de nuevo.
Ámame despacito
siendo susurro a mi cuerpo.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

RECUERDOS DE VIAJES (2).

Viaje por la gran muralla china.

Para celebrar el segundo aniversario de nuestro arreglo dental, Pepa Lutgarda y yo nos fuimos a visitar la gran muralla china sin encomendarnos a concejal alguno.

En el kilómetro doce, según la guía doña Noelia Capaponte –que nos cogió manía desde el principio del viaje- hay una cabina telefónica inglesa que data de 1923 y que funciona sólo con chelines, medios peniques y pilas atómicas. Como no llevo encima moneda fraccionaria inglesa, me quité y le puse la pila de mi prótesis coronaria y a los dos nos estalló algo por dentro. Sólo un rayo escapado de una tormenta que viajaba hacia Chin Tu Rón me dio la energía suficiente para seguir vivo, aunque chamuscado. La cabina pasó a ser un quiosco de prensa amarilla.

El episodio anterior nos hizo ver la vida con más prudencia y, para no recibir más reprimendas de la guía, la dejamos caer por la muralla en la zona más alta que encontramos, con la idea de que disfrutara del aire fresco el mayor tiempo posible.

A partir de entonces, carta de libertad en mano, nos dejamos conducir por una namibia joven, pelirroja y rizada, con cuyos amenos comentarios conocimos la verdadera historia de la construcción del larguísimo monumento nacional. Además, dejaba que nos hiciéramos fotos, aunque fuera de noche y la gente al echarse hacia atrás se cayera por los huecos, lo que agradecía Noelia la guía al oírles aterrizar cerca y poder charlar con ellos de sus cosas.

-Resulta que en China –comenzó la namibia- unos se pegaban con otros, otros no los quisieron dejar pasar y por eso se pusieron, pim pim, pim pim, y venga y venga, ladrillo y mezcla, ladrillo y mezcla –aclaró-, y ahí se encontraron, cuando la acabaron, con una muralla terminada.

Lo que es mirar por los detalles, pensamos al unísono: ella hablaba en medio del corro, con nosotros ensimismados, arreboladitos, dejándonos empapar por su forma de contar las cosas.

Nos llevamos de recuerdo ochenta metros de muralla entre todos y para mí que les dio igual, porque nadie nos lo echó en cara. A cambio, tuvimos que recoger a doña Noelia y los demás caídos, con sus brazos y demás partes en cabestrillo.

Pero –ya lo dice el refrán- poco dura la alegría en casa del imbécil; nada más ver los ladrillos al llegar a Barajas, mi cuñado Herminio me llevó aparte y me dijo:

-Con esto le termino yo la caseta de la piscina y la barbacoa a tu hermana, chaval. No veas la ilusión que le haría.

Ante su mirada sincera, allí mismo, en plena aduana, vacié las maletas, le puse los ladrillos en los bolsillos y, cogiendo a mi Pepa de la mano, tomé el primer avión de regreso a China, a por unos quintales de arroz. Y es que mi otro cuñado, Alejandro, es ver una piscina terminada y se tira a preparar una paella con los ojos cerrados. Y yo no sé decirle que no.

Nuevo desconocido

Tras una semana llorando, en su casa a solas, decidió vivir un poco la vida. Su estrategia anterior le había fallado, así que se propuso tener más decisión en la siguiente relación.
Eso era mucho más fácil de pensar que de hacer, así que comenzó por lo que ya sabía. Se compró un periódico y se sentó en una cafetería a leerlo mientras observaba de soslayo al resto de clientes.
Un hombre bien parecido estaba entretenido con su agenda electrónica mientras desayunaba. Un par de días lo localizó de igual modo. Se fijó que no tenía anillo y que nunca iba acompañado. El tercer día se decidió a abordarle. Esperó a que las demás mesas estuviesen ocupadas y entonces le pediría compartir la suya. Metió tripa, sacó pecho, se alborotó el cabello y con paso firme, el bolso a la bandolera y sus tacones de 15 cm se acercó a la mesa al mismo tiempo que el camarero salía con su bandeja repleta de desayunos y no la vio. Chocaron. Cayeron con enorme estrépito. A la chica la atendió una adorable anciana que había sido médico. Al camarero lo increpó el dueño del establecimiento y un par de clientes contrariados por haberse quedado sin café. El de la agenda electrónica seguía jugando a lo mismo. Ella, cogió su amor propio, y con los zapatos en la mano se marchó a casa.

martes, 28 de septiembre de 2010

UN CALAMBUR.

Esa mujer, mi mujer, es como las algas marinas: Sabe amar.

LEYENDAS AUTONÓMICAS (2).

Melilla.

