sábado, 14 de noviembre de 2009

MOMENTO DIFÍCIL.

En las vacaciones de verano tuve el privilegio de sentarme en el salón principal del Castillo de Frasemberg, en las afueras de Colonia, junto al dueño de la mansión.

Ante la mesa monumental llena de vinos selectos y manjares exquisitos, nos pusimos de pie, brindamos, nos fotografiaron y, antes de llevarnos la copa a los labios, la guía de la visita concertada me cogió por el brazo y, de muy mala manera, me quitó la peluca y me invitó a salir por la puerta de atrás, señalándome al resto de la fila, que esperaba para ponerse ropas de la época gloriosa del castillo y retratarse junto a estos aristócratas.

La foto, eso sí, era gratuita.

MENOS MAL.

…La chica de mis sueños escogió al otro, el de los dientes blancos. Salí de allí para abrir mi coche y no era un Ferrari testa rossa, sino la camioneta de reparto para la pelea diaria de mi trabajo.

Harto, cerré los ojos con fuerza y me sentí feliz al saber que todo fue un mal despertar.