Estoy enamorado de una bruja preciosa que trabaja en un bar.
Cada noche, voy a tomar una copa con ella en las siguientes condiciones:
Coloca sobre la barra dos vasos con mi bebida favorita, pone una de sus manos cerradas encima de cada vaso y, después de mirarme, deja caer un reguero de polvo blanco en el líquido, lo remueve con una cuchara de cristal y me da a elegir después de un beso delicioso, quizá el último de mi vida.
Estoy seguro de que sigo vivo porque elijo beber del vaso bueno, el que no tiene veneno. Y eso ocurre porque sabe que desde la noche anterior no he dejado de pensar en ella y el día de trabajo y distancia no ha sido sino mi peaje de amor para esperar a verla.
Tengo a mi novio encandiladito, aunque sea fácil por lo inocentón.
Para curarle la úlcera de estómago, salgo del despacho cada noche, me visto de bruja y, en la barra del bar de mi hermano, le sirvo dos bebidas iguales, dentro de las cuales pongo una cucharadita de gastropelín, lo que le recetó el médico y no es capaz de tomar sólo. Entra, me besa y elige su destino. Después nos vemos para cenar en casa o fuera, y no le hace daño la comida. Tendré que cuidar de que no me vea cambiarme corriendo de un lado a otro y de comer más despacio, no vaya a coger yo también una úlcera con tanto estrés.