Al ofrecerles cobrar el doble de lo que percibían por su mismo trabajo en la Península, pero yendo a trabajar la mitad de las horas de la mitad de los días laborables, los hermanos siameses José y Juan Tomasera decidieron trabajar en Melilla como catadores de vino. Pero un día, a la segunda copa, uno de ellos veía doble y el otro pedía un plus al compartir el hígado. El proceso de confeccionar sus nóminas traía amargadito al contable de su empresa.

lunes, 27 de septiembre de 2010

HABLEMOS DEL TIEMPO

Ahora que no tenemos
un tiempo a nuestro favor,
que nos instale en la cordura
de qué hacer con el amor;
con el amor cuando llega,
cuando avanza sin premura,
a destiempo y sin mesura,
y tan locamente, amor,
tan intensamente, amor,
tan irremediable, amor.

Hablemos del tiempo;
de mi tiempo sin tus ojos.

Hablemos del tiempo;
de tu tiempo sin los míos,
sin la luz que nos invade.

Hablemos de ese vacío
que nos inundará cuando
sintamos que se nos mueren
los minutos sin tenernos,
sin mirarnos los segundos
y mi tiempo sin tu voz.

Mi tiempo sin ti no es tiempo.

Sentiremos que nos sobran
las horas en el reloj.

En tu piel viven mis sueños.
En tus ojos, mi razón.



Es la primera posible canción que he escrito en mi vida. Acabo de mandársela a Juan Carlos Durán y si le gusta y le inspira (que todo hay que decirlo), le pondrá una música de esas tan preciosas que suele componer. Quería compartirla con vosotros. Y por supuesto, se admiten sugerencias, críticas, etc...
Besos.

El desconocido

Un día tras otro seguía sin atreverse a hablarle, pero lo seguía durante un rato a ver donde se dirigía. Parecía de costumbres fijas. Cada día compraba un periódico y se sentaba en el mismo café a leerlo.
Ella con aire distraído pasaba cerca e incluso llegó a sentarse en la mesa de al lado con el mismo periódico por si él se atrevía a abordarla. Un día sintió que él la miraba por encima de sus gafas y ella sonrió. Le pareció que le devolvió la sonrisa. Al día siguiente no estaba. Ni al otro. Preguntó por él al anciano dueño del café y éste le dijo que estaba de luna de miel con la camarera. Silenciosa, regresó a su casa.

PATOLOGÍAS (1).

El SPIDS.

Conocido científicamente como el síndrome de pringue interdigital solidificada, se genera en un amplio sector de la población peatonal, si bien quien lo padece es, en general, el sector callista y podológico, además del vendedor de zapatos sorprendido a traición.

Muy común entre carteros y pastores, el reciente descubrimiento de dedos en dichos pies, gracias al uso de sopletes, ha supuesto un extraordinario avance en el estudio de esta patología.

Tratamiento: Extirpación de calcetas y ataque detergéntico a presión para ambos pies, en contra de la tradición clínica seguida desde mediados del siglo XI, muy a favor de lavar sólo uno al año, por si se usaba en los oficios de la Semana Santa. Tras la retirada y quema pública de los envoltorios, aplicar una mezcla contundente de cosas que hayan hervido y, si puede ser, sigan hirviendo un rato con los pies dentro. Repetir cada cuatro horas, renovando las mascarillas pero sin retirar la pinza de la nariz.

Se aconseja su aplicación en períodos de resfriado intenso de los profesionales y en espacios cercanos a Tarifa, conocidos por la fuerza con la que sus vientos ahuyentan los malos espíritus.

domingo, 26 de septiembre de 2010

ES TAN POCO

Lo que conoces
es tan poco
lo que conoces
de mí
lo que conoces
son mis nubes
son mis silencios
son mis gestos
lo que conoces
es la tristeza
de mi casa vista de afuera
son los postigos de mi tristeza
el llamador de mi tristeza.

Pero no sabes
nada
a lo sumo
piensas a veces
que es tan poco
lo que conozco
de ti
lo que conozco
o sea tus nubes
o tus silencios
o tus gestos
lo que conozco
es la tristeza
de tu casa vista de afuera
son los postigos de tu tristeza
el llamador de tu tristeza.

Pero no llamas.
Pero no llamo.


MARIO BENEDETTI.


Compañeros y amigos lectores, he querido compartir con vosotros este poema de Benedetti, que me encanta, de hecho es el que más me gusta. Espero que lo disfrutéis tanto como yo.

sábado, 25 de septiembre de 2010

BODAS DE ORO.

El día estuvo lleno de hijos, nietos, buen tiempo y mucha comida. Y todo desapareció de pronto, para que los abuelos no tuvieran que perder el tiempo en docenas de abrazos ni en recoger los restos de la fiesta de sus bodas de oro.

Los dos se quedaron fuera de la casa, sentados en el último peldaño de la escalera que terminaba en el jardín.

Recordaron, exclusivamente, caricias. Las furtivas y las descaradas. Las ganadas y las regaladas. Coincidieron en que no hubo una sola que no se hubieran merecido.

Estaban en una lista particularmente pícara cuando, a pesar de la calurosa noche de verano, se sorprendieron desnudos, coincidiendo con la llamada de los vecinos, tan viejos como ellos, que acababan de llegar para preguntar cómo había ido la celebración.

