En las vacaciones de verano tuve el privilegio de sentarme en el salón principal del Castillo de Frasemberg, en las afueras de Colonia, junto al dueño de la mansión.
Ante la mesa monumental llena de vinos selectos y manjares exquisitos, nos pusimos de pie, brindamos, nos fotografiaron y, antes de llevarnos la copa a los labios, la guía de la visita concertada me cogió por el brazo y, de muy mala manera, me quitó la peluca y me invitó a salir por la puerta de atrás, señalándome al resto de la fila, que esperaba para ponerse ropas de la época gloriosa del castillo y retratarse junto a estos aristócratas.
La foto, eso sí, era gratuita.
5 comentarios:
Mucha peluca y mucho vino selecto, pero también mucha cara dura, ¿no?
Pues ya es todo un detalle eso de que no te cobrasen por la foto...¡¡¡con los tiempos que corren!!!
¡Qué forma tan ingrata de tratarte! Ni la nobleza cuida ya las formas!
A quien sele ocurre colarse por la cara entre tanta gente¨nobilisíma. No puede ser.
JA.
Si te leen los "dueños" del Pazo (de Meirás), seguro se apuntan al negocio. Entre otros, claro.
Ácida visión del turismo masivo. Sería el colmo.
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