domingo, 17 de octubre de 2010

Carta de Santa Berna a los Meneados.

Queridos chavalotes:

Por la alcalda de vuestro asqueroso pueblo, Meneapolis, he llegado a saber que andáis escasos de fe, con una bajada del 4% en términos interanuales, y un alza de la chulería en cerca del doble. Pues bien, sus aviso que voy pallá.

Si cuando entre por la mierda de puerta que tenéis no veo yo semblantes de arrepentimiento en vuestros rostros y ademanes, me saco la garrota de roble curado y ya podéis meteros debajo del subsuelo rocoso y árido que os define como tierra.

Viajaré de incógnito con cincuenta mil caballeros en caballos blancos y ataviados de amarillo limón, rojo y oro. O bien con mi cuñada Asumpta, en burro. Depende de las subvenciones. En ambos casos, prepararse. Adelanto a la presente un decálogo que os llegará antes que yo, para que os lo vayáis aplicando:

1) No escupiréis de lado en la mesa. Mucho menos en masa durante la misa.

2) No sustituiréis con las dos manos el sujetador de las mozas en caso de olvido del mismo por parte de las mismas.

3) No responderéis que “no hablaré si no es en presencia de mi abogado” a preguntas como “cuál es la capital de Holanda”. Y peinarse.

4) Los números primos sólo se dividen entre sí por cuestiones técnicas, no por parentesco.

5) A la hora de que las mozas recojan los huevos, aplíquese exclusivamente a los de las gallinas.

6) Volveréis a usar el badajo para la campana y dejaréis al monaguillo en casa. Ya le desencasquetaré el casco cuando llegue.

7) No más apagones en los bailes. Ni bailes en los apagones.

8) Que alguien vaya encima del paso en procesión. Una estatua, como mínimo. Y menos gente debajo. Y que ande el paso, no sólo se cimbreeeee.

9) En la limosna, basta de pagarés a noventa días nominativos a San José Loquedigo.

10) Nada de cintas atrapamoscas en el suelo, a la entrada de la iglesia, graciosos.

En la espera de que sigáis a rajatabla mis exhortaciones, se despide de vosotros la humilde dueña de vuestras infames vidas, la que os va a poner los lomos en adobo después de ablandarlos a palos, queridos míos en la fe.

Villuela del Jaramago, a veinte de marzo de mil seiscientos justos.