Los crujidos de los huesos se aliaron con ellos para no delatarlos, pero no fue fácil. Los vecinos seguían llamándolos, cada vez las voces más ansiosas y cercanas, pues los setos entre las dos casas no sustituían a una pared y se podían atravesar.

Se arrastraron por la hierba, dejaron atrás la ropa para ir más de prisa y la risa le ahogaba por encima del nerviosismo y el miedo a ser descubiertos.

Se agazaparon tras unos rosales y los vieron pasar de largo. Cuando oyeron a sus vecinos decir que volvían a su casa para llamar a los hijos, se abrazaron e hicieron llegar mucho más lejos las caricias que habían empezado.

Agradecidos, intentaron levantarse de un brinco para entrar en casa y lo que consiguieron fue caer sobre un montón de tierra sin sembrar. Poco a poco lograron ponerse en pie y, con él apoyándose en el hombro de ella y sin poder tapar la risa, entraron en la casa.

Al llegar de nuevo los familiares, fueron recibidos sólo por ella, de pie, en bata y con una expresión de recién despertada y extrañeza.

La explicación de los vecinos fue confusa, los hijos comenzaban a marcharse y sólo la intervención del mayor de los nietos, que había amontonado y cubierto de tierra la ropa que fue hallando tirada en el jardín, evitó una innecesaria ristra de preguntas.

De nuevo desearon felicidades a los abuelos y volvieron a poner los coches en marcha.

Cuando entró en la habitación, él se hacía el dormido.

-Sólo por si entraban a darme otra vez las buenas noches, -le dijo quitándole la bata y haciéndole entrar en la cama de un brinco-. Mañana barreré el rastro de tierra que llega desde la puerta hasta aquí, -dijo antes de estallar en una carcajada contagiosa.

EL TESORO

Todos se miraban con recelo: alguien les dijo que cerca había escondido un tesoro y sería para el que primero lo encontrase; uno de ellos tomó asiento y dijo que él no tenía interés en descubrirlo, estaba feliz con lo que tenía y no ambicionaba más. Él era el poseedor del mejor tesoro, que es la falta de codicia y ambicion.

viernes, 24 de septiembre de 2010

ENTRE MIL.

Conseguí, que volvieras

la cara hacia mí:

ya era mucho.

Y que el Rey se riera

de este paje entre mil,

delgadito y feúcho.

Pero al son del primer violín,

no apoyaste tu mano en ninguna

mano fuerte de príncipe azul

y escogiste este vals saltarín,

tú volando en volantes de tul…

…yo en la Luna.

jueves, 23 de septiembre de 2010

LEYENDAS AUTONÓMICAS (1).

Ceuta.

Ana María Moncherche, una mujer que se fue a Ceuta a comprar marido a buen precio, se volvió como una furia sin llegar a coger el ferry de regreso. Llevaba el ticket de compra:

-Porque soy una señora la mar de fina y educada, cabrito, no te pongo la cara al estilo alfombra persa enrollada. Mira, mira cómo se me ha deshinchado, que antes de embarcar le han dado dos mareos, ha llamado a su madre, me ha dicho que todavía no quiere niños, que a él el fútbol los domingos por la tarde… ¡Cualquier marido tarda lo menos cinco años en ponerse así!

Antes de que todas las mujeres de la tienda corearan la devolución del dinero, el vendedor se quitó el delantal, echó el marido que acababa de venderle en una caja para devoluciones y él mismo, alto, rizado y de un metro noventa, se pasó el lector de código de barras por el pecho y se fue con la mujer. No le cobró la diferencia.

-De mi tienda no se va ninguna descontenta mujera, -dijo al salir mientras se ponía la chaqueta.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

EL SECRETO

Te quisiera decir,
pero no puedo
porque la voz
me tiembla si lo intento,
las palabras no salen
de mi boca;
y es que un nudo
me impide
expresar lo que siento.
Espero en breve
estar más sosegada,
para entonces
contarte mi secreto
sin sentirme nerviosa
y alterada,
pudiendo así
librarme de este peso.

martes, 21 de septiembre de 2010

APÓCRIFO.

Cuando Juan Luis Sautuola Palodulce vio las paredes de su nueva casa, se puso frenético más allá de la alegría: vio el mayor mural del que había dispuesto jamás para desarrollar su pasión pictórica y no perdió ni un momento.

No atendió ni una sola de las llamadas de sus amigos, los hermanos de su pueblo con los que había ido a cazar o a nadar desde que era un niño.

Se limitó a comer lo suficiente para resistir la pasión de la pintura, para la que, con ojos centelleantes, obligaba a su mujer a tenerle preparados los pinceles y los pigmentos, la mayoría de un ocre mezclado con aceites naturales; así, las gráciles figuras que viajaban en sus manos desde su memoria de amante de la Naturaleza hasta el lienzo de sus muros, no perdían ni un instante de vitalidad.

