miércoles, 21 de octubre de 2009

DECISIÓN.

Ayer mismo tomé la decisión. Mi mujer y mi hijo no me acompañarán. Ellos sabrán lo que hacen.

Soy amante de los árboles; desde que nací. Jamás he mutilado una rama. Si acaso, he ayudado a podarlos como hacen los peluqueros de todo el mundo. Pero el que tengo delante me tiene amargado. No para de crecer multiplicando sus tupidas hojas y, al final, ha conseguido taparme las extraordinarias vistas que siempre he tenido del valle y las montañas. Intenté protestar:

-Antes del mediodía no tengo apenas luz, es peor que una nube negra, -dije delante de un buen número de vecinos.

-No talaremos ese árbol por ti. Sal más, muévete y mira desde otro lado tus montañas, -me contestó un viejo, a quien nadie discutió su autoridad moral.

Después de una semana no lo dudé: Me mudé de árbol. Mi mujer y mi hijo, que viven en las ramas más altas, no me acompañarán. Ellos sabrán lo que hacen. Pero, al despedirme,

-Vuelve cuando quieras, Tarzán -me dijo Jane.

PREMIO NOBEL ¿MERECIDO?


No, no me cae mal este señor, me parece honesto y con talante conciliador.
Pero ¿qué ha hecho para merecer el Nobel de la paz?
No ha levantado el embargo a Cuba, no ha eliminado en su "democrático país" la pena de muerte, tampoco ha cerrado Guantánamo, etc. En cambio, se propone instalar bases militares en un país latino americano.
Es posible que el jurado que concede esto premios se lo haya otorgado como inversion de futuro; pueden ocurrir dos cosas, una que tome conciencia de lo que el premio significa en sí y trabaje duro por la paz, y dos, que se le suba a la cabeza, lo endiose y crea que ya ha hecho suficiente y no trabaje en ese sentido (el de la paz). Bueno, el tiempo dirá si hace honor a tan prestigioso galardón y no defrauda.
Podría haberlo rechazado -otros lo hicieron- pero él lo ha aceptado, eso sí, con humildad; esperemos los resultados.