Veo que esperas, a ver qué se te ocurre:
Si las letras se quedan hoy contigo,
o si han dicho que mantienen su castigo
y te cansas de pensar, y que te aburres
persiguiéndolas sin pausa en tu condena,
proponiéndoles que formen unos versos,
y que olviden por fin ese perverso
regocijo provocado por tu pena.
Pero ¿cómo te atreves, irascible,
a obligarles que encajen como piezas?
Un sinfín de cabellos da una trenza:
en un verso esa medida es imposible.
Vuelve a ser aprendedor humilde,
mira atento las cosas que suceden;
si pasando ante ti verlas no puedes,
se irá el punto, con la coma y con la tilde.
Vamos, vamos, poeta desde lejos;
no hables tanto de ver Venus o Urano:
Lo que no puedas tocar con tus dos manos,
puede el alma aprender sin catalejo.
De lo visto a tu lado harás acopio,
que tampoco lo cercano es tan visible:
Hay quien pierde, por perder, un imperdible
y lo quiere buscar con telescopio.
Siempre intento, poeta intermitente,
que te hagas persona antes que escriba
y no pierdas el tiempo yendo arriba:
Sé mejor observador, constantemente.
De una forma elegante, sin un lazo
de cadenas para atar ramos de flores,
invéntate las nubes de colores
y hasta plumas de cristal, en un plumazo.
Si has tenido el coraje de empezar
un poema, híncale el diente,
no dejando todo esfuerzo en un azar
y afírmalo con fuerza, sé valiente.
Ya te dejo en tu sueño, poetilla,
como Musa que pasaba por tu casa,
he venido a ver qué es lo que pasa,
viendo tanto vacío en tu cuartilla.
Y me voy algo más tranquila que antes,
cuando vi tan poco verso y tanta prosa.
He sentido ya palabras que, rasantes,
han volado a formar verso generosas
al ver que, antes que poeta, eres amante.