Siglos más tarde, montones de siglos más tarde, cuando Marcelino Sanz de Sautuola descubrió las pinturas, borró con saña la firma de Juan Luis en todas y cada una de sus obras. Él conocía la historia de abandono y soledad que padeció su tatatatatatatata…tatatatarabisabuela por parte de su marido Juan Luis, quien, febril, no celebró ni un aniversario de boda con ella en todo el Magdaleniense. No salieron jamás de Altamira.

RENOVACIÓN.

El albino de origen finlandés Jaramaldo Madero, de seis años de edad, conoció la noticia del próximo nacimiento de su hermano, a quien llamarían Claudio.

-Siempre será más joven que tú, ha, ha, ha, ha -le dijo una noche el espíritu de la Mala Gaita, un tal Eusebio. Y le hizo muecas feas, de las que ejecuta un portero que te ha parado un penalti con la nuez.

Incendiado de ira, envidia y crispación, Jaramaldo dejó confiarse al recién nacido y a los quince días lo envejeció con saña aplicándole dos manos mensuales de betún de Judea.

Desde entonces, cuando los padres presentaban en sociedad a sus vástagos, Claudio era dejado para el final, como el residuo familiar ennegrecido y arrugado que aparentaba ser.

Hasta que veinte años después, invitados a una travesía imprevista por el desierto, los miembros de la familia Madero fueron devastados por el Sol, que agrietó sus pieles y secó sus labios hasta el punto de no poder pronunciar con facilidad la palabra sherelfitoding al despertar. Todos menos Claudio, quien, al contrario, notó como, a medida que se arrastraban por las dunas y se marchitaban sus familiares, a él le protegía una densa capa de mugre oscura la cual, al llegar derretida al Oasis de cinco estrellas Fresquíbiris, dejó ver una piel blanca, hidratada y fresca junto a un pelo rubio, sedoso y liso.

En cuanto vio que el resto de su familia se recuperaba de la fatiga y las quemaduras por insolación, agarró una estaca y repartió equitativamente una buena somanta entre sus padres y hermanos, perdonándolos de buena fe y presentándolos en sociedad con correa pero sin bozal, y explicando vagamente lo arrugado de sus pieles.

domingo, 19 de septiembre de 2010

NO PODÍA SER ÉL.

“Las seis mujeres habían sido degolladas de un tajo que dejaba un charco singular de sangre alrededor del cuello. Quedaban bocabajo, sin más signos de violencia que las caras sofocadas, fruto de la angustia de la huída. Y, claro está, el corte preciso.”

Este era el resumen de los informes forenses en los seis casos de asesinato sucedidos en dos semanas, cometidos en la jurisdicción del comisario Arroyo, y con la coincidencia de que todas eran mujeres excepcionales.

Pero surgió la esperanza de acabar con el horror, porque hubo un soplo que permitió saber quién sería la siguiente: Natalia Ortega, la gran bailarina. Y cuándo: El martes 14, tras su función de noche. Cincuenta tiradores expertos fueron apostados a lo largo del callejón al que daba la salida trasera del teatro, conectados mediante micrófonos a la emisora del comisario Arroyo, quien dirigiría las operaciones con su segundo de siempre al lado, un hombre fiel aunque criticara todas sus decisiones: El fiel subcomisario Lameda.

Natalia Ortega, con las zapatillas blancas y un abrigo negro sobre el tutú, recién terminada la función, se avino a ser el anzuelo. Desde que salió veía brillar los fusiles automáticos bajo las farolas; por tanto, se sentía segura y no forzó el paso cuando adivinó tras de sí al asesino.

Al final del callejón, ella se paró enfrentando sus ojos a los de él. Ya podría identificarlo.

Tras unos segundos de pie, a su lado, el hombre se quitó el abrigo y la emprendió a golpes con algo metálico muy pesado; después, en el suelo, le retorció el cuello dejándola caer casi sin ruido. En ningún momento empleó cuchillo alguno, de eso no había duda alguna. Se produjo un silencio mortal y ningún componente del pelotón disparó un solo tiro al no recibir la orden.

El tipo se alejó de allí andando con el abrigo doblado sobre el brazo, quizá por el calor del esfuerzo, ya con la primavera a la vuelta de la esquina... A la mañana siguiente, el informe fue redactado en un par de líneas, plenas de decepción ante el operativo desplegado y las expectativas creadas. Pero esta vez se incluyó la nota negativa de Lameda, que insistió hasta última hora en que la mujer se cambiara antes de salir del teatro: Le parecía ridícula esa forma de ir por la calle para colaborar con la policía en un asunto como éste, si bien al final, tras la discusión técnica, aceptó de buen grado el criterio de su superior y firmó las conclusiones:

“No coincidía el modus operandi. No era el que buscaban. No podía ser él.”

En su casa, el asesino discutía acaloradamente porque su mujer había empleado su cuchillo grande en la cocina, en contra de lo que le tenía dicho, sin ponerlo después en su abrigo.

