lunes, 17 de noviembre de 2014

Quedada


 No te olvides del libro.Para que me reconozcas, iré montado en una cosechadora fucsia de diecisiete toneladas, llevaré sandalias de cristal ahumado y lanzallamas a juego, le escribió él.
Yo llevaré el libro en la oreja e iré en mi vagoneta de mano dándole caña con el pie izquierdo, vestida de cián y plata. Así no te costará reconocerme, le contestó ella.
Y quedaron a cuatros días vista, en una cafetería de la gran urbe donde habitaban.
Con esas pintas es imposible confundirse, pensaron ambos.
Al llegar ella, encontró problemas de aparcamiento, pues las cuatro cosechadoras casi iguales aparcadas en la puerta de la cafetería, hicieron que tuviese que dejar su vagoneta a dos calles de distancia, con lo que restó efecto a su estudiado look. El chaparrón que comenzó a caer, hizo que el libro de la oreja tuviera que ponerlo sobre la cabeza, para no mojar su elaborado peinado a juego con el atuendo.
 El chico, remojado también, intentaba secar su lanzallamas y las sandalias en el servicio para que la chica no tuviera dudas, cuando una llamarada prendió el papel higiénico. Una gran humareda provocó que todos los del local, incluída la chica, salieran despavoridos. Los bomberos, debido a las cosechadoras, no llegaron a tiempo. Siniestro total.
Al llegar a casa el chico comprobó el estado impecable de sus sandalias. Se sentó al ordenador y le escribió: ¿quedamos otro día?