-Esta noche parecía un aprendiz, -dijo apesadumbrado mientras metía los platos en el lavavajillas.

FIESTA DE PRIMAVERA.

La señorita Andrea Pomeroy, hija del laureado general Lawrence H. Pomeroy, preparaba su fiesta de primavera tras un largo y reparador sueño.

Lo primero eran los invitados, como es lógico suponer. Y para ello, la señorita Pomeroy, sentada en su sillón azul, elaboraba una lista escrita con pluma de ganso y tinta china negra y compacta, que incluía a las personas de su agrado, así como algunas más distantes pero convenientes.

Comenzó su lista por el doctor Tomas Heinz, antiguo camarada de su fallecido padre. Era alguien cuya compañía le confortaba y agradecía. El único que no había faltado ni una sola vez a sus invitaciones.

Los siguientes invitados eran los Maverick, una familia compuesta de un matrimonio con dos hijos gemelos, William y Joseph, nada alborotadores. Eran jóvenes, pensó la señorita Andrea Pomeroy sonriendo, pero muy fieles, pues tenía contabilizadas veinte asistencias.

Hizo una pausa para, en una hoja de papel aparte, contar con el servicio adecuado. Nunca le había fallado Miss Anna Tiriac, casada con el cocinero y pastelero Míster Paul Tiriac, gracias al cual no le había faltado nunca una tarta de manzana en su menú. Sabía que podía contar con ambos, así como con la ayuda de sus cuatro hijas, Pamela, Susan, Diana y Jane, para servir la comida y atender a los invitados. Hizo cuentas y salían más de sesenta asistencias de la familia Tiriac a su reunión.

Con su letra gótica alemana, cuyos elegantes rabitos hacían caracoles al terminar cada nombre, la señorita Pomeroy finalizó la confección de la lista de asistentes seguros a su fiesta de primavera.

Antes de revisar la vajilla que utilizaría al día siguiente, abrió su armario y contempló el vestido blanco que contaba con el récord de apariciones igualado por el doctor Heinz. Se lo probó y sonrió otra vez al comprobar que su cintura encajaba sin esfuerzo. Como todos los años.

Se acostó y durmió con un sueño profundo y reparador.

Al levantarse, se sintió agradecida por un día que amaneció radiante y con olor a flores. Abrió la ventana y le saludó una brisa fresca.

Sin desayunar, se puso una bata y corrió al sótano. Allí encontró al doctor Heinz, quien llevaba horas levantado y había inyectado ya el Diavital a la mayoría de los invitados a la fiesta de primavera de la señorita Pomeroy. Según despertaban, se vestían con ropa de gala que debían procurar no manchar ni arrugar y se dirigían a la planta alta. La señorita Pomeroy esperó junto a la puerta hasta tachar al último de la lista. No faltaba ninguno. Después fue a su cuarto y se arregló para la ocasión.

Tenían la mirada algo perdida, pero todos sin excepción se instalaban en el salón de la casa estilo colonial, entregaban su regalo a la señorita Pomeroy, y tomaban el té acompañado de un trozo de tarta de manzana que siempre calificaban como deliciosa.

Al caer la tarde, se despedían ordenadamente de la anfitriona y bajaban despacio las escaleras hasta el sótano, donde se desnudaban e iban quedándose aletargados.

La señorita Pomeroy los cubrió con mantas y guardó ordenadamente sus ropas hasta el año próximo. Era una tarea que había que realizar con el máximo esmero, y el doctor Heinz le ayudaba encantado.

Antes de apagar la luz, contemplaba al mejor grupo de invitados que se puede tener para una fiesta: Divertidos y pendientes de ella año tras año. Con un suspiro teñido de melancolía, cerró la pesada puerta del sótano y subió con premura las escaleras del brazo del doctor: El efecto del Diavital puro no les duraría mucho más.

Hasta luego, Labordeta






Hoy se nos ha ido Labordeta, cantautor, poeta, profesor... pero aquellos que lo conocían lo definían con dos palabras: buena persona.


No le conocí en persona, ya nunca le conoceré, pero no me hubiera importado hacerlo. Me gustaba escucharle, con ese tono bronco pero sincero, con ese gesto a veces enfadado, pero tremendamente tierno. No le conocí, pero no me hubiera importado conocerlo. He escuchado en la radio, que en su tierrra habían hecho una encuesta en varias ocasiones para elegir "el aragonés con el que te irías de cañas", y dicen, que siempre lo elegían a él. Por algo sería.


Yo no conocí a Labordeta, pero me gustaba escucharle recitar, cantar, hablar...


Hasta luego ,Labordeta. Nos hacen falta gentes como tú.

sábado, 18 de septiembre de 2010

LAS MULETAS


Una mañana más; una más entre todas mis mañanas. Al levantarme descorro las cortinas y abro la ventana de mi cuarto. Observo el cielo, como siempre, y doy gracias por el regalo que me ha sido ofrecido: el nuevo día.

Alzo la mirada e intento atravesar el manto azul, infinito, etéreo, para encontrar alguna respuesta a tantas preguntas, a cada duda que me asalta, pero no la encuentro.

Camino libremente, ya no tengo ataduras; mis piernas responden a todos y cada uno de los estímulos a que son expuestas. No me siento encasillada en la distancia existente entre dos palos de madera que durante tantos años han sido mi apoyo, mi refugio, mi guía… y mi centinela.

Mi caminar ya no es seguido por su soniquete, por su ritmo. Disfruto de la libertad de marcar mis propios pasos, de hacerlo a mi manera.

Por la senda que he elegido, a veces llevo el paso lento; doy un traspiés y me levanto; y, a veces corro, corro tanto como mis piernas me lo permiten, sin renunciar a ninguna de mis formas para acatar las establecidas.

También mis manos sienten la libertad de moverse a su antojo. Han sido muchos años con la necesidad de dejar caer su peso en los dos palos de madera que durante tanto tiempo me han llevado sobre sí.

Pienso en todos aquellos que aún viven con el miedo a deshacerse de las muletas, con el miedo a caer, y quisiera poder decirles que las suelten, que así no podrán ser libres; que la seguridad que aportan es engañosa; que fui feliz desde el momento en que comprobé la estabilidad de mi cuerpo, porque soy fuerte, mi cuerpo es fuerte. ¿Qué sentido tiene el uso de esos dos palos de madera en un cuerpo sano?

Pero algunas madrugadas, cuando ya lo azul es imperceptible, cuando se abren paso las sombras y anidan en el pensamiento; cuando en las noches sin luna, mi senda sin guía se oscurece, cuando el cansancio me invade y correr es imposible; cuando el pánico a lo que pueda surgir tras el recodo del camino me atormenta y las piernas tiemblan, echo de menos las muletas que por muchos años me dieron seguridad, esperanza, consuelo.

Echo de menos las muletas de la fe que me impusieron y que con amor llevé; y la sencilla felicidad que ahora no tengo.
Y echo de menos a Dios, a mi asidero.

¿Dónde estás, que no te encuentro?

viernes, 17 de septiembre de 2010

Oda al barro

Materia humilde,
bíblico origen del hombre.
Al hundir mis manos en ti,
un viento creador me invade,
conectamos,
te amaso, te golpeo,
te acaricio, te humedezco…
Tú me llevas a la forma
emerges entre mis dedos,
te creas, te creo.
¿Facciones humanas?
¿Materialización de recuerdos?
humedad, textura, olores me envuelven,
te dejas hacer,
te modelo,
impregno mi alma en ti,
compartimos secretos;
surge entonces la obra, la siento.

EL REFUGIO DE MI RÍO.

Sanlúcar de Barrameda,
orgullo debes sentir
por acoger en tus aguas
al río Guadalquivir.

Nació en Sierra de Cazorla
y de su cuna salió,
atravesó Andalucía
y a Bajoguia llegó.

Cuando recorrió esta tierra,
de ella no quiso salir
y junto al mar de Sanlúcar
prefirió siempre vivir.

jueves, 16 de septiembre de 2010

AQUÍ SE QUEDA TODO.

No te afanes tanto
en tener riquezas:
no pierdas tu tiempo
en almacenar.
Cuando de aquí partas
lo dejarás todo;
igual que llegaste,
igual marcharás.
Las buenas acciones
que hayas realizado,
amor, esperanza, solidaridad,
con ello tus manos
no se irán vacías;
tan sólo estas cosas
te acompañarán.

martes, 14 de septiembre de 2010

ATENCIÓN.

En la calle, un hombre aborda a otro y le saluda.

-Buenos días, amable peatón, ¿podría prestarme dos minutos de su tiempo?

-Eeeeer, bueno, si son dos minutos…

-Sólo le pido que mire estos dos relojes con atención. Uno de ellos es digital y el otro analógico. Compruebe que están en perfecta sincronía con el reloj de nuestro ayuntamiento, que como sabrá está considerado un modelo de precisión.

-Sí, sí que lo están; dígame.

-Le pido que compruebe la cadencia de los segundos. Nada de décimas, sólo los segundos. Dentro de muy poco sonará la campana de la media en el reloj grande y su sonido le ayudará a la sincronía.

-Los veo iguales: uno cambia de dígito al mismo tiempo que se mueve la manecilla que indica el paso de los segundos.

-Bien. Ahora sólo una pregunta más, por favor.

-Sí, diga.

-¿Qué hora es?

El hombre consulta el reloj de su muñeca y contesta:

Las diez y media de la mañana.

-Gracias, muy amable.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Vitoria-Gasteiz y sus alrededores, con ojitos de andaluza



Vitoria-Gasteiz se ha levantado hoy soleada, luciendo un precioso cielo azul, y unas nubes blancas y gorditas de esas que hacen que las fotos sean aún más bonitas. Y creo que se ha levantado así, ofreciéndome ese regalo de la luz porque sabe o lo intuye, que mañana volveré de nuevo al sur, a mi tierra, a mi casa. Ella me ha ofrecido ese regalo enorme del azul y de la vida, y yo os ofrezco a vosotros, (mis amigos de paraleernos)
algunas de las fotos que he hecho aquí en Vitoria y sus alrededores.
En una de ellas, (ayer salió un día gris y amenazante de lluvia) se observa , y no en toda su belleza, las ruinas del convento de Santa Catalina del s. XIII (el monte y las hiedras se han adueñado de ellas); en otra las salinas de Añana donde en la actualidad se ha recuperado la extracción de sal y donde aproveché para darme un baño de pies y manos en aguas saladísimas (¡¡¡un gustazo, chicos!!!); la que véis del ciervo medio escondido tras la maleza, es en un parque cercano a la ciudad donde pueden disfrutarse de ellos y de cientos de aves, rodeados de frondosa vegetación y de un silencio envolvente y la última (espero que se organicen a la vista por el orden que voy describiendo) está la Plaza de la Virgen Blanca, en pleno centro vitoriano y desde donde en fiestas (primeros de agosto) descienden al Celedon para que todos sepan que empieza la juerga.
Bueno, pues aquí os dejo unos detallitos de esta ciudad vasca donde se potea bien y donde podéis degustar (si sois capaces de elegir) cientos de pintxos a cual más originales.
Aunque yo no soy de aquí, os invito a venir. Y como dicen ellos AGUR, hasta que vengáis.


domingo, 12 de septiembre de 2010

Minuto

Un solo minuto que me dieras
la vida entera compensaría,
un minuto para mirarte
o para robarte un beso
sólo un momento,
un instante para decirte: “Te quiero”
sin esperar tu respuesta
como niños en un juego.

viernes, 10 de septiembre de 2010




¡Hola amigos de PARALEERNOS!, hace demasiado tiempo que no paso por estas páginas, que no escribo nada, que no... que no... ¡QUE NO, QUE NO!, que no puedo evitar subir unas imágenes y dejaros unas palabras desde mi lugar de descanso, de recargada de pilas. Estas fotos son tomadas de ayer en las playas de Noja, con más exactitud: la playa de Ris.
Este pueblo está situado en Cantabria, y esas aguas calmadas que véis (no os podéis ni imaginar como bramaba el cantábrico) no son tales. Ayer asistimos a la pleamar más grande del año según los paisanos, y puedo dar fe de ello. El agua fue ocupando lo que hasta unas horas antes era una hermosa playa de arenas finas y blancas. El mar, altivo y poderoso, se hacía dueño de todo cuanto encontraba a su paso, y la canción que nos ofrecía era hermosa y con tal fuerza, que cerrar los ojos y sentirse libre y en calma era todo uno.
El lugar del que os hablo es de tal belleza, que os invito a conocerlo. Está aquí a lado, en el norte de España, donde las tierras son verdes, las gentes afables y el tiempo... el tiempo algo cambiante.
Un beso, y espero no tardar tanto en volver a casa...

miércoles, 8 de septiembre de 2010

IRREGULARIDAD.

En el XVI concurso de besos de San Joan de Xiu Pong, en Bostwana, la pareja semifinalista formada por Alfonsito Lappi Shadura y su novia Estefanita Pada Secalla, surgió un pequeño problema: ellos habían aportado la mayor gracia y número de novedades al concurso, como el beso intermitente mientras se poda un cactus o similares, y estaban convencidos de ganar, pero, a escasos segundos del final de su intervención, se hizo un silencio sepulcral: al separarse sus bocas, Estefanita mostró sin duda alguna que tras el último muerdo se había traído el chicle de Alfonsito, algo completamente prohibido por la organización.

Fueron eliminados. Ya no revalidarían el título que consiguieron las dos ediciones anteriores seguidas.

Desolados, hicieron el viaje de regreso a Cáceres en canoas separadas.

domingo, 5 de septiembre de 2010

PROFECÍAS (4).

Al estrenarse el siglo de las dos equis y un palito, una mujer, desvelada, será servida como tentempié o canapé en un ágape. Ojito, que lo dicen las entrañas de un loro, lo confirman los posos de un café recalentado y lo repiten los niños en la calle, al compás de sus juegos. Yo he cumplido. Allá quien no quiera escuchar.”

Así habló en 1312 Diego Francisco Berreneldo, primer concejal de la villa de San Gerundio, cercana a Buckingham Garden, en Chichingrado. Lo hizo después de lavarse la parte izquierda del culo, según costumbre ancestral de su pueblo.

Y en efecto:

En el año dos mil uno, exactamente el cuatro de febrero, se celebró la boda de doña Gonilda Parapetos Montetonto con el escuálido Joan de Fabres y Fabres y Más Fabres. Tras la ceremonia, llena de flores y arroz a partes iguales, los invitados pasaron al salón para ponerse hasta el monóculo de brevas y peladillas, según costumbre hasta que llegaran los platos fuertes.

Pues bien: una de las damas de honor, Gulietta Gig O´Flai, con una borrachera ya consolidada y un vestido de muchos velos superpuestos, enganchó uno de ellos con el pomo de la puerta de salida de la cocina, de donde los camareros salían frenéticos a servir las bandejas. Poco a poco se soltaron todos los velos y cada mesa recibía sus platos cubiertos por uno de distinto color, cada uno más vaporoso que el anterior.

Incapaz de soltarse y viéndose paulatinamente desprovista de velos que no podía manejar, vio venir el despelote en breve y se organizó lo mejor que pudo para coger la bandeja más grande que vio y, ya en traje de prácticamente nada, colocarse en una postura de pavo horneado al ron –el ron le sobraba- y, cubierta por el último velo, hacerse servir en la mesa central, la de los novios y allegados íntimos.

A base de manotazos evitó ser trinchada en varias ocasiones hasta que los comensales de la mesa central pidieron changüis de almejas para quitarse el hambre, dejando la bandeja grande a un lado hasta que fue retirada por la noche por el servicio de catering. A eso de las cuatro de la mañana, a base de poquito a poco, Gulietta pudo desentumecer las articulaciones y bajar al suelo. Con los cuatro trapos de cocina que encontró salió a la calle, tomó un taxi y dio la dirección del sitio de donde había salido. A la segunda, se acordó de donde vivía y allí la dejó el conductor, no sin antes pedirle prestada una bayeta de las que llevaba para los cristales del automóvil. Gulietta le regaló una que le tapaba varios puntos de vista fundamentales, pero era muy tarde y ya le daba lo mismo.

Meses más tarde, Gulietta, repasando el fascículo tercero del tomo IV de la Historia General, leyó en letras góticas pero claras el contenido de la profecía.

Si el mamostias del quiosquero le hubiera pedido a la editorial los fascículos en orden, Gulietta habría ido a la boda con un traje de buzo. Pero era su destino.

sábado, 4 de septiembre de 2010

LIBRERÍA LELLO, OPORTO (PORTUGAL)






Si vais a Oporto, seguro que subís a la Torre de los Clérigos. Desde allí, en la parte trasera, se ve una calle con una pequeña librería llamada Librería Lello, inugurada en 1906. Su interior, modernista y neogótico, es precioso, repleto de maderas, vidrieras, un simpático mecanismo de recogida de libros y mucha gente. Allí los visitantes compran libros, pero sobre todo, hacen fotos, muchas fotos. Yo fui una de ellas. Si podéis, visitadla. Harry Poter también estuvo allí.

viernes, 3 de septiembre de 2010

RECUERDOS DE VIAJES (1).

Durante nuestro viaje de divorcio de hiel, Maruja y yo nos peleamos a todas horas, a solas o no, sin importarnos la locura que nuestra juventud nos alentaba.

Si había una silla libre en cualquier tasca infecta en la que entrábamos para desayunar, ninguno se levantaba a traerle al otro un vaso de agua temiendo perder el asiento.

Si nos juntábamos con alguna pareja que también viajaba, recordábamos para ellos, con nostalgia, cómo nos habíamos aburrido durante tres días que pasamos juntos en casa, por culpa de un derrumbe que nos obligó a convivir hasta que nos rescataron los bomberos

De noche, con un único envite de sus caderas me enviaba debajo del sofá lleno de pelusas del hotel de una estrella en que nos alojamos.

Aún recuerdo cómo rodamos por un terraplén por evitar ver juntos un atardecer. Magullados, ninguno ayudó al otro a levantarse y caímos dos veces más.

Hoy, cuatro meses después de aquello, aconsejamos a unos amigos insufribles, que se llevan a matar desde que se casaron el mismo día que nosotros, hace cuatro meses y tres días, a organizar un viaje para cuando el sueño de su divorcio se haga realidad.

-Estudiad las ofertas. Hay épocas para celebrar divorcios en sitios innombrables por cincuenta euros, con todo excluido. Una ganga.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

VERÍDICO.

-Le vi levitar en pleno día; le vi parado en el aire. Y era Ambrosio Gotorinaldi, sin duda alguna, se lo aseguro, -dijo el testigo.

El padre García Polster, encargado por El Vaticano del caso de Ambrosio Tamarotti, cerró y selló la carpeta como dicen las normas de estos procedimientos: después del último testimonio copiado a mano. Nada de medios audiovisuales.

Al presentarse ante el cónclave, su informe se consideró irrefutable.

Una semana más tarde, Ambrosio, que tenía una mano maestra para tapar grietas, le daba la última pasadita de yeso y un repasito con pincel a un rincón muy escondido de la Basílica de San Pedro sin tener que utilizar andamios ni cerrar al público las visitas a la maravillosa Capilla Sixtina.

-Eso se lo dejo yo como nuevo en una tarde, señor Papa, -había declarado Ambrosio en la entrevista mantenida con el Sumo Pontífice, dándole una palmadita en el hombro.